En medio de la controversia suscitada por la decisión del Comité Olímpico Internacional (COI) de vetar a los atletas rusos en las competiciones bajo su bandera nacional, surge una interrogante palpable: ¿Por qué se permite la participación de Israel, a pesar de su conflicto contra Palestina, mientras se aplica una sanción a Rusia por su implicación en Ucrania?
Las Olimpiadas son el evento deportivo más importante a nivel mundial. Atletas de todo el planeta se preparan durante toda su vida para poder clasificar a los Juegos Olímpicos. El encargado de tan magno evento es el Comité Olímpico Internacional (COI) que, desde su fundación en 1894, ha velado por forjar un mundo mejor a través del deporte.
Sin embargo, el COI ha sido fuente de polémica en los últimos meses por la restricción de los atletas rusos en sus competencias, al tener en consideración el conflicto armado que mantiene este país en la actualidad con Ucrania.
Pero deja de lado la situación en la Franja de Gaza (catalogada por muchos como un genocidio contra pueblo palestino), lo que habla de que este veto no es justo si se compara con el caso de Israel.
Y es que los Juegos Olímpicos no han sido ajenos a tensiones y conflictos de escala mundial.
Basta con revisar las fotografías de Berlín 1936, juegos empapelados con la esvástica en todas partes; las Olimpiadas de Montreal 1976, en la que 26 Estados africanos se abstuvieron de participar en la cita olímpica debido a la inclusión de Nueva Zelanda, ya que su selección de rugby había realizado una gira por la Sudáfrica del apartheid y aún después de hacer una petición al COI, se le permitiría participar.
También lo sucedido en los Juegos Olímpicos de Moscú 1980, a los que múltiples países decidieron no asistir o se presentaron bajo la bandera olímpica, para protestar por la invasión soviética a Afganistán; Los Ángeles 1984, que recibieron la respuesta del boicot de Moscú por parte de los soviéticos, que lo justificaron con “histeria antisoviética”.
Estos son solo algunos de los ejemplos de tensiones y conflictos con los que los Juegos Olímpicos han tenido que lidiar.
La hipocresía del COI
El COI, en su Carta Olímpica expresa que “la práctica deportiva es un derecho humano. Toda persona debe tener acceso a la práctica del deporte sin discriminación de ningún tipo, en el respeto de los derechos humanos reconocidos internacionalmente y dentro del ámbito de competencia del Movimiento Olímpico”.
Sin embargo, rompe sus propias reglas al momento de evitar que atletas de ciertos países como Taiwán puedan participar bajo sus respectivas banderas nacionales, al ser obligados a hacerlo con otra bandera y el nombre de “China Taipéi”.
Estos “arreglos” son llevados a cabo para evitar tensiones internacionales, aunque estos se aplican a conflictos históricos, como es el caso de la República Popular China con el principio de “una sola China” que varios países (incluida Colombia) reconocen y ponen en práctica.
En los conflictos bélicos actuales estas prohibiciones son irregulares y responden más a una solución rápida y mediática que a un castigo verdadero por estas acciones. Ejemplo de esto es el caso de Israel en su conflicto actual con Palestina.
Según el Ministerio de Salud palestino, aproximadamente 30.600 civiles han muerto en medio de los intensos ataques del gobierno israelí, con los que pretenden acabar con el grupo Hamás, según reportó el medio France 24.
A pesar de estas bajas y las infracciones a los Derechos Humanos, Pierre-Olivier Beckers, de la Comisión de Organización de París 2024, afirmó que la participación de Israel, bajo sus símbolos nacionales, será permitida y que no se había contemplado sanciones.
Más allá de la sanción por dopaje recibida previo a los juegos de 2020, en la que los atletas rusos participaron bajo la bandera del Comité Olímpico Ruso (ROC), para París 2024, estos deportistas participarán con una bandera neutral en la capital francesa debido a las acciones tomadas por el Kremlin en Ucrania.
No obstante, los rusos no fueron sancionados para Río 2016, cuando la anexión de Crimea de 2014 todavía era un evento “reciente”.
Esto deja dos preguntas importantes: ¿por qué para las trigésimas terceras Olimpiadas estos atletas no tendrán permitido participar bajo su bandera cuando en las trigésimas primeras pudieron hacerlo después de una acción similar?, y también, ¿por qué no se aplican los mismos castigos a todos los países que toman acciones bélicas?
¿Por qué unos sí y otros no?
El COI se justifica en que los casos de Israel y Rusia son distintos, cuando realmente la única diferencia entre los dos casos es la duración del conflicto. Con el del Kremlin hacia Ucrania, que comenzó en 2022; mientras que el conflicto entre palestinos e israelíes comenzó a finales de 2023.
Ambos han dejado grandes cantidades de muertos y heridos y han generado graves violaciones a los Derechos Humanos.
Sin embargo, el COI, según reportó El País, defiende la omisión de castigo a Israel cobijándose en la “tregua olímpica” que se debía mantener en los Juegos Olímpicos de Invierno Pekín 2022, los cuales ocurrieron al mismo tiempo que el inicio de la invasión de Ucrania. ¿Significa entonces que la guerra de Israel y Palestina por no ocurrir en un tiempo de tregua es impune al castigo internacional?
El COI ha encontrado excusas constantes a la parcialidad demostrada con los dos principales conflictos que ocurren en la actualidad y su omisión al castigo que debería recibir Israel.
Aunque existen razones válidas para castigar al Comité Olímpico Ruso, hay dos graves falencias en este veto: la falta de castigo a Israel y el hecho de omitir a los atletas para tomar estas decisiones.
Los conflictos bélicos no deben pasar desapercibidos, pero los atletas no tienen la culpa de las decisiones tomadas por sus gobiernos.
Resulta hipócrita que la Carta Olímpica hable de “adoptar medidas para reforzar la unidad del Movimiento Olímpico, proteger su independencia, mantener y promover su neutralidad política, y salvaguardar la autonomía del deporte”, mientras que toma decisiones basadas en el escenario político internacional y elimina la autonomía del deporte de estos escenarios.
No se puede hablar de autonomía si se relaciona a los deportistas pertenecientes a una nación con acciones de las que no ha sido partícipe. Un ciudadano, y sobre todo un deportista, suele ser una persona patriota, término que NO se debe confundir con nacionalista.
Un patriota es una persona que se siente orgullosa y que ama a su país (símbolos patrios como la bandera, el himno, el lema, etc.), mientras que una persona nacionalista es la que pone a su país ante todo y cree que hay una superioridad clara de su nación (etnia, credo religioso, etc.) frente a otros, y que por esto merece tener muchas más cosas.
Esa es la diferencia entre los atletas y Vladimir Putin, quien considera que los territorios ruso-soviéticos deberían volver a la “Madre Rusia”, al ser esta una de las principales razones del conflicto. ¿Por qué culpar a los deportistas de las decisiones de un cuasidictador?
Aunque hay razones válidas para vetar a Rusia, no se pueden omitir ciertos actos mientras otros son penalizados.
La historia indica que símbolos nazis ondearon en las Olimpiadas, que las protestas contra el racismo fueron ignoradas, que países en guerra como Israel van a poder asistir sin problema a la cita más importante del deporte mundial mientras que otros no, y los más afectados son los deportistas que se preparan toda la vida para representar con orgullo a su país.
O todos en la cama, o todos en el suelo.