Un juez sin rostro y con muchas vidas
Santiago Correa Mesa
La época entre 1980 y 1990 en Colombia estuvo marcada por la violencia que generó el narcotráfico. Una de las ciudades más afectadas fue Medellín, lugar donde nació, creció y formó su imperio Pablo Emilio Escobar Gaviria, que en su momento llegó a ser el hombre más buscado en todo el mundo.
“Medellín sufrió, sufrió mucho en esta atroz época”, asegura con cara de amargura y rencor un habilidoso hombre que vivió en carne propia ese cambio, que él describe como drástico en Medellín.
José Jesús Colorado Castaño* es un hombre de provincia, así se describe él, que se “vinculó” a Medellín en 1964 para terminar su bachillerato en el colegio de la Universidad Pontificia Bolivariana.
Empezó a estudiar Derecho en la Universidad de Medellín, aunque por cuestiones económicas tuvo que dedicarse a la docencia para así financiar sus estudios en la Universidad Autónoma y así graduarse como abogado.
Sus canas, sus arrugas y su cuerpo cansado hablan de un hombre con experiencia, amor y un poco de tristeza. Tiene 78 años y desde hace 14 vive como trasplantado de hígado.
Fue alcalde del municipio antioqueño de Titiribí, profesor de colegio, abogado defensor y como lo describe su esposa, Piedad Restrepo*: “un juez con muchas bolas”.
“Recuerdo como fue de horrible esa época en mi vida. Yo era un juez de provincia normal, en ese momento estamos hablando de 1981 más o menos.
Un día estaba en mi casa y recibí una llamada para ofrecerme un aumento salarial y no era cualquier aumento, era pasar de ganarme un salario de un juez común y corriente a tener el sueldo de un magistrado, pero a costa de enfrentarme a delitos mucho mayores”, afirma el doctor Colorado con cara de tristeza, refiriéndose a la que en ese momento se llamó justicia de orden público para juzgar delitos de gran impacto, como narcotráfico, terrorismo, asesinato de protegidos por la justicia y candidatos presidenciales.
“Medellín sufrió, sufrió mucho en esta atroz época”, asegura con cara de amargura y rencor un habilidoso hombre que vivió en carne propia ese cambio, que él describe como drástico en Medellín.
José Jesús Colorado Castaño* es un hombre de provincia, así se describe él, que se “vinculó” a Medellín en 1964 para terminar su bachillerato en el colegio de la Universidad Pontificia Bolivariana.
Empezó a estudiar Derecho en la Universidad de Medellín, aunque por cuestiones económicas tuvo que dedicarse a la docencia para así financiar sus estudios en la Universidad Autónoma y así graduarse como abogado.
Sus canas, sus arrugas y su cuerpo cansado hablan de un hombre con experiencia, amor y un poco de tristeza. Tiene 78 años y desde hace 14 vive como trasplantado de hígado.
Fue alcalde del municipio antioqueño de Titiribí, profesor de colegio, abogado defensor y como lo describe su esposa, Piedad Restrepo*: “un juez con muchas bolas”.
“Recuerdo como fue de horrible esa época en mi vida. Yo era un juez de provincia normal, en ese momento estamos hablando de 1981 más o menos.
Un día estaba en mi casa y recibí una llamada para ofrecerme un aumento salarial y no era cualquier aumento, era pasar de ganarme un salario de un juez común y corriente a tener el sueldo de un magistrado, pero a costa de enfrentarme a delitos mucho mayores”, afirma el doctor Colorado con cara de tristeza, refiriéndose a la que en ese momento se llamó justicia de orden público para juzgar delitos de gran impacto, como narcotráfico, terrorismo, asesinato de protegidos por la justicia y candidatos presidenciales.
"tener el sueldo de un magistrado, pero a costa de enfrentarme a delitos mucho mayores"
En esa época se desató una ola de asesinatos de jueces. “En solo los primeros días de esta justicia especial mataron a 15 jueces.
