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Édgar Echavarría, una vida al ritmo de la música

Por Susana Echavarría

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La música lo salvó de una profunda tristeza luego de la muerte de su mamá y la separación de sus hermanos. En su trayectoria musical compuso y produjo jingles para marcas como Pilsen, Leonisa y la Fábrica de Licores de Antioquia. Y canciones a artistas como Juanes, Lucas Arnau y Alci Acosta. Es Édgar Echavarría, más conocido como “Chava”.

Para Chava con cariño / Que sepan en Puerto Rico, que es la tierra del jibarito / A Nueva York hoy mi canto / perdonen que no les dedico…

En El Social, un bar de salsa en Medellín ambientado como una tradicional tienda de barrio de la ciudad, sonó la canción “Buenaventura y caney” del Grupo Niche, cantada por el vocalista Álvaro del Castillo y compuesta por el mismísimo Jairo Varela.

Era una tarde cálida y soleada. Allí estaban Édgar Echavarría “Chava” y sus hijas María Antonia y Susana.

–¡Wow!, ¿papi, al inicio ellos te dedicaron la canción? –preguntó Susana, la menor.

–Claro, ese fue el primer disco que yo les grabé. Es más, fue el que los hizo famosos.

Entre cervezas y canciones de salsa, los tres se quedaron conversando acerca de cómo él llegó a producirle varios discos a “una de las agrupaciones más importantes de salsa colombiana y que sus canciones han marcado generaciones”, como lo resumió Paula Ceballos en un artículo de RCN Radio.

Todo empezó cuando Édgar entró a trabajar a Codiscos, una empresa discográfica colombiana fundada en 1950 por Alfredo Díez, quien era muy amigo de Humberto Echavarría, su papá, quien, al trabajar en una de las primeras aerolíneas transportadoras de la ciudad, la Sociedad Aeronáutica de Medellín, le trajo las primeras máquinas de estudio de grabación a Codiscos. Gracias a esto consiguió un puesto para “Chava”.

Ahí comenzó una parte crucial de su carrera musical: la ingeniería de sonido. “Mientras estuve trabajando ahí del año 81 al 86, Codiscos creció de una manera abismal porque pudieron hacer ventas récord en Colombia”, afirmó.

 “Chava” en lo suyo. Foto cortesía.

Durante los años que trabajó allí, se encargó de la producción musical de artistas como Fausto, Darío Gómez y el Binomio de Oro de América. Actualmente, es “la disquera independiente más importante de América Latina”. Artistas como Nicky Jam, El Gran Martín Elías y Helenita Vargas han alcanzado el éxito junto a ellos.

El detonante de su amor por la música

Cuando Édgar tenía 8 años, su mamá, Nora Molina, una pelinegra de cuerpo estilizado y que olía a tonos florales, murió de neumonía. “Esto para mis tíos fue un dolor de cabeza porque éramos 7 hijos”, dijo Édgar.

A todos los dividieron entre las casas de los hermanos de Nora, ya que Humberto, su esposo, no podía encargarse de ellos. La mayoría se quedaron en Medellín, excepto Fabio, que viajó hasta Bogotá a vivir con su tío Javier.

Nora con sus hijos y algunos sobrinos. Foto del álbum familiar.

Así estuvieron durante 2 años. “Esto dejó una huella imborrable en la familia”, expresó María Adelaida, la hermana menor.

Édgar recordó lo difícil que fue: “Cuando entré ahí yo sabía que ese no era mi mundo. Mi mundo estaba en otro lado. Me acuerdo de que Beatriz, mi prima, me preguntó: “¿Cómo vas, cómo te sentís?’ Y yo le decía: esto es una mierda, esta gente no tiene ni sensibilidad”.

Por ejemplo, cuando llegaba tarde le cerraban la alacena y le prohibían comer, por lo que en algunas ocasiones le tocaba escaparse, coger un mango y comérselo para no dormirse muerto de hambre.

“Me conseguí una guitarra de compañía, con la que me sentaba en la manga a ver Medellín y lloraba extrañando a mis hermanos. Guardaba ese tema para mí y hacía como si nada pasara”, expresó Édgar. Así llegó la música a su vida.

Más adelante, Sara, su prima, vino de Canadá y trajo en un disco de pasta la canción “Los sonidos del silencio”, de un dueto americano y otro de los Beatles. Cuando Édgar los escuchó sintió una conexión inexplicable y fue con ellos con los que realmente empezó todo.

“Jugábamos a ser los Beatles. Yo hacía la batería con tarros y palitos de pino. Santiago imitaba el bajo, Joaquín y Juan José, con palos de escoba, hacían la guitarra, igual que Édgar que también cantaba”, relató Fabio, su hermano.

Todos amaban la música, pues su papá fue cantante tenor de ópera. Él era blanco, atlético y tenía poco pelo. Se presentaba en el teatro más famoso de la época en Medellín, el Teatro Lido. Ahí cantó Gardel. Quedaba en el parque Bolívar y estaba rodeado de árboles y jardines. Alrededor de este vivían las familias más prestantes de la ciudad.

Matrimonio de Humberto y Nora. Foto de cortesía.

“El hobby de mi papá era la música, compró un piano de cuarto de cola en Londres para aprender a tocarlo. No lo dejaba tocar de nadie, nosotros le descubrimos la llave y Édgar con su vena artística lo tocaba”, relató Fabio, su hermano.

