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La hora más oscura para el teatro colombiano

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La hora más oscura para el teatro colombiano

Texto por

Ana Valentina Ramos 

Yoharlys Pulgarín 

Thomas Sánchez Gómez 

Sebastián Mendoza Anaya 

Nicole Stankov 

El teatro es un arte que ha acompañado a la humanidad desde la antigua Grecia hasta la actual Broadway. Olvidado por muchos y amado por otros, el teatro presenta, por medio de actores y escenarios, historias fascinantes y emotivas capaces de hacer a un ser humano reflexionar sobre sí mismo, exponer premisas profundas y, por último, poner de pie a toda la audiencia para ovacionar un acto.

El teatro en Colombia tuvo origen en Bogotá, en un edificio llamado el Coliseo Romano, donde dramaturgos españoles presentaban sus obras. Poco tiempo después salieron a la luz los primeros autores colombianos, como Luis Vargas Tejada y Rafael de Paula Torres, y, en 1892, se dio apertura al Teatro Colón. Poco a poco fue evolucionando y en el siglo XX se extendió a Medellín, Cartagena y otras ciudades de Colombia, dando origen y forma al teatro que conocemos hoy en día.  

La pandemia llegó sin previo aviso, poniendo de cabeza desde la economía del Estado hasta la salud física y mental de los individuos. Afectó a todos los sectores de la sociedad colombiana y agudizó aún más las grandes problemáticas del país, como el desempleo. Uno de los sectores más afectados por esta crisis sanitaria fue sin duda la cultura. Gente que dedicaba su vida a la promoción de las artes se vio enormemente afectada: pintores, escultores, bailarines, cineastas, músicos, dramaturgos y actores.

Para conocer más a fondo esta realidad, hablamos con Juan Carlos Sánchez, director general del Teatro Pablo Tobón Uribe, quien ha dedicado los últimos cuatro años de su vida a este emblemático teatro de Medellín, y más de una década a la gerencia pública y privada de organizaciones culturales; fue secretario de Cultura, director de la Biblioteca Pública Piloto y, además, es baterista de la agrupación colombiana Nepentes.

Figure 1 Banda Nepentes, el primero de izquierda a derecha es el baterista Juan Carlos Sánchez Restrepo

¿Usted cree que las medidas tomadas por el gobierno nacional durante la pandemia han sido suficientes para proteger el arte y la cultura en el país?

No, nunca serán suficientes. Ha faltado mayor sintonía entre las instancias municipales, departamentales y del gobierno nacional; falta un plan de salvamiento mucho más robusto, más definido y con una intención clara de cómo ayudar a la gente a acceder a oportunidades de financiación y líneas de crédito, posibilidades para que no cierren las organizaciones culturales del país.

¿Qué piensa respecto al programa Reactivarte 2021?

La bolsa de recursos no es muy fuerte, falta mayor inversión, esta debería superar los diez mil millones de pesos y si acaso supera los cuatro mil millones. Además, es necesaria la apertura a otras salas que superan las 700 butacas para que estas también puedan acceder a los recursos. El gobierno debería ser un poco más ambicioso y buscar fuentes de financiación más claras, como disminuir el tamaño del Estado, bajar los sueldos de los grandes funcionarios, evitar el despilfarro del gasto público o algo tan sencillo como gravar a las bebidas azucaradas, en lugar de ponerle un impuesto del 19% a los servicios culturales.

¿A raíz de la reforma tributaria, ve usted un panorama oscuro para las artes escénicas?

Si se aprueba, sí, porque van a subirse los precios de la boletería, de los servicios de producción e, inevitablemente, toda la cadena de servicios asociados a la producción de espectáculos en el país se va a ver muy afectada y algunos, claramente, van a ser insostenibles.

Sobre los medios de comunicación, ¿qué tanta visibilidad les ha dado? ¿cómo los han ayudado a promover lo que hacen durante esta pandemia?

No tanto a promover, sino más bien a contar lo que está pasando con esta situación. La televisión nacional, local y la prensa escrita han ayudado un poco a relatar el panorama tan complejo que enfrentamos de sostenibilidad. No obstante, el gobierno no ha tomado cartas en el asunto.

¿Cómo se vio afectado el Teatro Pablo Tobón Uribe por la pandemia?

Primeramente, de forma financiera, porque nosotros vivimos de la renta de salas. En segunda fila, se vio afectada la gran programación para el año 2020, donde teníamos más de 300 contenidos confirmados (para el 18 de marzo); esa fue una gran afectación para todo lo que tiene que ver con la movilidad del circuito de las artes escénicas en Antioquia y, lamentablemente, las indisciplinas sociales que llegaron. El teatro experimentó mayor consumo de licor, microtráfico, mal parqueo y basuras, porque al estar cerrado la indisciplina social tomó su perímetro.

