Lograr un acuerdo de desarme y reintegración política con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) a través de un proceso de negociación es indispensable y estratégico para la construcción un escenario político pacífico en Colombia.
Este proceso ofrece ventajas que están muy por encima de las alternativas de persistir en un conflicto prolongado y agotador porque, ya se ha demostrado, no se gana nada en un juego de suma cero implícito en una improbable victoria militar de alguno de los bandos.
En primer lugar, un proceso de acuerdo político con el ELN puede salvar innumerables vidas. Abordar el conflicto a través de los diálogos ofrece la posibilidad de detener la pérdida de vidas humanas, animales, naturaleza y la destrucción de comunidades.
Miles de colombianos han sido víctimas de esta guerra interna que tenemos, sufriendo secuestros, desplazamientos, asesinatos, desapariciones, etc. Optar por la negociación política con un actor político insurgente significaría abrir la posibilidad de no solo de salvar vidas, sino la reconciliación nacional y la apertura de un sistema político que tramite sus diferencias por vías distintas a la coacción y la violencia.
Apostarle a un acuerdo de paz con el ELN traería un impacto positivo en la estabilidad económica de Colombia.
La persistencia de este conflicto ha sido uno de los varios factores que limitan el desarrollo en muchas regiones del país, obstaculizando el turismo, la inversión nacional e internacional, el desarrollo de infraestructura y la expansión de oportunidades, y con ello ampliando o manteniendo las condiciones de marginalidad y pobreza que están en el origen y la continuidad de los movimientos insurgentes.
Es una suerte de paradoja: la guerra interna se justifica por la desigualdad, pero su persistencia impide salir de ella.
Un acuerdo de paz puede generar condiciones para superar las bases objetivas que alimentan la confrontación: la marginalidad, la desigualdad, la falta de Estado, las brechas de desarrollo y acceso a derechos y servicios en los territorios de la periferia, especialmente rural.
Sin embargo, las ventajas que trae hacer un proceso de paz con el ELN van más allá que las fronteras nacionales. Un acuerdo con esta guerrilla enviaría un mensaje claro y contundente a nivel mundial, demostrando el compromiso que tenemos los colombianos con la resolución pacífica de conflictos y el Estado de derecho que proclamamos en nuestra constitución.
Así como el proceso de paz con las Farc-EP ayudó a fortalecer las relaciones diplomáticas y mejorar la reputación internacional de Colombia, este proceso de paz también nos ayudaría a eso, además, abriría puertas para la cooperación de áreas como el comercio y la ayuda humanitaria.
Parece, pues, que la solución pacifica de este conflicto, no resuelto en medio siglo, se puede convertir en un espiral virtuoso que permita ir desescalando los conflictos y la réplica sucesiva de pequeños grupos dispuestos a utilizar la violencia para promover propósitos políticos o económicos.
Hay que reconocer que ningún proceso de paz es fácil. El proceso de paz con las Farc-EP tuvo muchos altibajos y el proceso con el ELN los ha tenido. Con este grupo guerrillero se ha venido negociando desde la década de los ochenta durante el gobierno de Belisario Betancur.
Habrá obstáculos políticos, logísticos y culturales que superar. Pero seguir en guerra y no buscar el fin de la violencia como medio de expresión política trae costos mucho más grandes.
La continuación del conflicto solo perpetuará el sufrimiento, la división y la inestabilidad, dejando un legado de dolor, rencor, odio y fracturas para las futuras generaciones.
Ciertos partidos políticos y parte de la sociedad colombiana podrían argumentar que negociar con un grupo guerrillero es ceder ante el “terrorismo”. Sin embargo, no solo la historia internacional, también nuestra historia nos ha enseñado que incluso los conflicto más longevos pueden resolverse a través del diálogo y la negociación.
El acuerdo de paz con las Farc-EP es un ejemplo de ello. Aunque imperfecto, ha traído beneficios innegables para la nación.
En conclusión, Colombia se encuentra en un momento crucial para avanzar hacia la paz con el ELN. La importancia de hacer un proceso de paz radica en la oportunidad de construir un país más justo, próspero y seguro para las generaciones presentes y futuras.
Las ventajas de hacer un proceso de paz con el ELN son claras y contundentes: salvar vidas y promover el desarrollo económico y la paz.