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Drag Queens, libertad entre tacones, pelucas y pestañas postizas

Por Isabel Soto e Isabella Arenas

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Bajo luces de colores, la vía Primavera, en el barrio Provenza de Medellín, se transforma en un ambiente vibrante de música y personas que disfrutan de la libertad de expresión en el bar Chiquita. Kessie, Kara y Piscis guardan historias profundas que trascienden las lentejuelas y las plataformas.

“Cuando me transformo en Kara Doll, no solo estoy actuando y haciendo un show, estoy descubriendo una parte más auténtica de mí misma”, dice Juan Felipe, más conocida como Kara, una de las drag queens del bar, antes de agarrar una silla y sentarse frente al tocador.

Chiquita es como un misterio, nadie sabe si es una persona, animal o cosa, tampoco se sabe su género, si es hombre o mujer, es solo “Chiquita”.

Desde las seis de la tarde hasta las dos de la mañana este ser cobra vida en forma de bar desde 2016. Este es uno de los bares gay de Medellín y, más que un lugar para bailar y disfrutar, es un espacio singular para la comunidad LGTBIQ+.

Imagen tomada del Instagram del bar Chiquita.

Aquí encuentran un refugio donde hay libertad de expresión, nadie critica, hay mentes abiertas, solo es gente disfrutando. Cada persona se siente auténtica, en especial las drag queens

Según Laidy Farfán, administradora del lugar, la escena del drag en Medellín comenzó en 2015 con la llegada de espectáculos de transformismo y shows a diversos espacios nocturnos, entre ellos Chiquita bar.

Su influencia puede vincularse a la cultura underground, los movimientos de liberación sexual y los espacios de entretenimiento queer que han ido evolucionando con el tiempo.

Incluso, la mayoría de las drags en sus inicios se inspiraban de un programa de televisión estadounidense llamado RuPaul, carrera de drags

Un grupo de estudiantes de la Universidad Eafit realizó una investigación y descubrió que cada vez más la ciudad está evolucionando hacia aceptar la diversidad sexual y de género, y a promover activamente la tolerancia y la aceptación.

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Gracias a iniciativas como el Colectivo Cultura Drag Medellín, campañas en redes sociales y eventos, estas comunidades avanzan en la lucha por establecer la normalidad en la identidad y expresión drag. 

Con el sol ocultándose lentamente en el horizonte, la energía de la vía Primavera se despierta en Chiquita. La entrada del bar da la bienvenida a sus clientes con unas escaleras pintadas con los colores de la bandera del orgullo.

Foto de Isabel Soto e Isabella Arenas

Al subir hay una pintura grande, un arcoíris saliendo de un par de piernas envueltas en mallas y tacones rojos y en la parte superior resalta la palabra “Chiquita” en amarillo.

Al adentrarse, el techo está lleno de lentejuelas doradas, creando brillo que se refleja en cada rincón. Las paredes tapizadas con estampados de piel de cebra y leopardo, ledan un toque audaz, exótico y salvaje.

Estatuas dispersas por el lugar, como cisnes, perras, pavos y cebras, representan a las mejores amigas de Chiquita, mientras que cerdos, burros y gallos son los amores de su vida.

Y al fondo, la tarima espera impaciente porque ahí es el espacio donde cada noche las drag queens hacen realidad sus sueños sin límites. 

Foto de Isabel Soto e Isabella Arenas

Antes del espectáculo 

Son las 6:25 p.m., las luces de Chiquita están apagadas y suena de fondo “Normal” de Feid. Santiago y Camilo, conocidas en el mundo del drag como Piscis y Kessie, con voz baja, corean la letra mientras se sientan frente a un espejo gigante al lado de Kara.

Las tres están en el camerino que queda en el segundo piso, donde las paredes son fucsias y a los lados hay estanterías personalizadas para cada una de ellas, donde ponen su maquillaje, pelucas y trajes.

El reglamento dice que la hora de llegada para cada uno de sus empleados es a las 5:00 p.m., una hora antes de la apertura, pero para ellas es a las 6:00 p.m., ya que casi siempre necesitan entre 3 y 4 horas para arreglarse.

Isabel Soto e Isabella Arenas en el camerino con quienes harán el show a medianoche.

