El Cerro Quitasol, esa imponente montaña, ubicada en Bello, y que se puede ver desde casi cualquier parte del Valle de Aburrá, es un importante ecosistema regional, una zona protegida y un símbolo cultural del municipio.
En los últimos años, y especialmente en este 2024, el cerro ha sido víctima de incendios forestales, invasiones en territorio protegido y presencia criminal en sus laderas. Aún así, hay quienes dedican su tiempo, sus esfuerzos y hasta arriesgan su vida, por proteger a este gigante verde que vigila desde las alturas a todos los bellanitas.
Desde la parte central del municipio sobresale entre los edificios, colándose en las fotos de quienes visitan la Iglesia Nuestra Señora del Rosario o la Choza Marco Fidel Suarez, Tal vez intentando hacerse ver, hacerse recordar.
Mientras nos dirigimos al occidente, pasando por barrios como El Carretero, Bellavista y Goretti, empezamos a dimensionar su magnitud, y a distinguir los diferentes caminos que existen para subirlo, algunos precolombinos, algunos coloniales y otros más recientes, todos llevan a la cima, a 2800 metros sobre el nivel del mar, desde dónde se puede ver casi todo el norte del Valle de Aburrá, y dónde podemos, por ahora, llenar nuestros pulmones de aire puro.
Por los distintos senderos que atraviesan la montaña corren historias de tradición, ancestralidad y conservación, pero también corren historias de fuego, de invasiones y de ilegalidad, estas conforman la leyenda de este cerro tutelar que arde cada tanto ante la indiferencia de algunos y el dolor de otros.
Mientras subimos por la vía principal del barrio San Martín, en la comuna 6, podemos distinguir varios parches oscuros en la superficie de la montaña, cada uno corresponde a un incendio diferente, pero no a una intención diferente.
Más arriba, dónde ya no llegan los buses del sistema integrado, se empieza a difuminar lo urbano y lo rural, y para seguir subiendo por las calles cada vez menos pavimentadas tenemos que recurrir a la vieja moto Boxer de Gustavo, un hijo del Quitasol.
Porque si, afortunadamente, este bondadoso gigante tiene hijos, Gustavo Berrío es uno de ellos. No solo porque su camibuso lo diga, sino porque lo considera su hogar, cuenta que desde niño caminaba por la montaña, y que por eso conoce el cerro como al rostro de sus hijos. “Esta es mi casa, aquí me crie yo”, dice mientras se adentra en la que él denomina la ruta de los humedales, uno de los tantos senderos que tiene la montaña y que arranca en el límite del barrio y la vereda Tierradentro.
El camibuso que lleva Gustavo pertenece a la organización hijos del Quitasol, “una especie de iniciativa entre la ciudadanía y la secretaria de Medio Ambiente de crear un grupo de apoyo a los organismos de socorro, o sea, bomberos y defensa civil, entonces éramos ciudadanos del común, pero que con digamos con cierta conciencia ambiental” cuenta Andrés Monsalve, integrante del colectivo.
Sin embargo, la caminata que unos años antes nos habría mostrado un próspero bosque de pinos y moros, nos muestra ahora cerca de una hectárea de bosque quemado: hojas y troncos secos y convertidos en cenizas conforman ahora el paisaje. “A todo esto le prendieron candela en diciembre, más al fondo se ve el incendio de esta semana”, dice señalando hacia otra mancha negra en el sector de Niquia.
Gustavo ayuda constantemente a los organismos de socorro en los incendios, ya sea en su labor de guardabosques, o por cuenta propia, “Eso es muy duro, el olor de la carne quemada de los animales, el calor tan inmenso, llamas de 5 o 6 metros, el humo que no te deja respirar y te toca tirarte al suelo para no ahogarte” recuerda Berrío sobre sus experiencias
El cerro se está quemando, o, mejor dicho, lo están quemando.
“A uno le duele este cerro porque uno se crio acá, y porque esta es una montaña viva, hay un montón de especies y para los indígenas que acá habitaban esta era una montaña sagrada, hay varias tumbas indígenas en todo el cerro, y por eso tiene una energía muy especial” expresa con convicción Berrío, emocionado porque hace poco empezó su labor de guardabosques.
Los pinos que ahora conforman el ecosistema del cerro no son nativos de este, los primeros fueron sembrados en el año 1998 por exintegrantes de bandas criminales, en el marco del proceso de pacificación del municipio.
