¿Estamos listas?
Estamos a pocos meses de las elecciones para alcaldes y gobernadores en el país y desde ya las redes sociales y los medios de comunicación juegan un papel fundamental para que la ciudadanía elija por quién votar.
Los candidatos nuevos y tradicionales afilan sus estrategias políticas y de mercadeo basados, en gran parte, en el manejo de sus redes virtuales (Instagram, Facebook y Twitter).
Sin embargo, detrás de las campañas políticas actuales hay mucho más que eso. Los teóricos le llaman a este fenómeno la personalización de la política, y la discusión que surge de este concepto es qué tanto estas nuevas estrategias influencian la decisión de los votantes.
Desde hace décadas los colombianos tienen una profunda desconfianza en sus gobernantes, se quejan de mandatarios elitistas e insensibles a las necesidades de una mayoría popular y exigen que la brecha entre representantes y representados disminuya.
La personalización de la política es un fenómeno que obliga a los políticos a crear una imagen de líder dependiendo de las problemáticas particulares de cada lugar, modificando hasta las características mínimas de su personalidad por las que se consideran más populares o favorables para los votantes.
Es así como algunos mandatarios se pintan canas para parecer más experimentados y otros se ponen «pintas» informales para verse más juveniles, convirtiendo al político y a su campaña en un producto más de entretenimiento.
En la capital antioqueña hay un colectivo que explora una mutación de la personalización de la política. Estamos Listas es un grupo de mujeres que busca tener una voz representativa dentro de la política local y que desde 2017 formó una red de apoyo que involucra varios círculos de mujeres con lazos entre sí.
Este colectivo visualiza a la personalización de la política como un arma de doble filo, ya que con la misma facilidad con la que un líder puede conseguir apoyo o reconocimiento del público, también puede ser odiado y abucheado.
La personalización de este movimiento se caracteriza por la diversidad sexual, económica y académica de sus integrantes: “somos muchas, somos diversas, estamos en todos lados y hacemos de todo…”, fue su primer lema público. Se muestran como una iniciativa de mujeres en su mayoría jóvenes y universitarias.
“La principal característica de nuestras integrantes es que más del 70% de las mujeres son menores de 39 años”, dice Piedad Toro, vocera principal de este colectivo.
El perfil descrito, que en este caso se pliega a un colectivo, contiene características propias de la personalización de la política: querer mostrar un aire nuevo, juvenil, diverso, que defienda una causa históricamente ignorada y abanderado por una población específica. Son muchos los ejemplos que no solo en Colombia, sino en el ámbito internacional, pueden dar cuenta de este modelo.
Uno de los casos más conocidos es el de Donald Trump, presidente de los EE. UU. Este personaje, sin ningún bagaje político, llegó a la presidencia de una potencia mundial gracias a que se desenmarcó del esquema del político tradicional.
Y se convirtió en un aire nuevo para la política estadounidense, que prometía defender causas propias de un sector específico de la población (el hombre blanco estadounidense de clase media) y solucionar circunstancias que tradicionalmente eran evitadas, como los problemas relacionados con los inmigrantes, la intervención política extranjera, el tratado de libre comercio, entre otros.
En estos temas incurría en discusiones “políticamente incorrectas” ante la mirada nacional e internacional.
En nuestro caso local, es evidente que el primer mandatario de Medellín utilizó estrategias similares no solo como candidato, sino cumpliendo sus labores como alcalde.
Con la candidatura por firmas, que es la manera de no vender un partido político sino venderse a sí mismo, Federico Gutiérrez Zuluaga, ingeniero civil, inscribió su candidatura a la Alcaldía de Medellín: “mi responsabilidad es con vos, no con los partidos”, fue la frase que soportó el mensaje de su campaña.
Los candidatos nuevos y tradicionales afilan sus estrategias políticas y de mercadeo basados, en gran parte, en el manejo de sus redes virtuales (Instagram, Facebook y Twitter).
Sin embargo, detrás de las campañas políticas actuales hay mucho más que eso. Los teóricos le llaman a este fenómeno la personalización de la política, y la discusión que surge de este concepto es qué tanto estas nuevas estrategias influencian la decisión de los votantes.
Desde hace décadas los colombianos tienen una profunda desconfianza en sus gobernantes, se quejan de mandatarios elitistas e insensibles a las necesidades de una mayoría popular y exigen que la brecha entre representantes y representados disminuya.
La personalización de la política es un fenómeno que obliga a los políticos a crear una imagen de líder dependiendo de las problemáticas particulares de cada lugar, modificando hasta las características mínimas de su personalidad por las que se consideran más populares o favorables para los votantes.
Es así como algunos mandatarios se pintan canas para parecer más experimentados y otros se ponen «pintas» informales para verse más juveniles, convirtiendo al político y a su campaña en un producto más de entretenimiento.
En la capital antioqueña hay un colectivo que explora una mutación de la personalización de la política. Estamos Listas es un grupo de mujeres que busca tener una voz representativa dentro de la política local y que desde 2017 formó una red de apoyo que involucra varios círculos de mujeres con lazos entre sí.
