El sonido de la libertad es una película de Alejandro Monteverde estrenada este año que retrata una cruel realidad que no se había mostrado sin pelos en la lengua en el séptimo arte: el tráfico de menores de edad.
El director mexicano realizó una profunda investigación acerca del tema y se encontró con la que sería la historia de su película: Tim Ballard, quien fue agente especial del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, donde se destacó por su trabajó en el Grupo de Trabajo sobre Delitos de Internet contra Niños, viajó a Cartagena para rescatar, por medio de una operación encubierta con ayuda de diferentes instituciones, a 123 menores víctimas de tráfico en Colombia.
No es de extrañarse la polémica que ha generado en la opinión pública mundial la película, ya que los temas que aborda son, más que delicados, unas tragedias inefables. Sin embargo, es una realidad que debe ser presentada.
Uno de los factores por los cuales el filme ha sido criticado es que, teniendo en cuenta que es basada en una historia real, presenta a un grupo global de pedófilos y traficantes de niños que está dirigido a élites y celebridades.
A lo largo de los años se han expuesto los nombres de celebridades y poderosos involucrados en el que sería el delito que más ha aumentado a lo largo de los años y datos como esos brillan tanto que no se pueden tapar con un dedo.
“Una bolsa de coca se vende una sola vez, pero un niño es vendido para ser violado sexualmente hasta diez veces en un día”: El sonido de la libertad.
En 2022 hubo más de 22 millones de nuevas imágenes de pornografía infantil, lo que significa un aumento de 5.000 % en 5 años.
Según Naciones Unidas en su Informe Global sobre la Trata de Personas, las niñas son tratadas principalmente con fines de explotación sexual, mientras que los niños son utilizados para trabajos forzados.
Save the Children, organización que defiende y protege los derechos de la infancia en 118 países del mundo, indica que la pobreza, la discriminación, la inseguridad y la falta de políticas sociales y de acceso a una educación adecuada y de calidad son algunas de las causas por las cuales la explotación y el tráfico infantil son una epidemia que no deja de crecer.
No es una mentira, es una realidad en la que hay que abrir más que los ojos para ver: hay que abrir la mente, aterrizar y notar el mundo real en el que suceden esos delitos atroces, ese mundo que está más allá de las pantallas y las redes sociales.
La cabaña del tío Tom, novela de Harriet Beecher nombrada en la película, fue inspiración para la lucha contra la esclavitud.
La cabaña del Tío Tom es una novela de la escritora estadounidense Harriet Beecher. Fue publicada en 1851 y habla acerca de la maldad y la inmoralidad de la esclavitud.
La obra narra la historia del tío Tom quien era un esclavo que trabajaba en la propiedad de los Shelby y lo venden a un traficante. Esta novela es nombrada en la película y se relaciona con ella para hacer entender que la producción de Monteverde busca impulsar una lucha: la lucha contra el tráfico infantil.
“El esclavo no tiene nada. La ley lo considera en todos los aspectos tan privado de derechos como un paquete de mercancía”, dice en La cabaña del tío Tom. La esclavitud nunca ha desaparecido e incluso cuando era legal no había tanta en comparación con la actualidad.
Los verdaderos protagonistas de esta historia son los niños, seres tan puros e inocentes que, como en la película, ni siquiera entienden completamente lo que sucede en torno al tráfico y explotación al que son sometidos.
¿Cómo es posible que el ser humano haga sufrir a quienes son la esperanza del mundo? Después de todo lo que han vivido estos menores víctimas de tráfico y explotación, ¿cómo se espera que vean el mundo o que tengan fe en que la justicia existe?
Otro fragmento de La cabaña del tío Tom dice: “Existen en este mundo algunas almas benditas, cuyas penas se convierten en alegrías para los demás y cuyas esperanzas terrenales, colocadas en la tumba con abundantes lágrimas, son una semilla de la que brotan flores y bálsamos curativos para los desolados y los afligidos”.
Las almas benditas del mundo son los niños, personas que recién bajadas del cielo no han podido tocar la Tierra sino un infierno ardiente, sin esperanza y lleno de dolor.
Imagine usted, persona con hijos o no, voltear a ver una cama en la que duerme un niño que sea importante para usted, y que no esté. Y que esa personita pueda estar a cinco cuadras o en un contenedor camino a otro país. Esa sensación de desesperación, incertidumbre, impotencia, esa agonía la hace sentir El sonido de la libertad.
El sonido de la libertad es más que una película, es un movimiento, una iniciativa para luchar contra el tráfico infantil. Un filme que luchó contra el silencio que le querían imponer la industria y diferentes compañías.
Pero es desolador si esa lucha es en vano. Es imposible describir en palabras lo que hace sentir esa producción, así que lo invito a que la vea, a que se quede hasta el final, a que sienta en todo su cuerpo cada minuto que transcurre.
Un ser humano no tiene precio, los niños de Dios no están a la venta, una persona no se puede intercambiar por unos cuantos trozos de papel pintados. En un mundo “libre” nadie le pertenece a nadie. Así que, si llega a ver esta producción, cuando salga de esa sala de cine y vea a niños jugando, corriendo, viviendo…y riendo, piense que ese es el verdadero sonido de la libertad.