La goleada 4-0 sufrida por Atlético Nacional ante Nacional de Paraguay selló la temprana eliminación del equipo colombiano en la Copa Libertadores 2024. Más que el resultado, la jornada será recordada por la crisis institucional del club, reflejada en una hinchada dividida que exigió la salida de la dirigencia de todas las formas posibles.
El actual “proyecto deportivo” de Atlético Nacional lo ha llevado al fracaso económico y deportivo. La fecha que refleja el punto más bajo de esta situación fue el 28 de febrero de 2024, día que jugaba contra su homónimo, Nacional de Paraguay, por la segunda fase de la Copa Libertadores.
Un partido que viví de primera mano en el estadio, en el que tuve la oportunidad de presenciar el declive institucional de un club que era referente en Suramérica y que, hoy en día, no se acerca en nada a lo que fue en 2016, cuando alcanzó “La Gloria Eterna”.
A pesar de ser un hincha comprometido y apasionado por el club, no pensaba ir al partido ni verlo por televisión. El equipo venía jugando muy mal desde que comenzó el 2024 y no daban ganas de ver A 11 “peludos” quedándose quietos en el campo sin moverse, sin buscar el desmarque, casi que sin ganas de hacer un gol.
Todo cambia cuando una amiga se me acerca y me invita a ir a este partido contra Nacional de Paraguay. Ella, quien pidió que no mencionara su nombre, es cercana con alguien de Atlético Nacional y le regaló dos boletas para ir a occidental alta, en el sector tres, muy cerca de sur, donde se hace la barra Los del Sur, la más fuerte del club.
Teniendo en cuenta de que solo tenía que gastar los pasajes para ir y devolverme del estadio (menos de 6.000 pesos), y sin tener que comprar una boleta de 115.000 pesos, acepté. “A caballo regalado, no se le mira el diente”, decía mi abuela. Recordando esas palabras, fui al peor partido que he presenciado en vivo en mi vida.
La llegada al estadio fue sencilla. A las 6:30 de la tarde salimos de su apartamento, cerca de la estación Poblado del metro y el vagón llegó en el momento en el que pasamos los torniquetes. Iba relativamente vacío, teniendo en cuenta que había partido y estábamos pasando la hora pico en la ciudad.
En la estación Estadio el ambiente se sentía raro. Al bajarnos, no había nada de fiesta o algo de alegría, se notaba el pesimismo por parte de la hinchada, incluyéndome.
Los del Sur, antes del partido, y por las redes sociales, insistieron en que los hinchas estuviéramos en el partido con una camiseta negra en señal de protesta por los malos resultados que venía teniendo el equipo: solo había ganado dos partidos en el año de nueve disputados. Parecía que estaban esperando que este fuera el décimo.
Antes de que comenzara el partido, los hinchas, especialmente Los del Sur, se hicieron sentir con cánticos que reflejaban la necesidad del equipo en el partido: “Vamos, vamos mi verde, que esta noche, tenemos que ganar”.
Un primer tiempo jugado con el pie izquierdo
Aparentemente el partido empezaba bien para Atlético Nacional. Los primeros 20 minutos se notó una presión intensa por parte del equipo local y con ganas de comerse al rival.
Al jugar tan arriba del campo contrario, y con la necesidad de meter un gol, Nacional de Paraguay en algunos momentos tomaba por sorpresa a la defensa local conformada por Bernardo Espinoza y Sergio Mosquera, este último muy criticado por parte de la hinchada “verdolaga”.
Lo bueno es que por un breve momento del partido estuvieron bien resguardados por Santiago Rojas, el nuevo arquero paraguayo del equipo y quien venía con buenas referencias.
Esa imagen se empezó a caer en el minuto 23 en un tiro libre del equipo rival que terminó en gol y con diferencia de dos. Rojas estaba mal ubicado e, incluso, aceptó su error. No pues, gracias. Queda uno más tranquilo.
Atlético Nacional perdió en el partido de ida un gol a cero. Para este partido de vuelta tenía la necesidad de hacer tan siquiera un gol para ir a la tanda de penaltis, o dos para ganar y pasar directamente.
El problema residía en que era muy difícil que lograra marcar un anhelado gol debido a que tenía una base y un proyecto deportivo tan deficiente como los directivos que la habían conformado.
Después de ese primer partido en Paraguay, Jhon Bodmer (sí, se escribe así), el entrenador en ese momento del equipo renunció al cargo por las amenazas que estaba recibiendo él y su familia. A pesar de que no era el técnico idóneo para el club, no se entiende el porqué de las amenazas hacia su familia, en especial a su esposa.