Su show empieza una hora antes de la medianoche y consta de un baile creado por ellas y “lip sync” (sincronización de los labios con una canción elegida por la drag).

Una vez sentadas, empiezan a desempacar sus maletas repletas de vestuarios para la noche. Sacan una caja negra con bordes plateados y que se abre hacia los lados, mostrando una amplia gama de artículos de belleza.

Riegan todo su maquillaje por la mesa. Entre brochas, correctores, sombras y labiales, lo primero que buscan es un pegastic para poder aplicarlo sobre sus cejas.

“Esto es lo que más necesita una drag y lo usamos para que no se vean nuestras cejas naturales y tener total libertad de crear unas nuevas, pero a nuestro estilo”, dice Piscis mientras se estira delicadamente cada pelo hacia arriba antes de ponerse un polvo blanco para sellar el pegamento y sacar un lápiz negro.

“Entre nosotras nos prestamos todo; pero hay que decirlo, muchas veces tenemos envidia de lo que tiene la otra porque las cosas son muy caras”.

El arte del drag 

Por unos minutos, el camerino se sumerge en un silencio total. La concentración en cada uno de los rostros revela que el maquillaje, para ellas, es mucho más que una mera rutina. Es un recurso que usan para expresarse, como un lienzo donde muestran su creatividad y su verdadero yo.

Esto les ha permitido comunicar su identidad y amor por el arte del drag de una manera única. 

Imagen tomada del Instagram del bar Chiquita.

Antes de seguir maquillándose, Kessie gira su rostro y dice: “Cuando me estoy organizando para un show me vienen recuerdos de cómo entré y empecé en este mundo. Yo me maquillo desde los 15 años y aprendí solo viendo videos en YouTube. Era apenas un niño que estaba descubriendo sus gustos y su identidad, que ni sabía cómo manejar una brocha o cómo aplicarse un labial. Ahora hasta hago mis vestidos y sé cómo pegar una peluca”.  

Piscis conoció a las drag queens en 2021. Fue una noche de viernes que, junto a sus amigos de la universidad, decidió que iría a rumbear a un lugar que justo acababa de reabrir a causa de la pandemia: Chiquita Bar.

La presentación de la noche la dejó maravillada por completo, las pestañas, la ropa, la peluca, pero sobre todo esos tacones negros con mirella.

Cuando por fin pudo ingresar a este mundo se sintió realizada.

“Recuerdo la primera vez que pisé este escenario. Fue como encontrar un lugar donde finalmente encajaba, donde mi creatividad y autenticidad brillaban sin restricciones”, dice mientras lucha con la pega de las pestañas postizas. 

Kara, quien ya está terminando de arreglarse, sí lo ha tenido claro desde que tiene memoria, el querer convertirse en alguien de quien la gente se sintiera orgullosa y poder mostrar su identidad a través del drag.

Estuvo presente desde los inicios de Chiquita cuando abrió en 2016 y desde entonces este lugar se ha convertido en su hogar. Aquí ha conocido a personas maravillosas, entre ellas Kessie y Piscis, sus hermanas drags

Imagen tomada del Instagram del bar Chiquita.

El drag es un trabajo nocturno. Sus ingresos, en gran parte se deben a las propinas que reciben durante sus shows. Algunos días, particularmente los viernes o sábados, o durante eventos especiales en el bar, las ganancias pueden ser muy buenas. Pero hay noches donde el dinero que ganan no es suficiente. 

Aparte, el costo de mantener su arte es bastante elevado. Las pelucas pueden valer entre los 100 mil y 150 mil pesos, especialmente si buscan pelo natural. Los tacones de buena calidad superan los 60 mil pesos, mientras que algunas diseñan sus propios trajes, otras deben contratar a un diseñador.

Pero el gasto más significativo es el maquillaje, ya que requiere productos como correctores, sombras de ojos vibrantes, delineadores, pestañas postizas, brillos de labios, y no se consiguen en menos de 40 mil pesos. Todo esto para lograr las espectaculares transformaciones.

Momento de brillar

Han pasado tres horas desde que las drag queens llegaron al bar. La puerta del camerino, ligeramente entreabierta, permite filtrar las voces y risas de las personas que ya disfrutan de la noche y se escucha los ecos de la música que impregna el lugar.

