Colombia: país de claroscuros
Texto por Carolina Mejía Mejía
Ilustración por Simón Barrera
Tras una investigación cuidadosa, María Teresa Ronderos; politóloga de la Universidad de Los Andes, especialista en esta misma área de la Universidad Estatal de Florida y magíster en Ciencias Políticas y en Periodismo de la Universidad de Syracuse, relata, a través de su libro Guerras Recicladas, publicado en el 2014 por la editorial Penguin Random House, la oleada de paramilitarismo que sacudió a Colombia entre finales de los años setenta y 2006.
Hay quienes, cegados bajo una ideología o, no habiendo estudiado la historia del país con detenimiento, afirman que en Colombia no hubo persecución, matanza, ni conflicto armado o, de reconocerlo, incriminan a la izquierda como autora, victimaria y/o responsable de los ríos de sangre que han bañado nuestras tierras desde su fundación. De allí la importancia de esta obra que, además de brindarnos contexto, nos afina la mirada en perspectiva social e histórica para comprender de fondo el funcionamiento de este territorio macondiano, en palabras de García Márquez.
Guerras recicladas es un texto de corte periodístico en el que la autora expone, en 402 páginas, las razones que conllevaron al surgimiento y auge de grupos de autodefensas y, posteriormente, grupos de paramilitares en Colombia. A través de seis capítulos: “Las autodefensas de Puerto Boyacá”, “Modelo para armar”, “Guerra Fría en tierra caliente”, “Los amalfitanos: auge y caída”, “Los Resistentes”, “La última desmovilización paramilitar”; Ronderos explica cómo el fenómeno de la contrainsurgencia terminó envolviendo a civiles, narcotraficantes, militares y políticos colombianos y extranjeros en acciones para silenciar y desarticular personas y grupos con ideales de izquierda y comunistas en Colombia.
Colombia, un país con estrecho vínculo con los Estados Unidos, vivió la Guerra Fría de forma tardía. Desde finales de los 40s, el mundo se debatía entre un sistema de corte capitalista y otro comunista. Esta disputa vino a azotar al país finalizando los 70s, específicamente en 1979, cuando Henry de Jesús Pérez, indignado por el pago de “vacunas” y el secuestro de uno de sus amigos a manos de las FARC, crea, junto a sus hijos y algunos finqueros de Puerto Boyacá, Magdalena Medio colombiano, un grupo de autodefensas para armarse y provocar ofensivas contra las guerrillas de izquierda. Este modelo, aunque en principio pequeño, comenzó a expandirse por todo el país, hasta el punto de convertirse en un as bajo la manga de las fuerzas militares, las cuales brindaron entrenamiento y armamento militar especializado a civiles para erradicar el fantasma del comunismo que se alojaba, incluso, en las entrañas de las selvas colombianas y que “amenazaba” el orden constitucional y la soberanía del país.
La importancia y vigencia del texto parte del lenguaje elegido por la autora, la estructura cronológica ascendente que permite conocer el fenómeno desde sus orígenes hasta la supuesta desmovilización de los paramilitares en el gobierno de Álvaro Uribe, el entramado de citas testimoniales y documentales, fuentes primarias y secundarias, que lo dotan de credibilidad: informes judiciales, cartas, entrevistas hechas por la autora a políticos, militares, ganaderos, paramilitares y personas que vivieron el conflicto, informes noticiosos de la revista Semana, El Tiempo, El Espectador, datos de Ongs.
Recomiendo el texto a todo tipo de personas y considero que este es de obligatoria lectura para aquellos que sientan curiosidad por la historia del conflicto interno colombiano y para estudiantes de primeros semestres de Periodismo, Comunicación Social, Derecho, Ciencias Políticas, Sociología, Antropología y otras Ciencias Sociales y Humanas, al ser una muy buena radiografía de esto que conocemos como Colombia.
Guerras recicladas permite desmentir, entre muchas cosas, el supuesto de los inicios del paramilitarismo tras la muerte del padre de los hermanos Castaño; Jesús Antonio Castaño. De igual forma, permite evidenciar cómo este fenómeno, a vista de algunos “interno”, hace parte de un asunto mundial con gran apoyo por parte de los Estados Unidos e Israel.
Cada palabra que leía me recordaba aquella frase de infancia “para pelear se necesitan dos” y, aunque algunos dirán que puedo estar cayendo en la idea maniquea del bien y el mal bajo la que se levantan gran parte de los postulados cristianos, quiero expresar que en este país ocurrió de esta forma, aunque acá el mal fue cuestión de varios, abanderados por los vacíos, el abandono y la negligencia del Estado: políticos tradicionales, fuerzas militares, paramilitares, guerrillas de izquierda.
A partir del texto me surgen las siguientes preguntas: ¿cuándo entenderemos que guerra con guerra no es la salida?, ¿por qué temerle al comunismo, si a diferencia del capitalismo es un sistema que hasta ahora no se ha logrado aplicar?, ¿por qué aún seguimos pensando que lo legal es lo correcto?, ¿por qué los colombianos, sabiendo que normalmente unen moral y política, legitiman y aplauden la baja de un guerrillero y no la de un militar que pudo haber cometido más injusticias y actos atroces?, ¿en Colombia es correcto hablar de víctimas, aun sabiendo que todos de alguna u otra forma nos hemos visto implicados en el conflicto?, y a fin de cuentas, ¿a quién hay que creerle, quién tiene la razón?
Y, para finalizar, si sabemos que el Estado es corrupto, ineficiente, insuficiente y negligente, no solo ahora, sino desde sus inicios, ¿por qué seguimos escuchando a aquellos políticos que nos venden la idea de que el enemigo es el comunismo, sabiendo que los peores ataques que hemos recibido son por parte de aquellos que deberían brindarnos bienestar, pero no cumplen?