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La voz de las montañas

Por Miguel Echavarría Vásquez

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¿Y si las montañas tuvieran una historia distinta a la que nos han contado de ellas? ¿Y que estuvieran estrechamente conectadas? ¿Y que hayan tenido vida? Este ensayo ficcional explora esas hipótesis, a partir de las vidas maravillosas de quienes descubrieron todo aquello.

Uno de los documentales más extraordinarios de los últimos cinco años es Todos tenemos marcas de tierra, de Santiago Kaseliunas, y me pareció lamentable que los demás miembros del Festival de Cine y Divulgación de Caramanta (Antioquia) le dieran tan pocos méritos a este trabajo de investigación.

Muchos de mis colegas han declarado que su trabajo es supremamente pretencioso y he oído por mucho tiempo que es ridículo prestarle atención a semejante investigación tan boba, pero yo opino lo contrario: Kaseliunas se ha distinguido por vincular una serie de tradiciones y leyendas alrededor del mundo para advertirnos de un riesgo probable.

El documental transcurre entre Mérida (Venezuela), los montes Urales, las estepas mongolas y la Escombrera, en Medellín.

Todo comenzó con una expedición a Mongolia. Jacques Dubois, antropólogo canadiense de la Universidad de Concordia, fue testigo de un ritual de una tribu mongola en el que tuvo una parálisis cerebral. Nadie supo a ciencia cierta qué le pasó al doctor Dubois, pero nunca volvió a ser un hombre funcional.

A pesar de la experiencia anormal que sufrió, Dubois logró tomar notas sobre el rito. En ellas deja clara la sospecha de que la comunidad buscaba conectarse mental y/o físicamente con la tierra.

Varios meses después, en Mérida, hubo un fuerte temblor de 5.6 de la escala de Richter. Aunque no dejó daños graves sí generó preocupación en la población, pero eso nadie lo recuerda, pues no es más importante que lo que dijo uno de los ciudadanos después del hecho. Juan Vicente Carmona, un farmaceuta jubilado, dijo haber oído voces mientras pasaba el temblor.

Según Carmona, había oído cientos de voces condensadas que reclamaban sentirse maltratadas por tantas construcciones que perforaban la tierra. A pesar de eso, al señor Carmona se limitaron a darle antidepresivos hasta que murió de un ataque cardíaco dos años después.

Pero lo más impactante fue el movimiento de una montaña de los Urales, pues parecía que esta se desplazaba hacia Ekaterimburgo (que en ese entonces se llamaba Sverdlovsk). Ya había sospechas de que en los Montes Urales había anormalidades desde el incidente del paso Diátlov en 1959, en el que nueve excursionistas murieron en circunstancias sospechosas.

Ahora, veinticinco años después una montaña se desprendía y se movía hacia una de las ciudades más importantes de la Unión Soviética. Ante el miedo y el desconcierto que este hecho provocó, el gobierno decretó que evacuaran la ciudad y ordenó que nadie reportara ese hecho. Por eso, fuera de los 22.4 millones de kilómetros cuadrados de la Unión Soviética el hecho de que una montaña se desprendiera y se desplazara nunca se supo, y hasta ahora ese hecho ha pasado a ser una misteriosa leyenda.

Santiago Kaseliunas dice haber oído esta leyenda en un viaje a Lituania que hizo con su familia para hacer una investigación genealógica. Él, un joven estudiante de cine, se obsesionó con leyendas urbanas y efectos de desastres naturales y concluyó que los casos de Dubois, Carmona, los muertos del paso Diátlov y el desplazamiento de una montaña de los Montes Urales no eran hechos aislados. Estaba convencido de que había una misma historia alrededor de todos estos casos.

Tiempo después Kaseliunas descubrió una teoría de ciencia alternativa que busca investigar a la Tierra como un ser viviente, la cual han descartado disciplinas científicas tradicionales como la Biología o la Geología. Según esta teoría, las montañas son seres vivos que se encuentran fosilizados. En el Paleolítico Superior, las montañas se formaron no solo por los accidentes geográficos sino por haber desarrollado un sistema de locomoción y una serie de mecanismos fisiológicos e, incluso, formas de comunicación.

Según esta teoría, las montañas desarrollaron una relación simbiótica con las plantas y demás vegetación, y a través del follaje serían capaces de tocar y escuchar lo que hay a su alrededor. Estas murieron y se fusionaron con la tierra durante las glaciaciones, pues no tenían suficientes recursos para sobrevivir. Otras teorías sugieren que no fallecieron, sino que se asentaron en diversos territorios, formando grandes cadenas montañosas y todavía siguen hibernando.

Incluso hay versiones en las que las montañas tendrían un sistema digestivo y en algún momento llegaron a cazar pequeños animales y plantas, pero, suponiendo que hibernan, actualmente consumirían los cuerpos en descomposición que son enterrados. Kaseliunas encontró más consonancia con esta segunda teoría, principalmente por los testimonios de Dubois y Carmona.

Una investigación de la Universidad San Marino reveló que algunas montañas en los Andes venezolanos emitían ondas que casi siempre eran imperceptibles para los seres humanos. Una hipótesis que ha sido considerada en estos casos es que

estas ondas son emitidas como un sistema de comunicación entre especies, el cual muy pocos sujetos son capaces de soportarlas, por lo que al intentar entablar contacto con una montaña tiene un desgaste considerable, física y mentalmente.

A pesar de esto, ha habido casos exitosos de sujetos que han escuchado la voz de las montañas. El de Juan Vicente Carmona es uno de estos. Según él, y otros testimonios parecidos, las voces de las montañas son cientos de voces comprimidas que normalmente suenan como susurros de seres amados que habían fallecido.

Kaseliunas concluyó que las cadenas montañosas, al engullir absorben los conocimientos y recuerdos de los seres sintientes para así poder emularlos y replicarlos para tener mejores métodos para sobrevivir.

En el barrio San Javier, al nororiente de Medellín, testigos han afirmado que el grosor de las montañas ha crecido de forma exponencial desde 2002, en una zona en la que se sospecha que está ubicada La Escombrera. No ha habido un contacto estrecho entre las lomas de San Javier y algún transeúnte, pero Kaseliunas afirma que las víctimas de la Operación Orión han nutrido a la tierra y le han brindado memoria, creando una relación recíproca entre la formación geológica y las personas que lo habitan.

A pesar de las observaciones y conexiones que establece Kaseliunas considero evidente que su investigación debería tener mayor visibilidad. El Nevado del Ruiz actualmente está en alerta naranja ante un inminente riesgo de erupción. Al analizar con mayor atención este trabajo sería probable encontrar métodos más eficientes para controlar a las montañas cuando traten de despertar de su hibernación, lo que parece estarle pasando a esa montaña.

Las imágenes que ilustran este relato fueron tomadas de los libros de viajes y exploraciones del gran científico alemán Alexander Von Humboldt.

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