Una de las revelaciones de los últimos años en la literatura colombiana es el escritor Gilmer Mesa, un hombre de barrio que escribe sobre la vida de barrio en Medellín. Nació en 1978 en esa ciudad y estudió Filosofía y Letras en la Universidad Pontificia Bolivariana, donde es además profesor. Tiene además una maestría en Literatura. En este testimonio en su propia voz se hallan algunas claves principales de su proceso de escritura y de su anhelo de escribir sobre música.
Lo que yo me imaginé cuando estaba joven y trabajé en radio mucho tiempo era que iba a terminar escribiendo de música. Una suerte de musicología, hacer la biografía de algún artista o un libro sobre un género musical. Y creo que eso lo tengo ahí como deuda. Porque yo he escrito hasta el momento novelas en donde he retratado lo invasiva que ha sido la violencia en Colombia, que no cesa, como en La cuadra, Las travesías y Aranjuez.
Yo digo, cuando me muera, que me echen tierra de Aranjuez en los bolsillos para llevármela también. Vivir allá es como un noviazgo, uno se pelea a veces con el barrio, pero eso no le quita el cariño que uno le tiene. Yo escribo por muchas rabias y molestias que tengo con la realidad. Con la escritura encontré una forma de estar en el mundo, una cosa por lo que valía la pena estar vivo. Pero, para mí, lo mejor que hay en la vida es la música.
Yo ahora estoy trabajando otra novela que se llama, tentativamente, Los espantos de mamá. Pero cuando termine esa novela o la abandone, lo que pase primero, quisiera escribir de música. Pero no como una biografía o un trabajo de investigación muy serio, sino un relato sobre personajes de algunas canciones. Que se encuentren todos en un universo literario.
Entonces vamos a ver si saco dos o tres personajes que fueran muy sollados. Uno es el de Un tipo liberado, de Larry Harlow; otra podría ser Ligia Elena, la de Rubén Blades; algún personaje de Alcolirykoz, el Propio puede ser. En fin, que convivan ahí todos como en un barrio imaginario.
A mí me gusta mucho la salsa, sobre todo Rubén Blades. Es muy difícil uno elegir una canción favorita de él. Puede ser Maestra Vida, puede ser Vida o puede ser una canción que yo quisiera que me pusieran cuando me muera que es Parado, aunque ya no la pueda disfrutar.
Si yo he vivido parao, ay que me entierren parao
¡Si pagué el precio que paga, el que no vive arrodillao!
La vida me ha restregao, pero jamás me ha planchao
¡En la buena y en la mala, voy con los dientes pelaos!
¡Sonriendo y de pie, siempre parao!
¡Nooo, es que Rubén Blades es grande, es enorme! Todo lo de Rubén Blades. Yendo al tema de otros escritos míos, o intentos, no me salió una historia que quise escribir que era de un personaje travesti porque me vi en calzas prietas pa’ pensar como pensaría ese personaje.
También he intentado escribir personajes que se me salen de las manos y que terminan pensando por sí mismos y lo que piensan y el rumbo que toman no me gusta, entonces los he abandonado. A veces los personajes cogen como una vida propia que ya uno no los logra controlar. La mayoría del tiempo uno los controla y eso es escribir realmente, controlar el universo íntimo de cada uno de los personajes y de las historias.
Hay historias que también se le salen a uno de las manos, que se desbordan, que no terminan contando lo que uno quería. Pero bueno, escribir es eso, estar peleando todo el tiempo con la historia, con los personajes, con la voz narrativa, con todo: escribir es pelear.
Eso sí, no me atrevería a escribir canciones ni colaboraciones por ejemplo con Alcolirykoz porque ellos son amigos míos y todo, pero no necesitan colaboración mía pa’ nada. Ellos son geniales solos y son muy tesos. La mejor banda del mundo, diría yo.
Y eso de escribir canciones… yo soy muy sordo, entonces me cuesta mucho. De pronto escribir otras cosas seguramente. De hecho, yo creo que después de esta novela que termino, he estado pensando escribir otra cosa. Como lo que dije, una ficción más musical o algo así.
Porque también el fardo de una novela es pesado y duro, entonces estoy como un poco, no cansado, pero sí como… bueno, vamos a mirar cómo me va en otra cosa. Es más por ensayar también libremente. Y si queda muy mal, pues esa es la belleza de escribir, que usted lo que hace es que arruga el papel y lo tira a la basura.
Hablando de Alcolirykoz, ellos tienen una inteligencia y una claridad meridiana, son unas personas muy afiladas sobre la realidad que estamos viviendo y sobre lo que ha sido la realidad de una ciudad como esta en los últimos 30 o 40 años.
Entonces me parecen unas opiniones muy válidas las que reflejan en sus canciones, muy valiosas y casi todo el tiempo muy acertadas, que coinciden mucho con lo que yo pienso de esta ciudad.
Otra artista es La Muchacha, ella también es muy mela, es tremenda.
La Muchacha tiene una prosa muy fluida, muy directa, una cosa que a mí me encanta. Ese Blus de los tombos me parece un temazo, casi que todos los de ella. La sentada también me parece muy buena. Pal’ monte me gusta mucho. Me gusta que ha creado una voz y un estilo propio y eso es muy importante en el arte.
Tener una voz y un estilo propio en cualquier forma artística es muy importante porque, además, nosotros hacemos parte de una tradición. No es que crea yo que cualquiera esté inventando cualquier cosa, pero dentro de esa tradición adquirir una postura y casi que una flexión y una inflexión también de voz que lo particularice a uno es primordial.
Al fin y al cabo, el arte es una posibilidad de revisión de la condición humana. Porque el arte es libertad, no necesita demostrar, como sucede con el periodismo y con la historia, solo necesita mostrar.