No tuvo el mejor rendimiento, pero en ningún ámbito de la vida se puede llegar a este punto, más en un país donde el fútbol y la violencia se han visto marcados por hechos lamentables que embarran lo bonito que es este deporte.
En su reemplazo llegó Juan Camilo Pérez como entrenador encargado, mientras buscaban un técnico de manera oficial.
Ahora, con dos goles abajo del marcador global, el DT Pérez plantea una estrategia de lo más infalible del mundo: pasar el balón por la banda derecha, donde estaba Dorlan Pabón y que este centrara a Eric Ramírez o a Jefferson Duque para que cabecearan y metieran un gol. Nunca funcionó. Es más, fue una pérdida de tiempo.
Por eso también intentó por la banda izquierda con Daniel Mantilla, jugador que viene mal. No se entendía por qué estaba jugando de titular teniendo a jugadores suplentes más desequilibrantes como Brahian Palacios.
“Vamos verde vamos, pongan güevas, que hoy ganamos”, gritaron desde la tribuna.
¿Hoy ganamos? Esa barra se escuchaba cada vez menos en el estadio. Nacional de Paraguay estaba atacando más al local que se veía desordenado y sin una idea clara de defensa y muy centrado en el ataque, pero uno sin ningún efecto.
Lo más cercano fue una tijera de Eric Ramírez, un tiro de Cepellini y una acción que Pabón que todo el equipo consideraba penal, pero desde mi punto de vista no fue así porque le sacaron de manera limpia el balón a “Memín”.
Atlético Nacional se fue abucheado del primer tiempo y con más barras del estadio, en el que se criticaba el mal partido que estaban haciendo.
El show de medio tiempo patrocinado por Postobón
La firma Postobón y Atlético Nacional son empresas que hacen parte de la Organización Ardila Lülle, es decir, tienen que generar ganancias para sus dueños.
El problema es que desde 2018 el club viene registrando pérdidas económicas, lo que ha provocado que, desde hace un buen tiempo, se esté diciendo que Nacional está en un proceso de “reestructuración económica”.
Desde ese punto y hasta noviembre de 2022, Nacional seguía en ese proceso, pero, en este caso, su presidente Mauricio Navarro, junto con su vicepresidente Benjamín Romero. Fue en ese mes y, a pesar de seguir con problemas económicos, que se anunció que empezarían un nuevo proyecto deportivo.
Con este antecedente, se empezó a escuchar, recién pasados tres minutos del final del primer tiempo, a diferentes barras en contra de las directivas y el palco de Postobón, ubicado en la tribuna occidental, cerca de donde estaba.
–Fuera, hijueputas.
–Fuera, fuera, fuera.
–Hijueputas, hijueputas, hijueputas…
Fue tal el ruido hacia ellos que todos tenían las miradas hacia el centro de la tribuna. Fui, pregunté y, efectivamente, querían echar del estadio a los propios dueños del club.
La situación se estaba empezando a salir de control cuando la policía y el ESMAD empezaron a subir a las tribunas, y las zonas que dividen la grama de la tribuna se estaban llenando de verde, de logística y más policía.
–Directivos, la puta de su madre, a ver cuándo se largan, ya no los quiere nadie.
Intenté ir un poco más allá y cerca de donde estaban pasando las cosas, pero todo, aparentemente, se solucionó rápido. En cambio, Los del Sur se estaban alterando cada vez más y tuvo que subir el ESMAD a controlar la tribuna.
Afortunadamente no pasó más, pero sí quedó claro que nadie quiere que los directivos sigan dirigiendo la institución. El contexto de eso está en esta carta que les hice, por lo que no es necesario comentar eso.
En resumidas cuentas, las actitudes que toman son en pro de un beneficio único hacia ellos y los dueños, lo cual sería normal en una empresa normal. Pero Atlético Nacional no es de esas. Las decisiones que toman parecen de un equipo pequeño y con fichajes casi que a coste cero con la idea de “ahorrar dinero”. La inversión en el club es prácticamente nula y la autocrítica que tienen los que dirigen este barco, no existe.
No es necesario llevar esto a las amenazas de muerte, como ya está pasando y como pasó con Bodmer, pero sí tienen que caer en cuenta que no están haciendo las cosas bien. Los fichajes, los técnicos, los precios, la división con los hinchas, todo lo han hecho mal.
El “proyecto deportivo” que empezaron con Paulo Autuori, veían ciertos resultados. Desde los números no le fue mal: de 38 partidos, ganó 17, empató 16 y perdió 5, para un balance de 58 %. Son números muy buenos que hasta ganó la Superliga contra el Pereira.
