Atando cabos sobre cosas que voy viendo
Sábado 4 de abril, Manizales
Estoy reflexionando sobre tres cosas que leí: unas mujeres e infantes embera-katío desalojados de paga-diarios y durmiendo en un parque de Bogotá, una noticia sobre una tigresa enferma por coronavirus en Nueva York, y un texto que me enviaron por WhatsApp de una historia israelí conocida por Homo deus y tres obras más muy leídas. Hace un rato pensé que tenían algo que las unía.
Voy a desarrollar cada una para ver si logro juntarlas. La primera idea está asociada a un proyecto en proceso de “masticación”: diásporas indígenas. Busqué a propósito de ello en la Web of Science y encontré un trabajo sobre Otavaleños (oriundos de la ciudad de Otavalo, Ecuador) repartidos por todo el mundo comerciando lanas.
La idea de este proyecto, en conjunto con dos profesoras de estudios de familia, una demógrafa y una especialista en migración, es ver lo que produce la emigración de los miembros de etnicidades fuera de sus “áreas” o “territorios”, lo que produce, casi siempre, vulnerabilidades propias de la pobreza urbana: habitaciones contaminadas, peligros en la vida cotidiana, prostitución y trata de niños, niñas y mujeres, discriminación y segregación.
La imagen urbana que esto produce es la de niñas embera embarazadas pidiendo limosna o bailando para ganarse una moneda de los transeúntes, un drama que se repite en Pereira, Riohacha, Bogotá, Puerto Carreño, Arauca y muchas capitales más.
Presionados por el conflicto, el hambre y las demandas y aspiraciones contemporáneas, viajan personas, grupos familiares, fuera de las zonas en donde históricamente han estado. Pero, aquí viene el primer cabo: ¿es que acaso están confinados?
Estoy reflexionando sobre tres cosas que leí: unas mujeres e infantes embera-katío desalojados de paga-diarios y durmiendo en un parque de Bogotá, una noticia sobre una tigresa enferma por coronavirus en Nueva York, y un texto que me enviaron por WhatsApp de una historia israelí conocida por Homo deus y tres obras más muy leídas. Hace un rato pensé que tenían algo que las unía.
Voy a desarrollar cada una para ver si logro juntarlas. La primera idea está asociada a un proyecto en proceso de “masticación”: diásporas indígenas. Busqué a propósito de ello en la Web of Science y encontré un trabajo sobre Otavaleños (oriundos de la ciudad de Otavalo, Ecuador) repartidos por todo el mundo comerciando lanas.
La idea de este proyecto, en conjunto con dos profesoras de estudios de familia, una demógrafa y una especialista en migración, es ver lo que produce la emigración de los miembros de etnicidades fuera de sus “áreas” o “territorios”, lo que produce, casi siempre, vulnerabilidades propias de la pobreza urbana: habitaciones contaminadas, peligros en la vida cotidiana, prostitución y trata de niños, niñas y mujeres, discriminación y segregación.
La imagen urbana que esto produce es la de niñas embera embarazadas pidiendo limosna o bailando para ganarse una moneda de los transeúntes, un drama que se repite en Pereira, Riohacha, Bogotá, Puerto Carreño, Arauca y muchas capitales más.
Presionados por el conflicto, el hambre y las demandas y aspiraciones contemporáneas, viajan personas, grupos familiares, fuera de las zonas en donde históricamente han estado. Pero, aquí viene el primer cabo: ¿es que acaso están confinados?
La etnicidad localizada como confinamiento
No podemos pensar sus etnicidades completas, coherentes, sino en la península para los guajiros, en la selva para los embera, ticuna, curripaco, cubeo… en la sabana para los jivi, en la montaña para los nasa…
¿Es un problema de la manera como pensamos la etnicidad? ¿O es una manera como esta ha preparado a sus miembros para coexistir en otros contextos no agrícolas, no silvícolas?
Puede haber problema en las dos: la manera como concebimos la etnicidad, con alguna tendencia a la sustancialización exótica y la manera como esta se produce en un contexto de marginalidad, subordinación y desigualdad.
Pareciera que la relación medioambiente-cultura se mantuviera como contexto de marginalización a tecnoculturas urbanas a donde migran.
