En un mundo donde los detalles cobran vida en cada trazo de un lápiz sobre un papel, María del Mar Vallejo, estudiante de la Universidad EAFIT, encuentra su propia perspectiva. Su historia comienza con un diagnóstico incierto, pero florece con una visión única del mundo.
Coge un lápiz temblorosamente y empieza a dibujar. La textura rugosa del papel bajo sus dedos es un recordatorio de las infinitas posibilidades que se despliegan frente a ella. Lo más importante son los detalles.
Primero empieza con la forma de la cara: cuadrada, confiada y tranquila. Luego lo más importante, sus ojos, almendrados, intensos y soñadores. Encima unas cejas gruesas, imponentes y francas. Nariz recta, labios finos, dientes alineados, mejillas rojizas, pelo castaño brillante y desordenado, manos sensibles y piernas delgadas. Un dibujo perfecto. Pero en blanco y negro porque así le gustan más. Así termina el dibujo que ella menos admira: su autorretrato.
“Tranquila, tu hija nació para ver el mundo”, le dijo una señora creyente en las energías y en los chacras a Beatriz Duque en ese momento de incertidumbre y angustia. Su hija, María del Mar Vallejo, había nacido dos meses antes, el 15 de julio de 2004, en Medellín, Antioquia.
Antes de que naciera había tenido un tedioso recorrido de clínica en clínica con expertos en fertilidad, psicólogos y hasta novenas a la Virgen María para poder quedar en embarazo.
“Yo no solo le pedí a Dios un hijo, le pedí una niña”, cuenta Beatriz con nostalgia. Era su deseo más profundo, que María del Mar llegara a su vida.
De la nada, su hija, con dos meses de vida, había sido diagnosticada con cataratas bilaterales causadas por galactosemia, una enfermedad metabólica en la cual el cuerpo es incapaz de descomponer la galactosa, un tipo de azúcar.
Una enfermedad con riesgo de mortalidad y poco común ya que, según el AmbarLab, se presenta en 1 de 50.000 personas.
Después de un largo tiempo de angustia y varios exámenes médicos descubrieron que la niña no tenía galactosemia, simplemente había nacido con cataratas.
Beatriz y su esposo Ricardo recurrieron a Alicia Cortés, una famosa oftalmóloga en la ciudad de Medellín, lugar de nacimiento de la niña. El diagnóstico fue catarata congénita bilateral, una opacificación o pérdida de transparencia en el cristalino, una estructura que actúa como un lente y permite enfocar dentro del ojo, se manifiesta como una pérdida de visión.
A los seis años le pusieron una prótesis intraocular en el ojo derecho. Inicialmente, el ojo estaba destinado a la ceguera total, pero se logró salvar una pequeña porción de visión. A pesar de esto, siempre fue la favorita del profesor de arte en el Colegio Cumbres, en el cual estuvo toda su vida y se graduó en el año 2022.
Pero María del Mar opina: “Igual la prótesis no sirve para casi nada porque mi ojo derecho no tiene la capacidad de enfocar, entonces es como si mi cerebro no lo usara, solo cuando cierro el ojo izquierdo puedo ver un poco por el derecho”.
El disfrute de mirar
María del Mar encuentra asombro en tirarse en una manga verde, suave y fresca, acostarse y simplemente ver el cielo. Se puede quedar horas viendo como las nubes cambian de forma y el cielo se torna de diferentes colores mientras llega su hora favorita del día, el atardecer.
Se le ponen los pelos de punta al sentir el cálido sol escondiéndose detrás de las grandes montañas antioqueñas y así por el ojo derecho no vea casi disfruta cada minuto de la vista en frente.
Cuando piensa en la naturaleza se le viene a la mente las sensaciones que despiertan sus sentidos, como una ola llegando a la orilla, el sonido de la lluvia, los colores de las flores… para ella todos esos sentimientos se generan por la percepción de como observar el mundo y ella lo observa mejor que nadie.
Al ver desde otra perspectiva, se ha dado cuenta cómo todo está hecho desde las figuras geométricas. Desde muy chiquita esta intriga y deseo de expresión se manifestaron a través de un lápiz y un papel.
Sus emociones, a menudo demasiado grandes para su mente, las expresaba a través del arte. Su talento para dibujar una fotografía o un retrato es tan grande como su sentimiento de felicidad al escuchar el lápiz moviéndose.
Observa todo. Todo es todo. “Empecé a desarrollar una pasión demasiado grande por el dibujo, pero demasiado grande. Un sentimiento que me parece demasiado incomparable es yo coger un lápiz, un papel y empezar a dibujar”.
Según María, su familia también ha tenido un papel muy importante en su desarrollo artístico. “Mi familia siempre ha sido muy artística, manualidades, arte y otras cosas. Mi papá siempre ha pintado cuadros. Crecí en un ambiente muy artístico, entonces desde pequeña empecé a dibujar así fueran maría palitos”.
Cuando no está comiendo papitas fritas ni helado de caramelo salado, está dibujando. A los once años decidió experimentar, comenzó a calcar caras que encontraba en Pinterest, creyéndose la mejor artista del mundo.
Con el tiempo pasó de calcar a dibujar por referencia, gracias a un estuche de lápices que recibió en Navidad. Su primer dibujo fue de su ídolo, Alex Morgan, una reconocida futbolista estadounidense. El dibujo fue un tributo a su amor por el fútbol. Y así fue desarrollando una pasión que arde en su interior.
“Así yo sea literalmente ciega por un ojo, tengo la capacidad de ver los detalles en todo y lograr capturar la belleza de las cosas”.
El arte le ha enseñado que no existe la perfección, que los errores hacen no solo a los dibujos, sino a todo perfecto. También le enseñó paciencia al no saber cómo empezar, pero más bien la obtuvo al ser la mayor de cuatro hermanos.
Es leal, creativa, humilde, perezosa e insegura. Soñadora hasta morir, tiene mil metas, es 100% razonable y piensa más con la cabeza que con el corazón. “El arte es algo que me hace feliz, me siento, pongo música, me distraigo y se me pasa el tiempo, me hace ser orgullosa de mí”.
A la hora de elegir su rumbo profesional escogió una carrera que le permitiera desarrollar su habilidad, Ingeniería de Diseño de Producto, en la Universidad EAFIT.
Actualmente tiene 19 años y va en tercer semestre, se ha destacado por su talento, se ganó un premio a la mejor bitácora y es monitora de dibujo. A veces el estrés académico es tan grande y exhaustivo que olvida la felicidad. Se deja llevar por un mar de estrés que arrasa con su pasión.
Aunque la miopía y las cataratas estén presentes, muchos quisieran ver el mundo como ella lo hace.
Aunque se pase los días buscando razones para ser feliz y buscando lo extraordinario en el exterior, no se da cuenta de que esto ya vive dentro de ella, solo le falta mirar hacia adentro como lo hace hacia afuera para admirar su autorretrato, como admira sus otros dibujos.