Pero estos números no se veían reflejados en un estilo de juego claro y agradable; en este caso, las cifras son engañosas. También por amenazas de algunos hinchas y la pérdida de autoridad en el vestuario, dio un paso al costado y no siguió.
En un comienzo, a Amaral se le veía más enérgico y con mayor actitud que Autuori, a quien se le recriminaba que parecía dormido en los partidos.
Es más, Amaral tuvo mejor rendimiento que su maestro: de 22 partidos, ganó 13, empató 3 y perdió 6, con un rendimiento de 63,6 %, lo que habla de que los números tampoco eran malos por parte del técnico. Pero, lo mismo, Atlético Nacional jugaba mal, pésimo, hasta daba pena ver un equipo de la talla del “verde” jugando de esa manera.
Fue así que llegó Bodmer a la dirección técnica. Esto gracias a una clase magistral de improvisación por parte de los directivos, quienes lo habían designado el entrenador de la categoría sub 20, pero un mes después lo llevaron al plantel profesional porque no había un reemplazo inmediato.
Bodmer tuvo la misma cantidad de partidos que su antecesor. Sin embargo, tuvo uno de los peores registro que ha tenido un técnico en Atlético Nacional en los últimos 10 años. De 22 partidos, ganó 9, empató 3 y perdió 10, con un rendimiento de 42 %.
Con este balance, estos fueron los resultados hasta la fecha en que se escribe esto del “proyecto deportivo”: la subida de un 16 % de los abonos y de más de 100.000 pesos en la camiseta; una participación en la Copa Libertadores de 2023 en la que estuvimos a punto de clasificar a cuartos de final, si no hubiera sido por el pésimo planteamiento y la improvisación de las directivas y el técnico; final de la Liga perdida contra Millonarios; se gana la Superliga contra el Pereira; se gana la Copa Colombia contra Millonarios y clasificamos a la Copa Libertadores de 2024, pero a la segunda fase eliminados del cuadrangular final en el segundo semestre quiebre total de relaciones entre directivos, jugadores e hinchada.
Así llegamos a la situación de hoy. Pablo Repetto fue anunciado como nuevo entrenador y se espera que ayude a reencaminar el “proyecto deportivo”.
Pero esto no es solo cosa de un técnico, también va de los jugadores y de los propios directivos quienes no han hecho los mejores fichajes y han traído jugadores que no deberían de estar en este club. Han hecho cosas positivas en cuanto a números, pero en el fútbol no todo son números.
“Poropopo, poropopo, el que no salte es directivo maricón”, grita la hinchada.
Directivos, la situación se salió de control. Tienen que irse del club porque, en el estadio, a pesar de que eran 17.000 aficionados, todos estábamos de acuerdo: nadie los quiere.
Segundo tiempo: ¿dónde está el proyecto deportivo?
El segundo tiempo del juego es incluso peor. Comienza con una sustitución: entra Brahian Palacios y sale Daniel Mantilla. Cambio cantado desde que salió la formación inicial.
Además, seguía la misma estrategia de siempre: atacar por las bandas, especialmente la derecha, centrar y que alguno cabeceara. Como digo, nunca sirvió para nada.
Lo más cercano fue un rebote que salió de esa jugada tan repetida y quemada. A Cepellini le quedó un remate en la cabeza y con todas sus fuerzas cabeceó fuera del área. Pasó cerca del arco, por el lado izquierdo.
A partir de ahí, el partido siguió con una dinámica predecible. Atlético Nacional, debido a que necesitaba hacer gol, tenía a sus jugadores muy adelantados, por lo que dejaba vacíos defensivos que aprovechaba Nacional de Paraguay por medio de contragolpes.
La defensa paupérrima de Atlético Nacional llevó a que se dieran el segundo y el tercer gol. Con esto, se deja en evidencia que tiene más defensas un tarrito rojo que los “verdolagas”.
“Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, seguían los cánticos en la tribuna.
El segundo gol da pena. Un tiro de esquina mal tirado por Nacional de Paraguay le cae al arquero Rojas a quien se le resbala el balón, el rival coge el rebote y hacen el gol. Ningún defensa pudo para el tiro que iba débil y bajo para un arco con “defensas”.
A partir de acá, los hinchas se empezaron a ir del estadio, los cánticos se volvieron más fuertes, y Nacional se dio por vencido.
“Movete, verde movete, movete dejá de joder, está hinchada esta puta, y hoy no podemos perder”.
El tercer gol fue un penal regalado por Sergio Mosquera, a quien siempre le chiflaban cuando tenía el balón. En un contragolpe paraguayo, y teniendo en cuenta los vacíos defensivos de los locales, Mosquera, en un momento de desespero porque su rival se le iba a volar, lo agarró y lo tiró al suelo. Penal claro, no se discute.