Este colectivo visualiza a la personalización de la política como un arma de doble filo, ya que con la misma facilidad con la que un líder puede conseguir apoyo o reconocimiento del público, también puede ser odiado y abucheado.
La personalización de este movimiento se caracteriza por la diversidad sexual, económica y académica de sus integrantes: “somos muchas, somos diversas, estamos en todos lados y hacemos de todo…”, fue su primer lema público. Se muestran como una iniciativa de mujeres en su mayoría jóvenes y universitarias.
“La principal característica de nuestras integrantes es que más del 70% de las mujeres son menores de 39 años”, dice Piedad Toro, vocera principal de este colectivo.
El perfil descrito, que en este caso se pliega a un colectivo, contiene características propias de la personalización de la política: querer mostrar un aire nuevo, juvenil, diverso, que defienda una causa históricamente ignorada y abanderado por una población específica. Son muchos los ejemplos que no solo en Colombia, sino en el ámbito internacional, pueden dar cuenta de este modelo.
Uno de los casos más conocidos es el de Donald Trump, presidente de los EE. UU. Este personaje, sin ningún bagaje político, llegó a la presidencia de una potencia mundial gracias a que se desenmarcó del esquema del político tradicional.
Y se convirtió en un aire nuevo para la política estadounidense, que prometía defender causas propias de un sector específico de la población (el hombre blanco estadounidense de clase media) y solucionar circunstancias que tradicionalmente eran evitadas, como los problemas relacionados con los inmigrantes, la intervención política extranjera, el tratado de libre comercio, entre otros.
En estos temas incurría en discusiones “políticamente incorrectas” ante la mirada nacional e internacional.
En nuestro caso local, es evidente que el primer mandatario de Medellín utilizó estrategias similares no solo como candidato, sino cumpliendo sus labores como alcalde.
Con la candidatura por firmas, que es la manera de no vender un partido político sino venderse a sí mismo, Federico Gutiérrez Zuluaga, ingeniero civil, inscribió su candidatura a la Alcaldía de Medellín: “mi responsabilidad es con vos, no con los partidos”, fue la frase que soportó el mensaje de su campaña.
Desde que lo eligieron alcalde, en 2016, Gutiérrez ha sido un hombre activo en redes sociales. Son pocos los comunicados oficiales que expide la Alcaldía como primicia informativa.
Todo, desde comentarios personales hasta los resultados de proyectos ejecutados, es primero publicado en sus redes sociales, mediante videos tomados desde su propio celular, sin guion y en ropa informal, que luego son asumidos como comunicados institucionales.
Este modus operandi, propio de su estilo, induce altibajos en la política paisa: “Federico Gutiérrez: el alcalde de las redes sociales, no de la gente”, “La venenosa respuesta del alcalde Federico Gutiérrez en su Instagram”, “Federico Gutiérrez y el uso de Twitter para gobernar Medellín”, estos titulares hacen idealizar y satanizar su forma de gobernar.
Pero en épocas de campañas la mayoría de lo políticos aceptan que es necesario competir en esta carrera desenfrenada por lograr la atención de la audiencia; la democracia actual no concibe votar por un candidato que no esté permanente visible.
Estamos Listas lo sabe y ha hecho todo el despliegue para ser conocido. Es un colectivo que, a 6 meses de las elecciones y sin tener candidatos oficiales, está en la mira de todos los medios de comunicación locales.
La personalización de la política, tal y como la conocemos, se la debemos a los medios de comunicación, en especial a los audiovisuales, que fueron los que configuraron una forma distinta de generar opinión pública; la imagen simplifica el mensaje que se envía.
“Cada vez más el hombre que ve está sustituyendo al hombre que lee”, dice el politólogo italiano Giovany Sartory. Y es por esto que, defender una ideología es una tarea demasiado difícil para una sola persona. Una vez cometa algún error, el apoyo a todo el colectivo queda en riesgo.
Actualmente, Estamos Listas recolecta 15 mil firmas necesarias para presentarse como movimiento político a las elecciones al Consejo de Medellín y lo están haciendo sin que las personas que eligieron para representar a dicho colectivo en caso de ganar se presenten ante los medios de comunicación ni hagan campaña política personal.
Su intención es que las persona que los apoyen lo hagan por las ideas del colectivo y no por los individuos. Ellas saben, sin embargo, que eso puede jugar como una desventaja.
Los grupos que no elijen un representante principal sufren de pérdida de credibilidad, gracias a la posible evasión del cumplimiento de los compromisos de campaña que implica no tener un responsable directo.
“Se llama Dora Saldarriaga, es abogada y profesora de la Universidad Autónoma”, fue toda la información que pudo dar Piedad Toro, para este artículo, sobre la cabeza de la lista para ocupar las curules en caso de ganar. Una información que ha generado expectativa en los medios de comunicación durante los últimos meses.
La apuesta que propone Estamos Listas es muy arriesgada, teniendo en cuenta que obliga al votante a estudiar e invertir tiempo para conocer sus propuestas. Una tarea difícil en una sociedad en la que las votantes sopesan el costo-beneficio de dedicarle tanto tiempo a informarse, sabiendo que muchas de las decisiones que se tomarán no dependen de un único voto.
