A la fuerza, la mejor manera de cuidar a mi abuela
Domingo 26 de abril, Medellín
En mi familia quien más nos preocupa es mi abuela, pues ella no hace caso, es muy necia y terca, salía mucho a la acera de su casa y conversaba con todo el que pasara. Mi mamá y mis tíos la regañaban mucho para que se cuidara y ella decía que si estaba tomando las medidas pertinentes.
La extrañaba mucho. Me hace mucha falta, ya que no nos vemos regularmente porque yo siempre estaba ocupada con asuntos de la universidad. Ahora ruego porque no le vaya a pasar nada y para que, de verdad, se cuide, pues ella hace parte de la población vulnerable a la enfermedad que nos tiene en alerta en estos momentos.
Vigilancia: nuestra opción
Mi madre quizá entendió que la mejor manera de cuidar a mi abuela es a la fuerza, así que la trajo a quedarse en nuestra casa durante la cuarentena.
Digo que a la fuerza porque vivimos en un tercer piso, sus 72 años y su sobrepeso no le permiten estar bajando las escaleras para escapar a conversar con los vecinos. Ahora está mucho más vigilada y cuidada por todos nosotros.
Me parece una muy buena decisión, ahora incluso puede estar acompañada y pasar tiempo con nosotros jugando parqués y dominó, juegos que tanto le gustan. Además, puede sentirse más acogida que estando sola en su habitación viendo las telenovelas mexicanas que repiten por cuarta vez en la televisión.
Un mes…
Ha pasado un mes desde que se empezó la cuarentena obligatoria que para muchas personas ha sido una eternidad, el mes más largo y los días más difíciles de sobrellevar. Sin embargo, en mi caso siento que el tiempo se ha ido más rápido, me parece increíble que lleve un mes entero sin salir de mi casa ni para sacar a mi perrita, Perla.
Quizá a mí no me ha dado tan duro esto del aislamiento social porque no soy una persona de estar saliendo cada fin de semana, de mantenerse en la calle o de muchos amigos.
Soy, como dicen por ahí, “una niña de casa” que iba de la casa a la universidad y viceversa, y solo salía con mi novio. Imagino que por esto no me siento aburrida ni tensa… he sentido todo con la misma normalidad de siempre.
Claramente hay cosas que se sienten distintas, como ver a mi abuela todos los días, tener un poco más tiempo para mí y estar tan cerca de mi familia. Estos son aspectos que, aunque diferentes, no son malos y nos ayudan a sentirnos menos solos y aprender a ser mejores.
Es seguro que después de que todo esto pase no volveremos a ser los mismos de antes, yo no volveré a ser la misma: esta situación nos ha dejado muchas enseñanzas como sociedad y nos repite a cada instante que la vida es solo una y es corta.
Hay que aprovechar cada instante y buscar lo mejor de nosotros mismos para brindarle al mundo. Además, la Tierra se manifiesta cada día, recordándonos que está viva y que debemos de cuidarla y protegerla como nuestro único hogar.
Me encanta la manera en que lo hace, la naturaleza reclamando lo que le fue arrebatado durante años: aguas cada vez más limpias, aires cada vez más puros y animales sin miedo de salir a las calles. Sería hermoso aprender a valorar lo que tenemos ahora e impedir que mañana sea demasiado tarde.
Diario de la pandemia