El gobierno tuvo que idear una estrategia que reemplazara la justicia de orden público por una donde el juez no fuera identificado –juez sin rostro–. Tanto así que teníamos que caminar con cinco escoltas para estar tranquilos”, dice José Jesús.
El juzgado era una sala grande con un cubículo blindado y polarizado, en donde el juez podía ver a la gente que hacía parte del juicio, sin embargo, nadie lo podía ver a él.
El gobierno tuvo que idear una estrategia que reemplazara la justicia de orden público por una donde el juez no fuera identificado –juez sin rostro–. Tanto así que teníamos que caminar con cinco escoltas para estar tranquilos”, dice José Jesús.
El juzgado era una sala grande con un cubículo blindado y polarizado, en donde el juez podía ver a la gente que hacía parte del juicio, sin embargo, nadie lo podía ver a él.
"Yo tenía voz de mujer, me contaban mis amigos cuando salía de un juicio".
Ser juez no fue su única faceta. También fue partícipe de uno de los eventos semanales más importantes que tuvo Medellín en su época: “La tertulia del cuarto piso”, lugar donde se sentaban varios contertulios a discutir por más de cinco horas temas de filosofía y pensamientos clásicos. “Prefería estar allá que con nosotros”, afirma su hija entre risas.
Su amor por Medellín y su amplio conocimiento de la historia de esta ciudad lo podrían postular fácilmente como un candidato a la alcaldía, dicen la mayoría de sus amigos, los mismos que también afirman que es una de las personas más inteligentes que conocen.
¿Por qué no funcionó el proyecto de los jueces sin rostro?
Porque todo en la vida se sabe, algunas personas empezaron a filtrar nombres y, además, según los Derechos Humanos, el hombre que es juzgado debe saber quién le impone su condena.
¿Cuál cree que fue el suceso más atroz que vivió Medellín en esa época de narcotráfico del Cartel de Medellín?
La bomba cerca de la Macarena, me acuerdo que estaba a unos 15 minutos del lugar y ese estruendo me empujó cerca de un metro.
Corrí enseguida a mi casa, que no era lejos, Margarita y mis hijas estaban llorando; prendí enseguida el televisor y todos los medios decían que Pablo Escobar le había declarado la guerra al gobierno de Gaviria y me tomé un whisky para calmar los nervios, yo no creía lo que pasaba.
¿Sus problemas de hígado tienen relación con lo vivido en esa época? ¿La cirrosis fue el momento más crítico de su vida?
No solo fue el momento más crítico de mi vida, porque me alejó de mi ciudad, sino que sentí que hasta ahí iba a llegar, pero ese suceso me cambió la vida por completo, decidí dejar el alcohol.
Puede que suene a excusa, no obstante, la mayoría de veces este vicio me ayudó a controlar el estrés que podía tener al ser alcalde, juez y profesor. Mi punto más crítico de alcoholismo fue cuando era juez. En esa época tan dura de violencia en Colombia tenía muchas decisiones por tomar y tomar, valga la redundancia, me ayudó.
Gracias a Dios apareció un ángel que decidió en ese momento de la cirrosis para donarme su hígado y darme una oportunidad de seguir viendo a mis hijas y el crecimiento de esta ciudad.
¿Le tiene miedo a la muerte?
Con todo lo que he vivido, ya no, ser juez y alcalde es ganarse muchos enemigos y a la vez muchos amigos, pero ser juez en los 90 era tener un arma cargada apuntándote a la cabeza, por eso creo que ya no le temo a casi nada.
¿Ser juez sin rostro le da otra mirada acerca de la ciudad?
Es claro, observé cómo Medellín se desangró por casi diez años debido al narcotráfico, por ejemplo, en 1960 podías caminar por Manrique a las diez de la noche y el único miedo que tenía era que mi papá me castigara y no me dejara salir al otro día.
Pero ese maldito de Escobar hizo tanto daño, que repudio tener su mismo apellido. Los casos que yo vi no los ha visto nadie.
Una diferencia entre la Medellín de los noventa y la de hoy
Hay cambio, teníamos una Medellín destrozada por la guerra contra el narcotráfico y hoy al menos disimulamos un poco con el tema de la innovación, pero el problema sigue ahí en las calles.