Esta forma de hacer política, tanto de un colectivo como en lo individual, ha permitido que, incluso, personas sin formación y sin cualidades políticas puedan convertirse en líderes seductores, limitándose a representar un papel, casi teatral, sobre el que apenas tienen control.
Una pregunta fundamental a la que conduce este fenómeno es para qué o para quién resulta más funcional la personalización. El interés que hay en agudizarla hace que los líderes, muchas veces ligados a la temporalidad inestable de su mandato, piensen más en su futuro personal que en el de la sociedad.
¿Nosotros como ciudadanía estamos listos para untarnos de la política un poco más allá de lo que vemos en la televisión o en las redes? o ¿Esta forma de hacer política no es más que una estrategia para presentar de manera distinta lo mismo de siempre? ¿Más allá del espectáculo nos importan los ideales? <¿Estamos listos?
Muchas veces la influencia mediática es imperceptible y nos bombardea sin importar el grado de educación o estrato. Lo importante en estas próximas elecciones que se avecinan es ser conscientes de lo que implica votar.
Todo, desde comentarios personales hasta los resultados de proyectos ejecutados, es primero publicado en sus redes sociales, mediante videos tomados desde su propio celular, sin guion y en ropa informal, que luego son asumidos como comunicados institucionales.
Este modus operandi, propio de su estilo, induce altibajos en la política paisa: “Federico Gutiérrez: el alcalde de las redes sociales, no de la gente”, “La venenosa respuesta del alcalde Federico Gutiérrez en su Instagram”, “Federico Gutiérrez y el uso de Twitter para gobernar Medellín”, estos titulares hacen idealizar y satanizar su forma de gobernar.
Pero en épocas de campañas la mayoría de lo políticos aceptan que es necesario competir en esta carrera desenfrenada por lograr la atención de la audiencia; la democracia actual no concibe votar por un candidato que no esté permanente visible.
Estamos Listas lo sabe y ha hecho todo el despliegue para ser conocido. Es un colectivo que, a 6 meses de las elecciones y sin tener candidatos oficiales, está en la mira de todos los medios de comunicación locales.
La personalización de la política, tal y como la conocemos, se la debemos a los medios de comunicación, en especial a los audiovisuales, que fueron los que configuraron una forma distinta de generar opinión pública; la imagen simplifica el mensaje que se envía.
“Cada vez más el hombre que ve está sustituyendo al hombre que lee”, dice el politólogo italiano Giovany Sartory. Y es por esto que, defender una ideología es una tarea demasiado difícil para una sola persona. Una vez cometa algún error, el apoyo a todo el colectivo queda en riesgo.
Actualmente, Estamos Listas recolecta 15 mil firmas necesarias para presentarse como movimiento político a las elecciones al Consejo de Medellín y lo están haciendo sin que las personas que eligieron para representar a dicho colectivo en caso de ganar se presenten ante los medios de comunicación ni hagan campaña política personal.
Su intención es que las persona que los apoyen lo hagan por las ideas del colectivo y no por los individuos. Ellas saben, sin embargo, que eso puede jugar como una desventaja.
Los grupos que no elijen un representante principal sufren de pérdida de credibilidad, gracias a la posible evasión del cumplimiento de los compromisos de campaña que implica no tener un responsable directo.
“Se llama Dora Saldarriaga, es abogada y profesora de la Universidad Autónoma”, fue toda la información que pudo dar Piedad Toro, para este artículo, sobre la cabeza de la lista para ocupar las curules en caso de ganar. Una información que ha generado expectativa en los medios de comunicación durante los últimos meses.
La apuesta que propone Estamos Listas es muy arriesgada, teniendo en cuenta que obliga al votante a estudiar e invertir tiempo para conocer sus propuestas. Una tarea difícil en una sociedad en la que las votantes sopesan el costo-beneficio de dedicarle tanto tiempo a informarse, sabiendo que muchas de las decisiones que se tomarán no dependen de un único voto.
Esta forma de hacer política, tanto de un colectivo como en lo individual, ha permitido que, incluso, personas sin formación y sin cualidades políticas puedan convertirse en líderes seductores, limitándose a representar un papel, casi teatral, sobre el que apenas tienen control.
Una pregunta fundamental a la que conduce este fenómeno es para qué o para quién resulta más funcional la personalización. El interés que hay en agudizarla hace que los líderes, muchas veces ligados a la temporalidad inestable de su mandato, piensen más en su futuro personal que en el de la sociedad.
¿Nosotros como ciudadanía estamos listos para untarnos de la política un poco más allá de lo que vemos en la televisión o en las redes? o ¿Esta forma de hacer política no es más que una estrategia para presentar de manera distinta lo mismo de siempre? ¿Más allá del espectáculo nos importan los ideales? <¿Estamos listos?
Muchas veces la influencia mediática es imperceptible y nos bombardea sin importar el grado de educación o estrato. Lo importante en estas próximas elecciones que se avecinan es ser conscientes de lo que implica votar.