Este certamen ha estado en constante evolución desde su creación en 2017 y, aunque ha logrado avances notables, todavía lucha por su reconocimiento y apoyo por parte de la Federación Colombiana de Fútbol y la Dimayor, entes que regulan la competición. Detrás de este esfuerzo se tejen historias de determinación, talento y resistencia que merecen la atención y el apoyo de la afición.
La liga femenina se originó como una respuesta necesaria a la creciente demanda de igualdad de género en el deporte colombiano, más específicamente en el fútbol, que por años fue una disciplina que, se creía, era de corte masculino, aunque en Estados Unidos y en Europa había una creciente afición por esta rama.
A su vez, desde finales de la década pasada se vio cómo creció su nivel y cómo se consolidó como un espectáculo de masas en estos lugares.
Pero el camino hacia la igualdad de oportunidades no ha sido fácil. La Dimayor, entidad que rige el fútbol profesional en Colombia, ha enfrentado críticas constantes por la falta de inversión y apoyo al fútbol femenino.
Uno de los problemas más notorios radica en las diferencias de recursos y condiciones entre la liga femenina y la liga masculina. Mientras las escuadras masculinas disfrutan de sólidos respaldos de patrocinadores, una extensa cobertura mediática y estadios repletos de seguidores apasionados, las jugadoras enfrentan, en muchas ocasiones, el desafío de la marginación y el rezago.
Esta desigualdad se manifiesta, de manera más evidente, en los bajos salarios, ya que los clubes, en cooperación con la Federación Colombiana de Fútbol (FCF) y la Dimayor, habrían establecido conjuntamente los niveles salariales para las futbolistas que compiten en la liga profesional femenina.
Estos niveles garantizaban que las jugadoras recibieran únicamente el salario mínimo legal vigente como su compensación mensual, con un límite máximo de 4.500.000 pesos mensuales.
No solo eso. El poco apoyo que ha recibido la liga por parte de los mismos clubes que “respaldan” a las jugadoras da a entender el desinterés de por lo menos 29 de los equipos en promover este deporte a nivel femenino.
En conjunto, estas prácticas habrían resultado en que las jugadoras obtuvieran un salario cercano al mínimo legal durante un período no superior a cuatro meses, y solo una vez al año.
Esta situación actuaría como obstáculo para el desarrollo del fútbol femenino, ya que la mayoría de las jugadoras profesionales no tendrían la oportunidad de dedicarse por completo a esta actividad y se verían forzadas a buscar otras fuentes de ingresos, lo que a su vez podría impactar negativamente en su progreso en el ámbito profesional.
A pesar de estas desigualdades, las jugadoras continúan mostrando su dedicación y calidad en el campo de juego.
La brecha de género en el deporte no es exclusiva de Colombia, pero es esencial abordarla en todos los niveles. Desde la base hasta el profesionalismo, la liga femenina puede ser un propulsor para el cambio, no solo en Colombia sino en todo el mundo.
Es alentador ver que algunas empresas y organizaciones han comenzado a invertir en el fútbol femenino, pero es necesario que la Dimayor tome un rol más activo en este proceso. Esto implica la promoción constante de la liga, la inversión en la infraestructura y la garantía de salarios dignos para las jugadoras.
El deporte no tiene género, y las mujeres merecen las mismas oportunidades de brillar y de inspirar a las generaciones futuras.
Además, se necesita una mayor cobertura mediática y visibilidad en la televisión y redes sociales, lo que contribuiría a aumentar el interés del público.
Los ejemplos de éxito en otros países, como la liga femenina de España o de Estados Unidos, demuestran que el fútbol femenino puede florecer y crecer con el apoyo adecuado. Colombia tiene un gran potencial en este sentido, con una excelente tradición futbolística y una pasión por el deporte que trasciende géneros.
La historia del fútbol femenino en Colombia está llena de hazañas y logros que merecen reconocimiento. Desde las primeras pioneras que se atrevieron a desafiar las normas establecidas hasta las talentosas jugadoras de hoy en día, cada paso dado en este camino ha sido un avance hacia la igualdad. Pero el trabajo está lejos de estar terminado, y la lucha por el reconocimiento y la equidad en el fútbol femenino continúa.
Para lograr un verdadero cambio y brindar a las mujeres futbolistas las oportunidades y el respeto que merecen, es crucial que se tomen medidas concretas.
También se debe fomentar la participación de mujeres en roles de liderazgo en la administración del deporte, garantizando que sus voces sean escuchadas y respetadas en la toma de decisiones.
En un mundo donde el deporte a menudo se asocia con el género masculino, es fundamental recordar que el fútbol no tiene género. Las mujeres tienen el mismo derecho que los hombres a participar, competir y destacar en este deporte.
La liga femenina es también una plataforma que desafía las normas preconcebidas y demuestra que las mujeres pueden y deben ser reconocidas como atletas de élite.
Es responsabilidad de todos, desde los dirigentes deportivos hasta los fanáticos apasionados, apoyar y promover el crecimiento del fútbol femenino en Colombia. Es hora de que la liga femenina sea valorada y respaldada en la misma medida que su contraparte masculina.
Solo entonces podremos decir que hemos alcanzado la verdadera igualdad en el deporte, donde el talento y la determinación son las únicas barreras que importan. Esta competición merece nuestro apoyo inquebrantable y nuestro compromiso con un futuro más igualitario y justo en el fútbol colombiano.