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El reacomodo mundial que llegó sin disparar una bala

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El reacomodo mundial que llegó sin disparar una bala
Martes 24 de marzo, Medellín
Hoy no es un post festivo normal. Es un martes atípico: estamos en un aislamiento social lleno de incertidumbre y de sosiego, no solo en mí, sino también para millones de personas que no pueden salir a trabajar ni a distraerse ni a hacer nada distinto de las 34 excepciones que hizo el Gobierno Nacional.


En este post festivo anormal pensé y comparé esta situación con un cuadrilátero, en el que hay personas listas para correr al centro del escenario y estallar.

En una esquina está la gente que satura las terminales de transportes creyendo que los próximos días son para retornar a su lugar de origen o para vivir unas cortas vacaciones.

En otra, veo a quienes le tienen más miedo al hambre que al propio Covid-19. Estas personas son las que se aglomeran en La Alpujarra o en La Macarena buscando ayudas para afrontar esta contingencia.

En otro extremo imagino a individuos y a mandatarios, como el presidente mexicano, que piensan que el virus es un juego y que somos inmunes a él (incluso dicen estar protegidos tan solo con invocar algún valor o credo religioso).

Y en el último observo a las personas alarmistas que desde sus casas, por exceso de tiempo libre, se dedican a señalar e insultar en redes sociales.
Coronarutina
Mi día empezó a las 8 de la mañana. Amanecí trasnochado porque traer toda mi vida a un mismo espacio, y al mismo tiempo ser amo de casa, no da pie para la locha. Suerte para los que mandan a diario retos en Instagram.

La primera noticia que vi hoy fue el aplazamiento de los Juegos Olímpicos de Verano, un hecho que me hace pensar que este virus nos esta llevando a una reacomodación mundial, sin disparar una sola bala… ¡Qué gane el mejor (o el que primero logre una vacuna contra este virus)!

Una hora más tarde, a las 9:00 a. m., tuve mi primera clase virtual. Fue algo extraña, pues fue escuchaba al profesor de Música mientras preparaba mi desayuno. Luego tomé el ritmo, pero después del descanso, tipo 11 de la mañana, estaba en clase y al mismo tiempo haciendo fisioterapia con mi perra Samantha que está recién operada.
Las calles se ven extrañas completamente vacías o con escaso tráfico.
Outfit anticontagio
En el transcurso del día llegó el momento de salir: guantes y tapaboca, parte fundamental en el outfit de la población temerosa al contagio.

Fui en ocho ruedas a la plaza de mercado de La América y allá escuché, entre otras conversaciones, la queja de don Humberto, un comprador más, que exaltado comparó el precio de un producto que en cuestión de días subió más de 2000 pesos.

Más allá de eso, me preocupaban dos cosas: que llegue el alimento de mis cachorros, porque hoy no había (y que no suba su precio), y que tenga oportunidad de volver la próxima semana por más víveres, ya que laboro como prestador de servicios y con todo esto mi panorama para abril es incierto.

De regreso a casa me alisté para una entrevista virtual. Tardé en discernir si solo me ponía la camisa decente y abajo me quedaba en sudadera. Pero no… me metí en el papel y terminé hasta con zapatos formales.

Ahora, en la noche, recopilo estas líneas. Solo puedo decir que nos vienen días difíciles conociendo medidas que se adoptan en una guerra: estamos tomando decisiones complejas, unos países más que otros, frente a un enemigo invisible.

En Estados Unidos se escuchan propuestas como sacrificar a los adultos mayores. En Venezuela, por su parte, se cree que el virus lo cura un “guarapito”, como dijo Nicolás Maduro, su presidente.

Acabamos de empezar este confinamiento nacional en Colombia, que no me imagino como será, si en 11 días que llevo aislado en mi casa estoy diciendo tanto disparate.
Este contenido hace parte del especial
Diario de la pandemia
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