La socialización “tradicional”, localizada y propia, en contextos locales de etnicidad marcada, no prepara para la tecnocultura urbana y es un riesgo que vulnerabiliza a los migrantes. La etnicidad localizada parece ser una primera dimensión del confinamiento.
Llegan noticias más tristes, en el Alto Baudó (departamento del Chocó) la gente está confinada porque si no se muere… Pero no del coronavirus, sino de las balas de los irregulares que ocupan su territorio para producir y exportar coca.
¿Es un problema de la manera como pensamos la etnicidad? ¿O es una manera como esta ha preparado a sus miembros para coexistir en otros contextos no agrícolas, no silvícolas?
Puede haber problema en las dos: la manera como concebimos la etnicidad, con alguna tendencia a la sustancialización exótica y la manera como esta se produce en un contexto de marginalidad, subordinación y desigualdad.
Pareciera que la relación medioambiente-cultura se mantuviera como contexto de marginalización a tecnoculturas urbanas a donde migran.
La socialización “tradicional”, localizada y propia, en contextos locales de etnicidad marcada, no prepara para la tecnocultura urbana y es un riesgo que vulnerabiliza a los migrantes. La etnicidad localizada parece ser una primera dimensión del confinamiento.
Llegan noticias más tristes, en el Alto Baudó (departamento del Chocó) la gente está confinada porque si no se muere… Pero no del coronavirus, sino de las balas de los irregulares que ocupan su territorio para producir y exportar coca.
El problema con los animales
La segunda noticia, la tigresa con coronavirus, tiene para mí dos aristas: los animales portan, no solo producen y, por ende, pueden transmitir esta y muchas otras enfermedades.
La primera consecuencia es que se abandonen a miles de mascotas, cuya población mundial ha aumentado, por miedo a la transmisión del virus. La segunda es que la naturaleza, los pescados, los animales de caza, lentamente se volverán peligrosos.
Ya existen muchos tabús en las tradiciones culturales de todos los continentes que prohíben, marcan como peligrosos a algunos animales.
En varios ríos de la Amazonia y del Chocó no se puede comer pescado porque la minería ilegal los ha llenado de mercurio que mata lentamente.
Al perderse la posibilidad de la sostenibilidad de los sistemas de producción pastoril, silvícola, en intensa relación con la selva o la sabana o la montaña, y no solo agricola o pesquero, si las especies que habitan estas zonas se vuelven peligrosas, aumenta la dependencia de alimentos externos, la necesidad de incorporarse al mercado y con ello la migración, la tala de bosques o la ilegalidad.
¿Qué expulsó a los emberas del Baudó? ¿Qué los propulsó? Además del retorno, ¿qué otras opciones hay? El tercer texto tiene otras aristas. Tengo que releerlo, para tratar de juntarlas con las dos anterior. Más tarde sigo, aún me queda tiempo…
La primera consecuencia es que se abandonen a miles de mascotas, cuya población mundial ha aumentado, por miedo a la transmisión del virus. La segunda es que la naturaleza, los pescados, los animales de caza, lentamente se volverán peligrosos.
Ya existen muchos tabús en las tradiciones culturales de todos los continentes que prohíben, marcan como peligrosos a algunos animales.
En varios ríos de la Amazonia y del Chocó no se puede comer pescado porque la minería ilegal los ha llenado de mercurio que mata lentamente.
Al perderse la posibilidad de la sostenibilidad de los sistemas de producción pastoril, silvícola, en intensa relación con la selva o la sabana o la montaña, y no solo agricola o pesquero, si las especies que habitan estas zonas se vuelven peligrosas, aumenta la dependencia de alimentos externos, la necesidad de incorporarse al mercado y con ello la migración, la tala de bosques o la ilegalidad.
¿Qué expulsó a los emberas del Baudó? ¿Qué los propulsó? Además del retorno, ¿qué otras opciones hay? El tercer texto tiene otras aristas. Tengo que releerlo, para tratar de juntarlas con las dos anterior. Más tarde sigo, aún me queda tiempo…
Este contenido hace parte del especial
Diario de la pandemia
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