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Tanta inclusión nos está excluyendo

Por: Stephania Montero Zapata

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El lenguaje incluyente puede llegar a ser tan beneficioso como perjudicial cuando se trata de lograr su principal objetivo: incluir.

Como mujer tengo claro que a lo largo de la historia no hemos tenido igualdad de derechos y que el acceso a los mismos ha sido resultado de luchas y disputas propias de movimientos sociales.

Estoy convencida de que todas las mujeres buscamos encontrar, en todos los campos de la vida, la igualdad propia de los seres humanos, es decir, lo inherente a nacer siendo un humano y no tener que buscar herramientas o espacios que nos incluyan por el hecho de ser mujeres.

Pero y, ¿qué pasa cuando somos nosotras mismas las que generamos esa diferencia? En la pasada Copa América femenina de fútbol, hubo una gran cobertura de medios y periodistas de todo Sudamérica y muchas mujeres afirmaban con total certeza que las mujeres merecían, al igual que los hombres, la misma difusión o incluso más.

Inmediatamente, me cuestioné y pensé que, si como mujeres nos ubicábamos en una situación de diferencia, por más lenguaje incluyente que exista o por más inclusión, terminamos excluyéndonos a nosotras mismas.

No debemos pedir portadas o titulares para las mujeres por ser mujeres. Un triunfo, una clasificación a Juegos Olímpicos y a un Mundial de Fútbol genera el peso propio de la noticia no por el género que lo consiguió sino por el logro ensimismo y es justo ahí donde, como mujeres, debemos entender que no merecemos más o menos por quienes somos.

Ha sido tanto el ruido que ha generado “la inclusión femenina” que se ha llegado a suponer que el deporte femenino solo lo pueden comentar o narrar mujeres y entonces, de repente, vemos a los canales de televisión llenando sus espacios de grandes profesionales, todas mujeres y dando un mensaje de “hacemos lo que nadie hace” y vuelvo y me cuestiono, ¿en serio nos hace sentir bien que nos den un reconocimiento a pesar de que eso nos haga sentir diferentes?

Le estamos recordando todo el tiempo al mundo que somos menos o que hemos sido menos y que por eso merecemos más. Acaso no sería mejor estar en portadas, en titulares y en espacios que antes no estábamos, sin decirle al planeta entero que estamos ahí porque un día nos tocó pelear por ello.

Las mujeres no tenemos porqué vivir haciendo culto a quienes un día nos negaron la posibilidad de estar donde hoy estamos, porque si lo analizamos bien eso hacemos cada vez que pretendemos “incluirnos”.

Los logros del género no deben ser vistos como hazañas por esa razón, los canales no tienen porqué incluir mujeres exclusivamente en contenidos femeninos, que una mujer esté en una posición de poder no debe ser noticia, basta de crear esas exclusiones entre nosotros mismos.

Es el momento de normalizar nuestra presencia en todos los escenarios: sociales, laborales, políticos y culturales. Será esta la única forma que nos sintamos parte de una misma sociedad. Una sociedad en la que conviven seres diversos que necesitan sentirse parte de pero no desde la diferencia sino desde los aspectos que unen, ahí va a estar realmente la clave para superar esa discriminación, la que por tantos años ha generado que millones de personas busquen por diferentes medios la igualdad.

Entonces, cuando lo logremos ya no seremos “la primera mujer en…” “La primera vicepresidenta de…” “Las mujeres conquistan…” si no que los triunfos y los logros serán la noticia que todo el mundo quiere leer. Es justo ahí donde lograremos dignificar el papel que por tantos años hemos querido tener.

Será justo en ese momento, cuando esa igualdad de la que tanto hablamos se logre, porque simplemente seremos humanos logrando cosas en una sociedad de humanos, no de géneros, no de razas, no de diferencias.

Y mientras eso sucede, seguiremos dando a los medios la oportunidad de escribir titulares con la facilidad que da el lenguaje incluyente, pues este es quien hoy se roba las miradas y la atención que ha impuesto la sociedad para sentirnos más cercanos. Les seguimos permitiendo pensar que al nombrarnos nos están haciendo un favor y nos están reconociendo algo que no debería generar una diferencia.

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