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Enamorarse no tiene título

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Enamorarse no tiene título

Texto por Manuela Vahos.

Ilustración por Andrea Rodríguez.

 

El amor siempre ha sido de valientes pero sentirlo detrás de un armario jamás ha sido suficiente.

Las películas de amor siempre han sido mis favoritas. Lloro cada vez que veo alguna, así tengan un final feliz. Hace tres años vi una con mi papá, cosa que no es costumbre, en un cine independiente. Love, Simon  trata de un joven que se enamora de otro chico y cómo el manejo de esta situación lo encamina a una serie de conflictos con su familia y amigos, los cuales lo llevan a un descubrimiento propio, aunque al final todo se soluciona y él puede vivir su relación con tranquilidad. Cuando la película terminó, como era de esperarse, lloré. 

Recuerdo que, al salir del cine, al verme llorar, papá me dijo que no me preocupara, que iba a encontrar un amor que me quisiera. Resultaba irónico; en realidad no lloraba por no encontrar jamás a alguien, lo hacía porque quería enamorarme de alguien y que no tuvieran que hacer una película para un público específico que se estrenara en los cines más escondidos. Me reí. “No papá, no es eso, solo que vivir para contar tu historia de amor dentro de un clóset es bastante agobiante”.  

Todos mis años he crecido con la seguridad de no tener que “salir del clóset”. Desde niña he entendido el amor a partir de la diversidad, lo cual es algo que rescato lo suficiente para estar agradecida hoy. 

Hay una recopilación de escenas en el final de la película a la que hago referencia que presentan situaciones hipotéticas de cómo sería decirle a tus padres que eres heterosexual. Dentro de la idea de la película resulta hasta divertido cómo se podrían invertir los papeles. Lo resalto porque nunca tuve que hacerlo. Las vivencias del entendimiento del amor me han hecho verlo con libertad. Pero ¿qué pasa con mi amiga que no sabía que podía tomarme la mano en público? ¿con la chica que conocí alguna vez que no se sentía capaz de darme un beso en un lugar repleto de personas? ¿o con el chico que estuvo conmigo en bachillerato y que unos años más tarde descubrió cuál era realmente su género? No a todos les toca tan fácil.

Cuando ya estábamos camino a casa, papá me preguntó si era difícil todo lo que tenía que pasar cuando me gustaba una chica. Desde su desconocimiento, lució intrigado de que unos minutos del filme me hubieran afectado tanto. En el privilegio a veces no se entiende que hay gente que la tiene mucho peor. El amor nunca ha sido suficiente, siempre se trata de algo más. De qué tan valientes somos para enfrentar lo de afuera. En uno de los festivales de orgullo gay, leí un cartel que decía: “en una sociedad que nos ha educado para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política”. Estamos tan acostumbrados a romantizar el amor, que se nos olvida que, en esencia, sigue siendo un tabú en tantas mentes.

Fotografía tomada por: Manuela Vahos @vahos.jpg en Instagram

Cuando recuerdo mis relaciones y lo que he aprendido de ellas, hay una en específico que hace eco en el tema de reconocerse a sí mismo. Lo valioso de la relación es que permite generar conocimiento a través de la otra persona. Para enfrentar cuestiones tan poderosas como lo es la homosexualidad, nunca está de más tener a alguien para ser tu punto de partida. Eso fue para mí una relación de colegio. Darme cuenta de que tenemos la suficiente fuerza para hacer cosas mucho más grandes de lo que pensamos. Que podemos gritar en silencio los amoríos que se nos ocurran si tenemos la libertad y el respeto de hacerlo. Validarse a sí mismo desde lo que uno es. Creo en definitiva que de eso se trata, de encontrar la forma de refugiarse en la otra para vivir el amor. Detrás del miedo está la posibilidad de enamorarse de amar. Cuando sales por las calles tomada de la mano con la chica que te gusta eres parte de algo. Disfrutar abiertamente de la sexualidad nos hace parte de la revolución. 

Enamorarse no tiene título porque para enamorarte no tienes que encasillarte. Somos lo que dejamos en las demás personas. Cuando me senté a escribir, le pregunté a la última chica con la que estuve qué podría llevarse de nosotras, a lo que me respondió: “ser gay contigo nunca fue difícil, porque simplemente me tomaste de la mano en cualquier escenario”. El amor es de valientes mentes revolucionarias que aman en cualquier esquina de la ciudad donde crecieron.

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