¿Qué ha sucedido con los cuerpos artísticos?

Por supuesto, los procesos formativos se han paralizado mucho por los golpes a la moral de los participantes. Esto se ve evidenciado en la desaparición de grupos y en la reducción de tamaño de equipos creativos, ya sea porque eran personas que querían cuidarse o tuvieron que irse de la ciudad o tuvieron que regresar a vivir con sus padres o que simplemente se vieron en la obligación de cambiar de oficio para poder sostenerse económicamente.

¿Cómo ha sido la interacción con otros grupos de teatro de la ciudad?

Hemos podido conversar con productores, empresas de sonido, maquilladores, escenógrafos, servicio de transportes, muchas personas que hacen parte de toda esta cadena para la producción de espectáculos. Además, ese diálogo permanente nos ayuda un poco a hacer catarsis, a unirnos más y a buscar posibilidades de acción conjunta.

¿Qué medidas han tomado otros gremios para afrontar esta crisis? Por ejemplo, los circos, artistas, bailarines…

Yo no he tenido mucho conocimiento sobre las personas que trabajan en esas áreas. En el caso de nosotros, hicimos una producción, consolidamos una nueva productora audiovisual para vender servicios de producción de contenidos artísticos a empresas privadas o del Estado, y también consolidamos una operadora logística para vender los servicios logísticos. Además, vendemos permisos de formación académica, como son diplomados en oficios varios para las artes escénicas. Sé que otros amigos han intentado hacer otras cosas de servicios, como montar su portafolio o visibilizar lo que hacen en redes sociales, pero no lo tengo tan claro.

¿Se han vuelto a abrir las puertas del Teatro Pablo Tobón?

A partir del primero de febrero de este año pudimos operar nuevamente la sala para ensayos y para espectáculos solamente con 300 personas, y el café teatro con capacidad para 40 personas; lo que nos permitió albergar a residencias de creadores antioqueños. Pero, lamentablemente, tuvimos que cerrar hace 3 semanas por el incremento de la ocupación de camas UCI, entonces ahora no tenemos esa posibilidad.

¿Han recibido apoyo de parte de la alcaldía?

Nosotros somos parte del programa “Formación de públicos”, que nos brinda unos recursos con los que intentamos pagar las deudas que tomamos para sustentar a todo nuestro equipo. Esos son recursos que agradecemos mucho, pero nosotros realmente nos mantenemos de la renta de la sala y los recursos públicos, porque los proyectos que hacemos para este programa no nos generan ni el 25% del capital que necesita el teatro para funcionar.

¿Todavía se está realizando el proyecto de Milonga en La Playa?

Está activo. Creo que solamente con 16 parejas, pero no está abierto al público. Es simplemente una convocatoria virtual en la que solo ponemos la cantidad de parejas que podemos controlar. Porque si lo hacemos de puertas abiertas podemos generar aglomeración en el recinto y no podemos hacerlo. Por eso, muchos de estos los hacemos con preinscripción para tener control del aforo y buenas condiciones de bioseguridad.

¿Las redes sociales han tomado un papel protagónico para los actores de teatro?

Sí, evidentemente, hay una migración al mundo digital. Algunos les están sacando el máximo provecho a las redes, a través de la monetización de contenido; a otros les da más dificultad y hay quienes no quieren hacerlo, porque piensan que eso no es teatro y que, además, se pierde esa conexión mística de lo que significa el público espectador cuando tienen que hablarle a una pantalla.

¿Cómo ha sido la presencia en redes del teatro Pablo Tobón?

Nosotros, por ejemplo, creamos 177 contenidos durante la cuarentena estricta pasada, uno de ellos se llamaba In the World; también subimos contenido a nuestro canal de YouTube, hablando pues de mi caso particular. Además, hicimos muchas transmisiones en streaming, por nuestras redes sociales, y, en total, tuvimos más de cuatrocientas mil personas conectadas durante todo ese año.

¿Cree que existe la posibilidad de que en un futuro se traslade completamente el teatro a las pantallas?

No creo, sí hay mutación, pero estoy convencido de que no sucederá completamente. Y, de hecho, ese tiene que ser nuestro reto, que la gente siga yendo al teatro, que se sigan haciendo conciertos.

Hablando de la mutación, ¿cree que surgirán espacios teatrales donde se fusionen la virtual y lo presencial?

Nosotros sabemos que vivimos una migración digital, y eso lo respetamos porque es una condición natural de la evolución del modelo de consumo. Pero no quiere decir que nosotros no sigamos proponiendo el encuentro de la gente.