La droga está en todos lados, y el “desplazamiento comprado”, o como le dicen los políticos, desplazamiento forzado, hace que a Medellín lleguen cada día más campesinos que no tienen oportunidad de empleo porque primero, no hay más empresas dónde meterlos, y segundo porque en lo que mejor se desempeñan es haciendo lo que hacen, pues toda la vida han hecho eso.
Entonces, ¿qué es lo que tienen que hacer? Robar, matar y extorsionar para así mantener a su familia; y no es por justificarlos. ¿Usted qué haría?
Tres cosas que cambiaría de Medellín
Primero, la forma de manejar el espacio público, tratando de reubicar a los vendedores ambulantes en una zona especial para ellos. También es muy importante combatir la indigencia y darles más posibilidades, aunque hace falta mucha voluntad política, pues si no hay oportunidad de trabajo para los cuerdos, ahora para un montón de locos qué puede haber. Y, asimismo, cambiaría algo que es lo que más detesto: ¡los malditos casinos, son la ruina para el hombre!
¿Medellín o Bogotá? ¿Por qué?
Claramente por mi recorrido, prefiero Medellín, porque es la ciudad en donde he vivido y he visto su evolución de pasar de ser un narcoestado, a prácticamente ser una de las ciudades más innovadoras del mundo.
Pero pienso que el problema de Bogotá es que como es una capital, todo el mundo llega a ese lugar y es más complicado enseñar cultura a miles de extranjeros que a unos pocos que somos acá en Medellín.
Su amor por Medellín y su amplio conocimiento de la historia de esta ciudad lo podrían postular fácilmente como un candidato a la alcaldía, dicen la mayoría de sus amigos, los mismos que también afirman que es una de las personas más inteligentes que conocen.
¿Por qué no funcionó el proyecto de los jueces sin rostro?
Porque todo en la vida se sabe, algunas personas empezaron a filtrar nombres y, además, según los Derechos Humanos, el hombre que es juzgado debe saber quién le impone su condena.
¿Cuál cree que fue el suceso más atroz que vivió Medellín en esa época de narcotráfico del Cartel de Medellín?
La bomba cerca de la Macarena, me acuerdo que estaba a unos 15 minutos del lugar y ese estruendo me empujó cerca de un metro.
Corrí enseguida a mi casa, que no era lejos, Margarita y mis hijas estaban llorando; prendí enseguida el televisor y todos los medios decían que Pablo Escobar le había declarado la guerra al gobierno de Gaviria y me tomé un whisky para calmar los nervios, yo no creía lo que pasaba.
¿Sus problemas de hígado tienen relación con lo vivido en esa época? ¿La cirrosis fue el momento más crítico de su vida?
No solo fue el momento más crítico de mi vida, porque me alejó de mi ciudad, sino que sentí que hasta ahí iba a llegar, pero ese suceso me cambió la vida por completo, decidí dejar el alcohol.
Puede que suene a excusa, no obstante, la mayoría de veces este vicio me ayudó a controlar el estrés que podía tener al ser alcalde, juez y profesor. Mi punto más crítico de alcoholismo fue cuando era juez. En esa época tan dura de violencia en Colombia tenía muchas decisiones por tomar y tomar, valga la redundancia, me ayudó.
Gracias a Dios apareció un ángel que decidió en ese momento de la cirrosis para donarme su hígado y darme una oportunidad de seguir viendo a mis hijas y el crecimiento de esta ciudad.
¿Le tiene miedo a la muerte?
Con todo lo que he vivido, ya no, ser juez y alcalde es ganarse muchos enemigos y a la vez muchos amigos, pero ser juez en los 90 era tener un arma cargada apuntándote a la cabeza, por eso creo que ya no le temo a casi nada.
¿Ser juez sin rostro le da otra mirada acerca de la ciudad?
Es claro, observé cómo Medellín se desangró por casi diez años debido al narcotráfico, por ejemplo, en 1960 podías caminar por Manrique a las diez de la noche y el único miedo que tenía era que mi papá me castigara y no me dejara salir al otro día.