Luchas colectivas
Andrés Monsalve también hace parte de Colectivo Corrales, otra de las organizaciones, esta totalmente ciudadana, que busca la conservación del cerro, especialmente de la reserva corrales, dónde se encuentra un valioso patrimonio arqueológico: un camino de piedra construido hace aproximadamente 8000 años por los indígenas Nutabe que habitaron la zona antes de que se cumpliera una de sus profecías, la de que a esas tierras iban a llegar hombres de dos cabezas que lanzaban fuego para matar a los hombres, según varias interpretaciones, se referían a la llegada de los españoles, y las dos cabezas, no serían más que las cabezas del caballo y su jinete.
Según Andrés Monsalve, el enfoque de la organización es la protección del sendero corrales (Foto 1) y del lugar conocido como el templo del sol (Foto 2), sitios arqueológicos construidos por indígenas Nutabe, relacionados con el Cacique Niquía. En este último, las comunidades indígenas llevaban a cabo rituales y ceremonias.
Este colectivo se centra en las actividades de caminatas ecológicas y siembras, así como pedagogía de, por ejemplo, como hacer una buena fogata, o de como reconocer las especies autóctonas del municipio.
“Colectivo corrales viene siendo como un hermanito de hijos del quitasol, solo que hijos del quitasol es como ese grupo que reúne a todos los procesos y otros grupos que hay en el municipio a nivel institucional” afirma Monsalve, quien también administra las redes sociales del colectivo.
Sin embargo, con las dos organizaciones ha pasado algo similar:” La gente va perdiendo el interés en las actividades, entonces fue un desgaste de parte y parte; ellos (Secretaría de Ambiente) desde su institucionalidad vieron que no estaban todos los que habían convocado inicialmente y posiblemente pensaron que la iniciativa no tenía potencial. Y de nuestra parte, no veíamos realmente una voluntad de incentivar las actividades diciendo: les vamos dar por lo menos un refrigerio” Monsalve también dice que hubo rumores y señalamientos de que la administración estaba legalizando recursos por medio de estos proyectos que nunca llegaban a gastarse.
Por ello, Gustavo emprendió otro proyecto, Ruta del Cacique, una agencia de turismo natural y ancestral que realiza varios recorridos en la montaña y que enseña a las personas sobre la biodiversidad y riqueza histórica del territorio.
Pero, esta iniciativa fue frenada en seco por otra problemática: los robos. “Mandan a dos personas a dar ronda, a ver si hay personas haciendo caminatas, y cuando vuelven, vuelven más y cada uno con pistola”, señala Gustavo, quien dice también que es muy difícil empezar un proyecto turístico cuando el territorio tiene tan mala fama, así que, por el momento, no hay recorridos.
“Hace aproximadamente 3 años dejamos de hacer recorridos por el lugar debido a los casos recurrentes de robos” cuenta Mario Álzate, guía turístico de Trekking Quitasol, otra agencia de ecoturismo que empezó en la montaña. En estos recorridos se divulgaba el contexto cultural, histórico y ecológico del cerro, y aunque ya no se realizan, el nombre Quitasol sigue siendo la identidad de la agencia.
Biodiversidad desprotegida
Seguimos nuestro camino y Gustavo recuerda que no desayunó, por ello se acerca a una planta, la cual tiene una vaina, y la abre, en su interior hay 2 granos y se los come “Frijolillo, pura energía. Por eso es que somos importantes las personas que conocemos los caminos y las especies del cerro, alguien no sabe de esto y se muere de hambre, todo esto es importante protegerlo”.
Ricardo Sánchez, integrante de la Mesa Ambiental de Bello destaca la importancia ambiental del cerro “Hay especies en peligro crítico de extinción. Nosotros encontramos el montañerito paisa en la cima del quitasol, una especie de ave que se creía extinta hasta 2018, solo ese animalito sería un motivo para dejar un área de conservación. También hay bosques altoandinos, bosques de robles y bosques con una gran cantidad de especies que están muy amenazadas”.
Sánchez también explica que las áreas naturales deben estar conectadas entre sí para garantizar la movilidad de las especies, a esto se le llama conectividad ambiental, y el quitasol es fundamental para esto en el Valle de Aburrá. Debido a esto, el cerro está declarado como Distrito Regional de Manejo Integrado (DRMI) por Corantioquia, y bosque de paz por el Área Metropolitana.
Ricardo expresa que esta área protegida declarada por Corantioquia limita la capacidad del municipio de Bello para ordenar ese territorio porque las disposiciones de una institución de carácter regional tienen más poder que las instituciones municipales y porque además las declaratorias vienen acompañadas de objetivos de conservación y un plan de manejo que, según la secretaria de Medio Ambiente, no ha llegado, por lo que por ahora las acciones se han centrado en mitigación y pedagogía.