Los bar tenders generan varios sonidos al agitar sus shakers. Los cristales de los recipientes chocan suavemente y el hielo cruje al momento de servirlos. Esta es una señal de que la noche está cobrando vida. 

Imagen tomada del Instagram del bar Chiquita.

“El ambiente se siente súper rico”, “niñas, esta pestaña no me pega”, “necesito que alguna me preste su rubor porque el mío no lo encuentro”, “marica, miren la hora, o sea, estamos cogidas de la tarde”, es lo que dicen mientras dan sus últimos retoques.

Ya con el maquillaje listo, cada una se levanta de su silla.

Comienzan a quitarse su ropa hasta quedar en bóxer. Piscis, con un abanico en la mano y acariciando su cabello, busca su bolso y de él saca unas botas negras que llegan a la rodilla. Kessie y Kara también abren sus maletas, pero la primera agarra un body color piel y la segunda unos guantes negros de látex.

Kessie deslumbra en un llamativo vestido fucsia que se ciñe a su figura, acompañado de tacones blancos y una peluca vino tinto.

Piscis luce un conjunto de cuero que resalta con una falda de cuadros azules, complementada por una peluca del mismo tono. Mientras tanto, Kara irradia elegancia en un vestido de látex negro, con aperturas en sus piernas, tacones negro y una peluca rojo intenso. Dejan el camerino desordenado y salen de ahí.

Las miradas y silbidos inundan el bar, cada gesto confirma que ellas son el centro de atención.

La DJ aumenta el volumen de la canción y el ambiente estalla en gritos. Inmediatamente, se pierden entre la multitud, saludan a todos, dejando en claro que ya están ahí. Sin embargo, esta noche solo Kessie subirá al escenario, las otras dos se encargarán de promocionar la app del bar. 

Hora del show

Alrededor de las 11 de la noche, la gente comienza a acercarse frente al escenario, esperando el show.

Entre aplausos, el público recibe a Kessie y ella con una sonrisa coge el micrófono y dice: “Buenas noches, tengan el placer o la desgracia de conocerme, su servidora, una de las encargadas de animar esta noche y hacer que ustedes se vayan de acá con una experiencia espectacular, ¡vamos a iniciar con el show!”

Las luces se apagan, por los parlantes empieza a sonar la canción y se prenden otra vez. La noche parece congelarse, es ella y el escenario, nadie más. Baila y canta como si fuera su último día haciéndolo.

Imagen tomada del Instagram del bar Chiquita.

La música acaba y la gente grita. Vuelve a coger el micrófono y agitada agrega: “Si les gustó, no olviden la propina porque eso nos ayuda mucho y nos permite seguir haciendo shows. Si eres gringo, también recibo dólares, no me molestan”, termina con una risita tímida y coge los billetes que les entregan.

Después de ponerlos a un lado, le hace una señal a la DJ para que ponga la siguiente canción. Con ojos de admiración y sonrisas que reflejan complicidad, Piscis y Kara la miran desde el fondo del bar. Después de 10 minutos, el show termina.

No existe el género, la orientación sexual, no hay etiquetas ni barreras, solo seres humanos bailando y cantando bajo las luces.

Kessie baja del escenario y se reúne con las demás para cantar entre ellas las últimas canciones de la noche. Siendo las 2:00 a.m. el bar se apaga de a poco. Lo único que brilla en la vía Primavera son las luces neón de Chiquita junto a las fachadas grises.

Afuera se siente como si se cambiara de canal en la televisión, de un espectáculo emocionante a la vida cotidiana, todo cambia cuando se sale del bar. 

A pesar de los desafíos económicos y las barreras sociales inherentes al mundo del drag, el amor y la dedicación hacia ese arte son los pilares que sostienen a estas artistas en su camino.

Más allá de las limitaciones cotidianas, la pasión que sienten se convierte en un motor que las impulsa a superar las adversidades. Esta conexión por el drag es lo que les permite trascender las dificultades y encontrar un sentido de propósito y realización en cada actuación.

Al regresar al camerino para cambiarse y retornar a su realidad, lo hacen con una alegría indescriptible al ser drag queens.

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