In(ficción) humana
Texto por José Ignacio Vélez García
Dibujo por Martín Vélez
Lunes 30 de marzo, Medellín
Estamos espantados por la fragilidad de la vida humana. Acostumbrados a vernos y sentirnos eternos, un bicho ha venido a recordarnos que solo somos otro bicho. Un bicho humano que, a pesar de tener el poder y la voluntad para habitar con sabiduría este planeta, ha sido tan devastador como el propio covid-19 en los pulmones. Lo dijo George Orwell, “lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano”.
Pero tenemos una humanidad que ahora mira al cielo y se pregunta con una extraña inocencia ¿Por qué?, se da golpes de pecho, cruza los dedos e invoca a los mejores sentimientos que los sujetos puedan tener para crear un ambiente de esperanza. Lo más seguro es que en esta batalla, aunque sean grandes las pérdidas, el bicho humano sobrevivirá.
En el actual estado de confinamiento, la pregunta que nos debería importar es lo que pasará una vez calmada la tormenta: ¿Actuaremos de forma diferente? ¿Este período tánico, nos volcará a un eros renovador? ¿Nuestros hábitos cotidianos, desde los más sencillos en casa, en el barrio, en la ciudad, nuestras actitudes con la familia, con los vecinos y con todo el género humano, se transformarán lo suficiente para crear nuevos vínculos con el planeta, con nuestra morada?
¿Daremos un salto moral y ecológico hacía un nuevo entorno de vida o seguiremos a expensas de nuestra condición de bicho egoísta y depredador?
Estamos espantados por la fragilidad de la vida humana. Acostumbrados a vernos y sentirnos eternos, un bicho ha venido a recordarnos que solo somos otro bicho. Un bicho humano que, a pesar de tener el poder y la voluntad para habitar con sabiduría este planeta, ha sido tan devastador como el propio covid-19 en los pulmones. Lo dijo George Orwell, “lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano”.
Pero tenemos una humanidad que ahora mira al cielo y se pregunta con una extraña inocencia ¿Por qué?, se da golpes de pecho, cruza los dedos e invoca a los mejores sentimientos que los sujetos puedan tener para crear un ambiente de esperanza. Lo más seguro es que en esta batalla, aunque sean grandes las pérdidas, el bicho humano sobrevivirá.
En el actual estado de confinamiento, la pregunta que nos debería importar es lo que pasará una vez calmada la tormenta: ¿Actuaremos de forma diferente? ¿Este período tánico, nos volcará a un eros renovador? ¿Nuestros hábitos cotidianos, desde los más sencillos en casa, en el barrio, en la ciudad, nuestras actitudes con la familia, con los vecinos y con todo el género humano, se transformarán lo suficiente para crear nuevos vínculos con el planeta, con nuestra morada?
¿Daremos un salto moral y ecológico hacía un nuevo entorno de vida o seguiremos a expensas de nuestra condición de bicho egoísta y depredador?
La verdadera humanidad
Sabemos de la complejidad de nuestra naturaleza, de ese brillante y contradictorio universo emocional y mental que nos distingue como especie y es posible que esa condición nos extinga pronto o nos abra caminos de sobrevivencia.
La cuarentena es un oportunidad para considerar nuestro destino con la familia, con los amigos y futuros amigos que surgen en otros confines de la Tierra, con todos ellos podemos intentar imaginarnos un cambio, una nueva ficción.
Porque he dicho que estamos en una “inficción”. No busquen la palabra en la RAE, que no existe, es una invención, si se quiere jocosa, si se quiere triste, para decir que la actual ficción “humana” del mundo de algún modo nos infecta, nos enferma. Funciona como el guión de una peligrosa escena que urge cambiar antes de que todos los protagonistas fallezcan.
Si queremos iniciar el cambio en medio de nuestras condiciones de aislamiento, podemos comenzar por descubrir en la sonrisa de los niños, la preocupación de los abuelos, la incertidumbre y la esperanza, los verdaderos retos de lo que llamamos humanidad.
La cuarentena es un oportunidad para considerar nuestro destino con la familia, con los amigos y futuros amigos que surgen en otros confines de la Tierra, con todos ellos podemos intentar imaginarnos un cambio, una nueva ficción.
Porque he dicho que estamos en una “inficción”. No busquen la palabra en la RAE, que no existe, es una invención, si se quiere jocosa, si se quiere triste, para decir que la actual ficción “humana” del mundo de algún modo nos infecta, nos enferma. Funciona como el guión de una peligrosa escena que urge cambiar antes de que todos los protagonistas fallezcan.
Si queremos iniciar el cambio en medio de nuestras condiciones de aislamiento, podemos comenzar por descubrir en la sonrisa de los niños, la preocupación de los abuelos, la incertidumbre y la esperanza, los verdaderos retos de lo que llamamos humanidad.
Este contenido hace parte del especial
Diario de la pandemia
Diario de la pandemia