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La alegría de recibir un mercado sorpresa

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La alegría de recibir un mercado sorpresa
Viernes 27 de marzo, Medellín
Hoy ha sido un día inactivo, parece domingo. Las calles están tranquilas, como mi estado de ánimo. No tengo clase, pero me despierto como el resto de los días, a las 7 a. m. Sin embargo, me levanto de cama cuatro horas después. Estuve viendo la serie que me quita el sueño, literal, porque me han dado hasta las 3 de la mañana mirándola. Así me coge el medio día.


Este año he tomado la dedición de contratar con una vecina los almuerzos de la semana. No soy malo cocinando, de hecho lo hago bien y me han dicho que me queda rico. No obstante, en medio del agite normal de mis días, no he querido gastar tiempo en ese proceso.

Entonces, siempre voy al apartamento de Liana, bien sea por la coca o para almorzar allá, pero esta semana ha cambiado la mecánica y hoy he sentido más que nunca el distanciamiento social y la paranoia que estamos viviendo.

Cada noche llevo un portacomida para que ahí me empaque el almuerzo del día siguiente. Ayer pasó algo inusual: el esposo de Liana, Jorge, tenía un atomizador lleno de agua con vinagre, un olor que no soporto, y cuando le entregué mi paquete él lo bañó con ese líquido.

Mi reacción solo fue despedirme y dar media vuelta para burlarme un poco porque hasta el momento no he escuchado la recomendación de vinagre como medida para eliminar el virus. Aunque entiendo que en estos momentos afloran arraigos culturales para intentar protegernos.
Tayson, después de un baño con papá.
Clases de clavados en cuarentena
Después de alimentarme, solo tengo dos cosas por hacer: bañar a mis cachorros, Tayson y Samantha (cosa que generalmente lo hago un fin de semana) y dar la clase como entrenador de clavados (actividad propia de una semana normal).

Mis mascotas son muy juiciosas a la hora del baño, sobre todo el peludo, Tayson. Siento que le agrada que lo peinen, aunque la gata, Carmela, se ponga celosa.

Conocen la rutina de limpieza: desenredar el pelo, sacar las toallas, ir a la ducha y, por último, el secado. Amo la mirada de mis animalitos, la tranquilidad y el amor que me transmiten.

La clase virtual de entrenamiento se realiza hoy con mayor efectividad, pues es la segunda vez que dicto las clases a través de un computador. Por ahora solo podemos hacer preparación física, que hoy no pude terminar por un fuerte dolor de cabeza. Esa cefalea me da susto, pues creo que en estos momentos uno no debería enfermarse, cualquier síntoma es alarmante.
Carmela quiere que también la peinen a ella.
Carmela quiere que también la peinen a ella.
¡Sorpresa nocturna!
Son las 7 de la noche y la emergencia sanitaria ha despertado un sentimiento de solidaridad en la comunidad. Voy entrando al edificio, luego de sacar a mis mascotas, y coincido con un domiciliario que trae un mercado para mí. Me lo mandó la madre de uno de mis alumnos de clavados.

¡Fue una sorpresa! Y, sin duda, un gesto que valoro muchísimo, pues ahora mismo estoy en recesión económica por la cuarentena. No puedo salir a trabajar y yo también vivo del día a día.

Con la alegría que dejó en mí ese regalo, me meto a la cama y escribo estas líneas desde mi celular. Veo las noticias, vía streaming, de Telemedellín sobre la propagación del covid-19 en Medellín y un par de recomendaciones del infectólogo Juan Carlos Catano.

Entonces, pienso: “Quizás el vinagre no sea la sustancia que elimine el virus, pero sí debemos tener en cuenta medidas de precaución en esta pandemia. Siento que me hace falta cuidarme más. Hay 491 casos de Coronavirus en Colombia, 41 en Medellín y tres de ellos en mi comuna, Laureles”. Ahora sí, ¡qué susto!
Este contenido hace parte del especial Diario de la pandemia
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