La falta de acción estatal ha producido una brecha enorme de desigualdad en Colombia.
Salgo de la ducha, dejo caer la toalla suavemente, camino hacia el espejo mientras huellas húmedas se forman en el piso; el rozar del viento que entra por la ventana eriza mi piel, miro fijamente cada parte de mi cuerpo y me toco con delicadeza. Anhelo sentirme cómoda, sensual y liberarme… pero desafortunadamente este tipo de anhelos fueron aquellos que nunca tuve durante la mayor parte de mi vida.
Desde pequeña me he sentido inconforme con mi cuerpo, cuestionarme sobre lo que está bien o mal percibido por la sociedad me genera incertidumbre. Intentar encajar en los cánones de belleza que se han establecido es un acto desgastante. Perder la seguridad y confianza sobre mí misma me ha llevado a los lugares más oscuros de los que nunca creí ser parte.
Y es que ser una mujer trans y vivir expuesta ante una comunidad machista te dificulta cumplir tus sueños. Sin embargo, yo he sido muy afortunada de llevar una vida digna, sin pasar necesidades y, hoy por hoy, agradezco a mi familia por todo el apoyo que me ha brindado; porque sin ellos, yo estaría en el mismo lugar donde por desgracia se encuentran la mayoría de mujeres trans… en las calles.
Las mujeres trans hemos sido históricamente excluidas, olvidadas y violentadas en el mundo. Aquí en Colombia, un país patriarcal y en el que se han inculcado doctrinas religiosas y conductas misóginas, la situación no es diferente. Aquí, no se nos ha tenido en cuenta para absolutamente nada, ni siquiera para tener una voz en la mesa de debate; y nuestros derechos han sido siempre vulnerados.
En lo que va del año 2021, han sido asesinadas 27 mujeres trans, y esta cifra es mínima considerando todo lo que a través de la historia hemos tenido que vivir. Estas mujeres no tuvieron ninguna oportunidad en el ámbito laboral y tampoco en el de educación. En pocas palabras, el Estado ha excluido a nuestra población y nos ha encasillado a tal grado de no brindarnos ninguna oportunidad en las diferentes esferas de la vida: política, ciencia, economía, farándula, deporte, cultura, etc.
Según un estudio hecho en Bogotá en el 2019, el 92.4% de la población de mujeres trans no tienen acceso a un empleo digno, y aquellas que cuentan con un empleo en su mayoría son en instituciones públicas; es decir, el sector privado ha tenido poca participación en contratación de personal trans.
Por ende, las mujeres trans en la mayoría de casos se han visto obligadas a desempeñar labores como la prostitución; pues vivimos en un país en el que no se nos brindan beneficios y se nos violan los derechos. Ejercer este trabajo es la salida más cercana y factible. Aunque es la salida “más fácil”, no es la más segura, y es que constantemente podemos evidenciar los diferentes actos de violencia que tienen que sufrir las trabajadoras sexuales por el simple hecho de buscar una solución para satisfacer sus necesidades.
Hace algunos meses en la Avenida Primera de Mayo, en Bogotá, dos mujeres trans fueron terriblemente atacadas por dos hombres, por el simple hecho de estar en su lugar de trabajo. Este pensamiento retrógrado y misógino es lo que ha causado tanta ignorancia en las personas y ha llevado a individuos como estos a cometer este tipo de actos. Pero esto no es lo peor; cuando los miembros de la fuerza pública llegaron al lugar de los hechos, se llevaron como prisioneras a las mujeres trans y no a los hombres que cometieron el crimen.
Esto demuestra la falta de interés por parte del Estado; además de que en muchas ocasiones somos privadas del derecho a la salud y al trabajo, también somos privadas del derecho a la vida, ya que como este caso ha habido cientos más que terminan en feminicidios, (el promedio de vida de las mujeres trans es de 35 años, según la Organización Colombia Diversa).
Las mujeres trans necesitamos que la violación de nuestros derechos cese, necesitamos un apoyo que nos ayude a salir de la marginación y pasemos a ser escuchadas, que se nos brinde igualdad de oportunidades; de esta manera podríamos tener un cambio de vida en el cual no peligremos y podamos tener cambios positivos.
El gran problema de la sociedad colombiana es creer que las trans no podemos ejercer cargos importantes e incluso políticos. En medio del patriarcado que se ha construido a lo largo de los años, el principal error es negar oportunidades. La raíz de este problema se debe a los estigmas y prejuicios que sobre nuestra comunidad se le ha inculcado a la sociedad desde las ideologías políticas y creencias religiosas.
En Colombia se debe empezar a disminuir esa brecha de ignorancia, irrespeto y desigualdad en la que se nos tiene por ser mujeres trans; demostrar que hemos sido víctimas del machismo y producir cambios radicales por medio del activismo y el ruido mediático. De esta forma se lograría que nuestra comunidad no se vea limitada explícitamente al trabajo en las calles.
Hablando un poco más a fondo de los prejuicios, hay un factor que, para mí, es el que más daño me ha causado: el amor. Imagínense por un segundo, ser una mujer trans y ser sexualmente aceptada, pero amorosamente no. Es demasiado triste vivir tu día a día con esa incertidumbre; quizás pensar en que nunca encontraras una persona que se arriesgue a estar contigo; y sí, suena feo la palabra “arriesgar”, pero en medio de todos los estigmas que se tienen acerca de las mujeres como nosotras, de verdad que se necesitan hombres muy valientes que no te quieran esconder y que decidan compartir sus vidas a nuestro lado.
Nunca he tenido pareja. A mis 23 años y desde que empecé mi transición a los 18, aún no sé qué es vivir esta experiencia, mis anhelos y expectativas en cuanto al amor son pocas. A pesar de que he conocido chicos increíbles, siempre hay un freno de por medio: familia, amigos, trabajo y demás, pues salir con una mujer trans, es sinónimo de pecado, sufren discriminación y rechazo; ya que es algo que aún no está socialmente aceptado.
Y de verdad que yo lo entiendo, me da melancolía el pensar que el hombre que esté dispuesto a estar conmigo, pase a ser víctima de todas estas problemáticas sociales que me rodean por ser trans. Sería egoísta pedirle a un hombre que deje sus anhelos a un lado solo por vivir los míos, pero igualmente sería una pesadilla vivir el resto de mis días en medio de la soledad.
Lo antes dicho, reafirma la necesidad que sufrimos las mujeres trans y la importancia de que podamos contar con el apoyo del Estado colombiano; lo que seguramente con el pasar de los años será una gran oportunidad para cambiar el destino de todas aquellas mujeres trans que poco a poco irán naciendo; y de esta manera, no se les arrebate la oportunidad de tener una vida con igualdad de condiciones en la que puedan lograr los anhelos que desde pequeñas han soñado; así como lo he hecho yo.