A pesar de estas declaraciones, que no terminan siendo vinculantes, y de que muchas personas disfruten y se emborrachen gracias al cerro en épocas de fiestas del municipio, el territorio luce olvidado. “De la declaratoria inicial de área protegida, se tuvieron que sustraer 258 hectáreas porque estaban invadidas”, termina Sánchez, dando cuenta de lo perjudicial que ha sido la demora en la implementación de un plan de acción para proteger el cerro.
El deterioro ambiental tiene varios responsables, como por ejemplo los turistas que accidentalmente propician los incendios, o las autoridades que han visto desbordada su capacidad de atención, pero el principal, y el más difícil de solucionar, son las bandas criminales.
Conservación contra la violencia
“Los grupos organizados al margen de la ley de Bello adoptaron como renta la invasión ilegal de predios del cerro y su posterior venta mediante la figura de compraventas”. Explica Daniel Quintero, concejal del municipio y presidente de la comisión accidental que busca concertar acciones para la conservación de este territorio.
Daniel explica que el primer paso en esta práctica es ocupar a la fuerza el predio, después hacer las explanaciones y quemar cuando lo encuentran necesario, “últimamente se ha descontrolado tanto el tema de las quemas porque ya van muy arriba, ya están llegando al bosque de pinos, y al no haber un control el fuego se expande”.
Quintero resalta también que terminan siendo víctimas de esta dinámica ilegal las personas con más dificultades económicas y sociales, cómo la población migrante y desplazada. Esta población llega a Bello por cuenta del tránsito de personas y mercancías que caracteriza al municipio gracias a su posición geográfica.
Además, Daniel también menciona que hay una problemática de vivienda en el municipio que agrava la situación: hace 9 años que en Bello no hay un solo proyecto de vivienda de interés social o prioritario, por lo que el crecimiento urbanístico se está dando para personas que no son de Bello.
Es evidente que el problema ha desbordado la capacidad de atención de las autoridades “Nosotros hacemos un operativo de desalojo, tumbamos 10 viviendas, y en cuestión de 2 días ya hay 20 o 25 viviendas en el mismo lugar” explica José Serrano, secretario de gobierno del municipio.
Una de las medidas que han tomado diferentes administraciones para frenar está problemática es el uso de la fuerza pública, sobre todo, del ejército, pues el batallón de ingenieros de combate Pedro Nel Ospina, colinda con la parte más al norte del cerro.
incluso El Colombiano había informado en 2022 que el patrullaje constante de los soldados había frenado la expansión del loteo, por ello, nos intentamos contactar con el batallón para preguntar por qué actualmente no se patrulla el cerro, pero no recibimos respuesta.
Aún así, los soldados de este batallón han ayudado a atender las emergencias en el cerro, como ocurrió entre el 26 y el 29 de diciembre de 2023, cuándo estos ayudaron a apagar un enorme incendio que necesitó del apoyo de 80 socorristas, un helicóptero y hasta bomberos de otros municipios del Valle de Aburrá.
Entre aquellos hijos del Quitasol que han arriesgado su vida por su protección también está Daniel, quien en 2021 tuvo que salir desplazado del barrio El Mirador, dónde vivió desde que nació, por las amenazas en contra de su vida.
En el barrio había una franja verde aledaña a la quebrada Chagualones, que desciende desde el cerro hasta la ciudad y recorre toda la comuna 7, esta servía de corredor de fauna, Quintero cuenta que se podían encontrar Lechuzas, Zorro-perros, gallinetas y muchas otras especies.
Pero también cuenta que, a pesar de que los habitantes se organizaron para proteger la cuenca, los ilegales decidieron invadirlo para urbanizarlo. “Yo no soporté eso, porque nosotros llevábamos un proceso de muchos años con niños y niñas, hacíamos senderos, actividades y siembras y ellos decidieron acabar con todo eso. Entonces yo monté un informe con fotos y con de todo y lo presenté, y bueno, casi me matan”
“Me abordaron y me golpearon”, cuenta mientras señala una cicatriz en su rostro, “afortunadamente mis papas y la comunidad se metieron porque a mi me conocen por mi liderazgo en el barrio, pero la orden era matarme”
A partir de ahí, Daniel tuvo que activar un protocolo con la defensoría del pueblo y la SIJIN, pero cuenta que la institucionalidad se quedó corta en su protección y tuvo que hablar con los ilegales para que no lo violentaran más “lo más triste fue que al final me tocó pedir perdón por lo que hice”, termina Quintero.