Pero ese maldito de Escobar hizo tanto daño, que repudio tener su mismo apellido. Los casos que yo vi no los ha visto nadie.
Una diferencia entre la Medellín de los noventa y la de hoy
Hay cambio, teníamos una Medellín destrozada por la guerra contra el narcotráfico y hoy al menos disimulamos un poco con el tema de la innovación, pero el problema sigue ahí en las calles.
La droga está en todos lados, y el “desplazamiento comprado”, o como le dicen los políticos, desplazamiento forzado, hace que a Medellín lleguen cada día más campesinos que no tienen oportunidad de empleo porque primero, no hay más empresas dónde meterlos, y segundo porque en lo que mejor se desempeñan es haciendo lo que hacen, pues toda la vida han hecho eso.
Entonces, ¿qué es lo que tienen que hacer? Robar, matar y extorsionar para así mantener a su familia; y no es por justificarlos. ¿Usted qué haría?
Tres cosas que cambiaría de Medellín
Primero, la forma de manejar el espacio público, tratando de reubicar a los vendedores ambulantes en una zona especial para ellos. También es muy importante combatir la indigencia y darles más posibilidades, aunque hace falta mucha voluntad política, pues si no hay oportunidad de trabajo para los cuerdos, ahora para un montón de locos qué puede haber. Y, asimismo, cambiaría algo que es lo que más detesto: ¡los malditos casinos, son la ruina para el hombre!
¿Medellín o Bogotá? ¿Por qué?
Claramente por mi recorrido, prefiero Medellín, porque es la ciudad en donde he vivido y he visto su evolución de pasar de ser un narcoestado, a prácticamente ser una de las ciudades más innovadoras del mundo.
Pero pienso que el problema de Bogotá es que como es una capital, todo el mundo llega a ese lugar y es más complicado enseñar cultura a miles de extranjeros que a unos pocos que somos acá en Medellín.
¿Cree que el Metro fue una gran inversión para Medellín?
Le devuelvo la pregunta: ¿Qué sería de Medellín sin el Metro? Sería un caos vial extremo y lo hemos vivido cuando el Metro se daña unas horas, la ciudad colapsa.
¿Qué opina de la labor de Federico Gutiérrez?
No lo hace mal. Creo que las tiene bien puestas y no es tan politiquero como otros ex alcaldes que ha tenido la ciudad.
¿Qué era lo que más le disgustaba de un estudiante?
Que no pensara, a mí no me importaba que fuera plaga, pero si se esforzaba pensando y analizando era lo que más me gustaba.
¿Por qué dice usted que era un profesor diferente?
Creo que fui de los primeros profesores que dejó atrás el método de la memoria, y empecé a darles a mis estudiantes la capacidad de resolver situaciones problema y a pensar.
Después de una vida tan atareada, ¿cómo vive hoy en día?
Feliz, salgo todos los días con mi esposa sin miedo de que me pase algo por alguna decisión que tomé.
*Nombres cambiados por petición de la fuente.
Le devuelvo la pregunta: ¿Qué sería de Medellín sin el Metro? Sería un caos vial extremo y lo hemos vivido cuando el Metro se daña unas horas, la ciudad colapsa.
¿Qué opina de la labor de Federico Gutiérrez?
No lo hace mal. Creo que las tiene bien puestas y no es tan politiquero como otros ex alcaldes que ha tenido la ciudad.
¿Qué era lo que más le disgustaba de un estudiante?
Que no pensara, a mí no me importaba que fuera plaga, pero si se esforzaba pensando y analizando era lo que más me gustaba.
¿Por qué dice usted que era un profesor diferente?
Creo que fui de los primeros profesores que dejó atrás el método de la memoria, y empecé a darles a mis estudiantes la capacidad de resolver situaciones problema y a pensar.
Después de una vida tan atareada, ¿cómo vive hoy en día?
Feliz, salgo todos los días con mi esposa sin miedo de que me pase algo por alguna decisión que tomé.
*Nombres cambiados por petición de la fuente.