En este punto, los que quedaban en el estadio empezamos a aplaudir por la goleada que le dio Nacional de Paraguay al Atlético Nacional. Nosotros subestimamos el rival y nos dieron un baile de cuatro goles. Una fecha que quedará como una vergüenza para nuestro club y para los directivos.
“Somos una hinchada, jugadores no son nada”, continuaron desde la tribuna.
Fue así que se acabó el partido. En la parte donde entran los jugadores a los camerinos colocaron una tela con el objetivo de prevenir accidentes y tragedias por parte de hinchas alterados por la derrota del equipo.
Atlético Nacional se fue rápido para los camerinos, mientras que Nacional de Paraguay saboreó su victoria y se quedó un rato en la cancha con nosotros, los locales: seguíamos aplaudiendo por dejar en evidencia la situación del club.
El remate…
Mi compañera y yo decidimos que íbamos a dejar salir primero a toda la multitud. El problema fue que, al hacer eso, todos los que estaban en la tribuna sur empezaron a cantar y armar disturbios “en forma de protesta”.
De fondo se escuchaba cómo tumbaban las vallas, los cánticos en contra del club, los jugadores y directivas.
Las cosas se empezaron a poner peor cuando las personas encargadas de logística nos pedían salir por puertas lejanas a sur por prevención.
Terminamos saliendo cerca del Centro Comercial Obelisco, sobre toda la avenida Centenario. Pero, antes de pasar, me encuentro con una pancarta que decía “¿Dónde está el proyecto deportivo? Decido tomarle una foto y me la llevo como recuerdo.
Cruzamos la calle y cada uno pidió un Uber para llegar a su casa. Eran más de las 9:00 de la noche y, a pesar de que me podía ir caminando, por recomendación de mi compañera pedí el carro.
Ella se fue primero. Me compartió ubicación para que estuviera enterado por dónde iba. Yo me quedé a la espera de un Sandero azul que me iba a recoger.
Casi diez minutos después me recoge y, como cosa rara, empezamos a hablar de Nacional y el desastre que se marcaron.
–¿Cómo vio a ese equipo? –me pregunta el conductor.
–Nada que decir –respondo casi sin voz por gritar en el partido.
–No, mijo, perdió la platica.
–Nada, me regalaron la boleta, pero si la hubiera comprado sí me hubiera dolido más.
–Ah bueno, entonces tampoco le fue tan mal –respondió riéndose.
–No, pero ahí no hay nada.
–Hermano, esa cosa que lleva ahí lo dice todo –refiriéndose a la pancarta.
La crisis es evidente
Todos, desde el hincha, el conductor de Uber, el periodista que analiza y hasta los propios directivos, saben que están en una crisis.
Ellos saben que el proyecto que plantearon para este semestre no está bien estructurado. A la hora de armar un proyecto deportivo se piensa en el dinero, está claro, pero también se tiene que pensar en el rendimiento deportivo.
Esta derrota evidencia que los directivos, los encargados de manejar Atlético Nacional, solo están pensando en el dinero y no en la gloria deportiva. Eso no lo digo porque quiero, los hechos hablan por sí solos.
Atlético Nacional perdió el rumbo desde que empezaron este “proyecto deportivo”. Uno que parece no preocupar ni a los mismos dueños del club, por como se están dando las cosas.
Pablo Repetto se considera como una de las soluciones, pero él solo no logrará recuperar la grandeza del equipo. Es necesario que las directivas y los hinchas se vuelvan a conectar y sean ese puente conductor para motivar a los jugadores.
Atrás quedó el lema “vamos todos juntos la hinchada y los jugadores, a ganar de nuevo la Copa Libertadores”. A pesar de que este partido era de ese torneo, en ningún momento se cantó, porque no hay conexión, no se podía cantar, la situación no lo permitía.
Claro, no todo es culpa de los directivos. Los hinchas no ayudan a la situación. Es entendible que quieran protestar por la situación que vive el club de sus amores, pero eso no significa que tienen que estar amenazando a todos los involucrados en el equipo porque no están teniendo el rendimiento que ellos quieren.
El hincha de Nacional se volvió exigente y mimado para mal. Parece un niño que se la pasa de pataleta en pataleta porque el club no les da lo que quiere: los títulos. Es algo que queremos, pero todo a su debido proceso. Eso se logra a través de un proyecto deportivo, pero bien establecido.
¿Dónde está el proyecto deportivo? Es una interrogante que todavía sigue sin resolverse ni por parte de la hinchada, ni por mí. Pero este partido significó un punto de inflexión para el club, los jugadores y los directivos por la gravedad del resultado y las consecuencias que trajo para la institución “verdolaga”.