La vida de Gustavo también estuvo atravesada por la violencia, pero lejos de desanimarlo, esto lo llevo al liderazgo social y de esa manera llegó a defender el cerro. En el año 1992, en plena época de la violencia en Medellín y Bello, murió su padre, así que toda la familia decidió irse a Pereira por su seguridad. Después, en 1998 desapareció uno de sus hermanos, y en 2023 otro de sus hermanos también lo hizo, después de estar trabajando 2 años en el Guaviare.
Esta situación lo hizo empezar a trabajar con la organización Madres de la Candelaria, un movimiento social que intenta visibilizar la desaparición forzada en Colombia a raíz del conflicto armado, allí empezó su liderazgo social, que cuando volvió a Bello y formó una familia, se transformó en liderazgo ambiental, un nuevo nacimiento como hijo de la montaña sagrada.
Litros de necesidades
Más arriba, el terreno se comienza a poner pantanoso, es por el agua de la escorrentía, que nace en el cerro y llega a las quebradas La Pachelly, La Chiquita, La Seca, Los Chagualones, La Bruja y muchas otras, para luego desembocar en el Río Medellín.
Sin embargo, el recurso hídrico de la montaña es aún más amplio, pues esta se encuentra conectada en un corredor de vida estratégico con el Páramo de Las Baldías, las cumbres de Altos de Medina y el embalse Río Grande II, que, según el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, suministra de agua al 96 por ciento del Valle de Aburrá.
Esta agua se capta ilegalmente por medio de mangueras y presta el servicio de acueducto para las construcciones irregulares del pie de la ladera, en muchas de estas construcciones viven algunas personas que de otra forma no tendrían acceso al agua, y mucho menos, a una vivienda, como indica Quintero, las bandas tienen todo un sistema de préstamos para dicho fin
“Por ejemplo, si eres una persona de pocos recursos, que llega desplazada, se te pueden acercar y te pueden decir: te vendo este lote de 100 metros cuadrados en dos millones y medio de pesos y te lo fio a 8 cuotas, y cuando me lo pagues, te presto para construir, y si vos no pagas te quito la vivienda, así de sencillo”, también destaca que es un modelo que se replica en varias comunas como la 1, la 4 y la 6.
Dónde hubo fuego
Gustavo explica que, para colmo, el terreno del cerro es muy propenso a incendios por dos razones: la aridez en las zonas por dónde no corre agua, y los pinos pátula sembrados a finales de los años 90.
Las hojas de este tipo de árbol caen constantemente de las ramas, dejando en el suelo una especie de tapete altamente combustible, que, además, hace que el fuego se expanda velozmente y por debajo de las hojas. Cuando el incendio se hace evidente, ya es muy grande y difícil de controlar, como fue el caso del incendio del 26 de diciembre de 2023 y que, como no pudo ser de otra forma, tuvo manos criminales en su inicio.
Si bien esto siempre ha ocurrido, el incremento en el número de incendios puede dar cuenta de un auge de la dinámica de invasión criminal, visitar la sede del cuerpo de bomberos de Bello es vivir de primera mano el estrés al que se encuentran sometidos ante tanta emergencia ambiental.
Julián Gallo, bombero voluntario expresa que el cuerpo de bomberos es suficientemente robusto para atender incendios estructurales, pero que se puede quedar corto a la hora de atender incendios forestales, más aún cuando medios como El Colombiano han denunciado que los incendios se empiezan a propagar en distintas zonas a la misma hora para que sean más difíciles de contener.
Según un informe presentado por el comandante del Cuerpo de Bomberos de Bello, Nelson Zulaica, en una sesión del concejo en el mes de febrero, en lo que iba corrido del 2024 se habían presentado 67 incendios forestales y 198 hectáreas habían sido consumidas.
Llegamos al punto más alto de nuestro recorrido y logramos ver un armadillo, algo extraño, pues estamos en una zona que hace menos de 3 meses estaba totalmente quemada. “Esto es lo que hace que valga la pena luchar por esta montaña”, dice Gustavo emocionado por el avistamiento.
Bajando otra vez hacia el casco urbano podemos ver como los noros vuelven a pelechar en el bosque destruido por el fuego, tal vez el noro, el árbol fénix, la insignia natural del municipio, simbolice ese espíritu de resiliencia de este territorio y de esta montaña, a la que tal vez lo que le espera, una vez más, es renacer de las cenizas.