Existen cientos de casos de abuso intrafamiliar porque vivimos en una sociedad que normaliza este delito por el secreto y el silencio que las familias prometen guardar.
“Le he puesto varios nombres, El monstruo, El vigilante, El coco y muchos otros. Pero mi mamá le dice amor”. Esto escribió Miguel Ángel López, el adolescente de 16 años que ganó el premio Medellín en 100 palabras. El monstruo de mi cuarto es un cuento que no es un cuento. Es una realidad inhumana que deben enfrentar miles de personas a diario. Los casos de violencia intrafamiliar son historias que pasan de generación en generación por secretismo, lealtades o hasta miedo.
Los “cuentos” de maltrato se quedan en las familias, en los barrios y en las escuelas. En la mayoría de los casos la verdad nunca sale a la luz.
Según un boletín de la Personería Distrital de Medellín, “más de 28 mil casos de violencia intrafamiliar se registraron en Medellín entre 2020 y 2022”. A pesar de que la cifra es aterradora, el subregistro es inmenso. Es un delito que se oculta.
Siempre me preocupa pensar en el miedo y el trauma que se transmite en los hogares cuando esta violencia está o estuvo presente en algún momento: vivimos en una sociedad cruel en la que las personas no hablan ni denuncian por lealtad a sus familias o hasta a sus propios agresores.
Yo misma juzgaba, por ejemplo, a las mujeres que se quedan calladas cuando una pareja las maltrata o las abusa.
Ahora me pongo en su lugar y entiendo el miedo que deben sentir para enfrentarse a una denuncia.
El miedo a ser golpeadas, violadas o, incluso, el miedo a morir. También es muy frecuente el miedo a la vergüenza y a la burla. Por raro que parezca, muchas personas defienden al agresor y devalúan a la víctima.
Se normaliza tanto este delito que la persona que le contó su historia a Miguel, el autor de El monstruo de mi cuarto, lo hizo porque era algo que llevaba guardando desde los 12 años y su madre nunca le creyó.
Es espantoso e increíble que un niño pequeño e inocente deba pasar por algo así. Cuando juzgamos a las personas que no denuncian la violencia intrafamiliar, lo único que estamos logrando es que estas víctimas prefieran no hablar para no ser criticadas.
El silencio en este tipo de situaciones se ha vuelto muy común. Existen cientos de casos de abuso intrafamiliar porque vivimos en una sociedad que normaliza este delito por el secreto y el silencio que las familias prometen guardar.
La mayoría de las personas no alzan su voz al ser violentadas por pena y temor a lo que dirá y pensará el resto de la sociedad.
Además, las consecuencias psicológicas del maltrato intrafamiliar son tan duras que no es fácil para la víctima encontrar una solución.
Hay cientos de motivos que demuestran que el silencio y el secreto sobre la violencia intrafamiliar es más común de lo que se cree.
Dejo algunos aquí con el propósito de que empecemos a reflexionar sobre la importancia de denunciar a los agresores, pero también de no juzgar a las víctimas que guardan silencio por diversas razones:
–La víctima normalmente se demora incluso años en tomar la decisión de alejarse de su agresor. Por lo tanto, su salud mental se debilita tanto que es muy común que ya no encuentren una solución al problema.
–La víctima teme a quedarse sola y a no subsistir económicamente sin su agresor.
–Aunque denuncie, la víctima seguirá sintiendo angustia. Incluso, el miedo a las reacciones y a los castigos del maltratador aumenta.
Las víctimas no denuncian por miedo a que no les crean. Cuando no hay evidencia física, temen ser consideradas mentirosas.
–Muchas víctimas prefieren guardar silencio por la pena a exponer todo lo que han aguantado. El hecho de tener que recordar todo lo que ha sufrido y no haber hecho nada al respecto, genera en la persona un sentimiento de culpa.
–Además, las víctimas prefieren dejar sus historias como secretos dentro de las familias, ya que actualmente se ven muchas críticas hacia las personas que denuncian maltrato intrafamiliar, principalmente en redes sociales.
–Las amenazas del maltratador hacen a la víctima eliminar la opción de denunciar.
–La manipulación del agresor es tanta que puede lograr distanciar a la víctima de sus familiares y amigos, e inclusive hacerlos desconfiar de ellos para no pedir ayuda.
Estas son solo algunas razones por las que las víctimas temen a denunciar a sus agresores, pero hay muchas otras causas por las que estos abusos se han quedado en las familias de generación en generación.
Este artículo busca principalmente que las personas se cuestionen sobre su entorno, que analicen hasta qué punto han pasado por alto o han ignorado señales y factores de riesgo en su familia, en su barrio u en otros entornos.