¿Cómo se llevan a cabo las obras del teatro Pablo Tobón? ¿Son presenciales con un aforo limitado, virtuales o en un modelo similar a la alternancia universitaria?

En la casa de Pablo Tobón, estábamos en modelo presencial con aforo reducido, pero a partir de mayo volveremos a mutar a la virtualidad y, en mayo o junio, vamos a intentar hacer el experimento de unir lo virtual con lo presencial.

¿Qué cambios considera que se han dado en la ciudad, gracias al Teatro Pablo Tobón?

Hemos unido más a la ciudadanía, promovemos el cumplimiento de varios derechos culturales, ayudamos a reducir las desigualdades sociales para que más gente de otros estratos sociales pueda disfrutar de las artes, del consumo cultural y, sobre todo, porque hemos dinamizado con mucha fuerza el circuito de las artes escénicas en Medellín y el apoyo a los artistas del departamento.

¿De qué forma ayuda el teatro a disminuir las brechas sociales?

En el Teatro Pablo Tobón tenemos boleterías libres para muchos estratos sociales bajos, pagados con recursos públicos; tenemos programas con aportes voluntarios, donde la gente paga lo que puede y también existe la puesta en escena en la calle, en el espacio público, para que los transeúntes que van hacia el Centro puedan tomarse un café mientras disfrutan de una exposición o un itinerario artístico. Eso es lo que hacemos nosotros, tratar de que seamos un teatro popular para toda la ciudad, para los estratos más altos y también para los más bajos

¿Se puede ayudar a combatir la violencia de género desde el teatro?

¡Claro que sí! De hecho, nosotros tratamos de que nuestros contenidos sean una apuesta por las reflexiones y las preguntas que se tienen alrededor del proyecto actual de sociedad, que sean representaciones con un fin trascendente. Nosotros intentamos, simplemente, que las personas cuenten con un espacio de expresión en su ejercicio creativo, donde puedan decir las cosas cómo las sienten y que las reciban de la misma manera. En ese sentido, somos como un hospital. Allí recibimos a mucha gente que tiene dolores, angustias, miedo y, al mismo tiempo, somos un lugar de encuentro para estas personas.

¿Cuáles son los temas que están en el interés principal del Pablo Tobón Uribe?

El teatro es un espejo de nosotros mismos y por eso procuramos que haya una intencionalidad dirigida a que la gente pueda reflexionar en torno a la manera en cómo vive, a la política, al medio ambiente, a la familia, a la mujer, al conflicto armado, a la violencia, a las desigualdades, a la cultura y a la legalidad.

¿Cómo es la relación entre los actores en el escenario y la audiencia?, ¿los colombianos muestran interés por esta forma de arte? 

Nosotros sentimos el calor del público, siempre tenemos público. De hecho, uno puede mirar la cantidad de salas que hay, por ejemplo, en Medellín. Eso es un síntoma muy importante. Si hay tanta producción, si hay tantos escenarios, es porque realmente hay público. A veces, lo que necesitamos es una mayor apuesta a que ese ejercicio de formación y gestión del público sea mucho mayor, que la cultura alrededor del pago sean mucho más contundentes, que la empresa privada y los medios de comunicación también tengan un foco muy importante alrededor de los contenidos y nuestras programaciones.

¿Cómo es ese proceso de reconocimiento a los creadores?

Nosotros estamos entre, quizá, los cinco mayores contratantes de servicios culturales en Medellín – Antioquia y, a través del recurso del dinero, les pagamos a los artistas por la contratación de sus servicios. De esta forma, podemos asegurarles condiciones de trabajo dignas, garantizar una producción artística de mucha calidad y alcanzar un gran nivel competitivo. Es decir, lo que hacemos nosotros está en proyectar el circuito de las artes escénicas potenciándolas, dignificándolas, visibilizándolas y apoyando sus procesos creativos. Digamos que el teatro Pablo Tobón es el teatro de Medellín, el teatro de Antioquia y, por eso, es un teatro que desarrolla 751 eventos en un año tradicional, sin pandemia, en donde muchos de estos contenidos son exactamente locales y regionales.

¿Qué transformaciones ha traído consigo la pandemia al teatro?

Principalmente, que está más salido a las calles, a la conexión con el espacio público, con el Centro y con la ciudad. El Pablo Tobón Uribe es un teatro que también ha llegado a las regiones, como Urabá, Suroeste; un teatro que no se asume como una sala, sino como un centro cultural que sirve para unir, tejer y crear un ecosistema que potencie las capacidades y los talentos de los creadores, no solo en Medellín, sino de Antioquia; lo que nos hace a nosotros realmente potentes es que somos un teatro que piensa en los 125 municipios del departamento, no solo en la ciudad.

 

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