Más adelante, su papá recibió clases con “Teresita Gómez, Blanquita Uribe y Harold Martina, grandes artistas reconocidos en Medellín”, dijo Édgar, quien años después compartió escenario con Teresita.

El piano estaba en la sala de la casa, en la que volvieron a vivir todos juntos. Quedaba en Laureles, tenía piscina, tres patios y dos comedores, uno para los mayores y otro para los jóvenes.

“Cuando nos volvimos a reunir los 7 hermanos, estuvimos 2 días prácticamente sin dormir contando cada uno las vivencias y experiencias”, relató María Adelaida.

El primer “boom” de su carrera

“Los abuelos del rock paisa”, así llamó Paulo Cepeda, en su artículo de El Tiempo, a “Judas”, “la legendaria banda de rock de Medellín, recordada por la vieja guardia roquera”, afirmó Paulo.

En 1974 nació “Judas”, que estaba conformada por Jorge Calderón, el guitarrista líder; el baterista Jorge Montoya, quien según HagalaU, “fue considerado el mejor baterista paisa de aquellos años 70”; Nicolás Londoño, el bajista y Édgar, que era el vocalista y tocaba la guitarra rítmica.

Foto tomada de periódico El Mundo.

Cuando estaban en pleno furor, llenaron el Palacio de Exposiciones, de Medellín, que “era para aproximadamente 15.000 personas y entraron como 20.000. El mánager de nosotros “Cancho Espectáculos”, alquiló un helicóptero para hacer un show de talla internacional, su función era recoger a cada uno de los músicos en el Aeropuerto Olaya Herrera, lo descendía en el escenario y luego iba por el otro”, narró “Chava”.

“Los mejores conciertos fueron en el Coliseo Mayor de Medellín y en El Campín de Bogotá, como teloneros del grupo inglés The Musicians”, mencionó Cepeda en su artículo. Además, ganaron el concierto nacional de rock.

Durante ese tiempo, Édgar conoció a “La mona”, quien fue la mamá de Alejandro, su primogénito. “A ella la conocí porque era vecina y estuvimos 5 años juntos”, contó.

En el 79 dejó “Judas” e inició sus estudios en administración, pero nunca los terminó.

Uno de los muchos artículos de prensa sobre la banda.

Empresario independiente

Creó su propio estudio de grabación que primero se llamó Bluss Ltda. (Banda Libre Unida a Sistema de Sonidos Limitada), junto con Óscar Velázquez. “Artistas como Alfredo de la Fe y Juanes me buscaron, también me llamaban los sellos de Miami y de Nueva York para grabar artistas de salsa”, dijo “Chava”.

Fue el primero que grabó un cortometraje en 70 milímetros, con el Ejército de Colombia, en el proyecto “Hombres de Acero”, en el que fue el encargado de la música.

“Hombres de Acero I” fue tan famoso que sirvió como uno de los himnos para la guerra del Golfo Pérsico (1990) y se escuchó hasta en las discotecas de Nueva York.

Escuchar “Hombres de Acero I”.

En 1989 compró una casa amarilla mostaza, en La Aguacatala, un barrio del sur de Medellín lleno de residencias grandes y con estilo colonial español. Ahí montó su estudio de producción artística y grabación que tuvo durante 12 años.

Allí nacieron sus otras hijas, María Antonia y Susana, que tuvo junto con su segunda esposa, Liliana Delgado, una morena diez años menor que él.

Empezó a meterse en el mundo de la publicidad, un campo que también lo apasionaba. “Agarré todo el mercado, fui el primero en la ciudad en hacer jingles”, comentó. Por ejemplo, hizo el jingle más conocido de Colchones Comodísimos.

Agencias como Jaime Uribe Asociados y Jesús Arnau, lo buscaban. En ese tiempo conoció a Michael Arnau, quien fue muy amigo suyo, y fundaron la Corporación Aislados.

“Cuando íbamos a Mar y Cielo, la cabaña de Michael en las Islas de San Bernardo, conocí la comunidad del Islote y ahí empezó todo. Después de 12 años de presidencia en Aislados, renuncié y en 2015 fundé la Fundación Caballito de Mar”, expresó. Hoy trabaja firme por este proyecto.

Más vidas que un gato

Muchas veces se ha tropezado con la muerte. Sin embargo, como dice, por algo sigue acá. La primera vez fue cuando, en un paseo a Frontino, un municipio antioqueño, se desbocó en un caballo, cayó en una piedra, se abrió la cabeza y la herida se le infectó.

Luego, por comer carne de cerdo mala, le dio un gusano y le tuvieron que hacer una cirugía de urgencia en el cerebro para sacárselo.

Después, casi lo atropella un taxi: “Por poco me pasa la misma de William, mi hermano, que, bajándose de la buseta, venía un taxi y lo cogió, quedó debajo del carro y se abrió la cabeza”.

Más adelante, sobrevivió a dos infartos. “Eso significa que yo todavía tengo una misión”, dijo, porque la mayoría de los Echavarría han muerto por infartos.

Por último, hace poco le dio culebrilla, el dolor más fuerte que ha experimentado. A pesar de sus 68 años, tiene sus sueños intactos y una vida de gato por gastar.

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