Aprender a manejar bien nuestras finanzas nos evitará caer en las garras de los buitres que nos quieren comer vivos.
Aún en pleno 2023, época en la que se supone somos más civilizados e inteligentes, se sigue viendo como algunas organizaciones e individuos “más vivos” se quieren aprovechar de nosotros. La gente sigue cayendo en un sistema de inversión que un migrante italiano inventó hace más de 100 años: el Esquema Ponzi.
Sin embargo, le conocemos comúnmente como las famosas “pirámides”, células de abundancia, inversión de marketing multinivel, entre otros nombres y modelos que, con el paso de los años, mutaron y se han camuflado en la sociedad de generación en generación.
Se podría decir que la gran mayoría de personas saben o tienen algún conocimiento de cómo funcionan estos modelos. Identificarlos es muy fácil y probablemente se imaginan cómo terminan, pero si el patrón común de estas modalidades de negocio es que acaban quebrando y estafando a las personas, ¿por qué seguimos cayendo en ellos?, ¿por qué depositamos y confiamos nuestro dinero en estos procedimientos de inversión?
La respuesta es sencilla: analfabetismo financiero.
Crecimos en hogares que no nos enseñaron a manejar bien nuestro dinero, a administrarlo de manera responsable o de la forma más indicada.
Desde la academia fue poca la educación que recibimos para lidiar con estos asuntos, pues las finanzas y la cultura del ahorro no eran materias comunes en los planes de estudio.
Haber crecido con ese déficit de educación, puntualmente en este tema, limitó la importancia y la implicación que este tiene en la economía personal y el desarrollo del país.
Para situar esto en cifras, no es que estemos muy bien. En un artículo publicado en el portal web del diario Portafolio, Mónica Aparicio, quien fue directora del Fondo de Garantías para Instituciones Financieras (Fogafín) en su momento, aseguró que el 95% de los colombianos no tienen cultura financiera.
En la sección de noticias de la página web del Cesa (Colegio de Estudios Superiores de Administración), en su publicación “No temamos a la educación financiera”, se presentan algunos resultados de las pruebas PISA, donde nos sitúan como el país de la Ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) con más baja educación financiera.
Son datos que prenden las alarmas y frente a los cuales el gobierno busca implementar medidas que puedan reducir estos índices de analfabetismo financiero, algunas de ellas como la Ley 1328 de 2009 que estableció en uno de sus artículos la obligación de las entidades bancarias a transmitir formación en finanzas a sus clientes y consumidores.
El sitio web www.sabermassermas.com describe el plan nacional de educación financiera organizado por el Ministerio de Educación, Fasecolda y Asobancaria, llamado Nueva Pangea, el cual tiene como proyecto llegar a todos los colegios del país con el fin de promocionar la educación financiera en los niños, niñas y jóvenes.
Sin embargo, la solución de este problema no se le puede adjudicar únicamente al gobierno, como ciudadanos también tenemos un grado de responsabilidad en este asunto. No está bien ignorar o hacernos los locos con estos temas económicos y financieros.
Desde los hogares debemos impartir la cultura del ahorro y el consumo responsable.
Debemos cambiar esa mentalidad del menor esfuerzo o ley del atajo que nos lleva a seguir creyendo que invertir nuestro dinero en proyectos fraudulentos nos va a hacer ricos de la noche a la mañana.
Aprender a presupuestar nuestros gastos, ahorrar, consultar verdaderos expertos son pequeños pasos para lograr una buena educación financiera. Esto nos hará actuar conscientemente en momentos de desesperación y nos ayudará a tomar mejores decisiones frente a la cantidad de ofertas de inversión que recibimos a diario, que nos prometen un cerro de dinero en poco tiempo y que, al final, nos terminan dejando sin un peso.
Así pues, ya no seremos la presa fácil de las personas, los medios y el mercado, esos buitres que nos quieren comer vivos con sus proyectos fraudulentos de inversión y crecimiento financiero, con la infoxicación que recibimos a diario en los medios digitales, que nos incitan al consumismo excesivo y nos convencen con sus campañas publicitarias a malgastar nuestro dinero en cosas innecesarias que nos ahogan en un mar de deudas.
Para evitar seguir siendo presa fácil se necesitará disposición, educación y mucha inteligencia, de la que se supone que gozamos en este siglo XXI, para que los “vivos” no sigan pensando que van a vivir de los “bobos”, para bien de nuestra economía personal y la del desarrollo del país.
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