“Siempre he vivido en el campo, toda mi familia trabaja, ama y honra el trabajo con la tierra; todo empieza desde mis padres con la producción de fresas y moras, mis tíos con las producción de frijol y papa, y yo, desde hace 6 años me aventuré al cultivo de diferentes hortalizas y flores, parte fundamental de la cultura silletera”.
Juan Camilo Gaviria Gallego
El corregimiento de Santa Elena se encuentra al oriente de la ciudad de Medellín y, con su natural encanto, saluda a la vida rural que de deja ver entre los colores verdes de las montañas, mientras se despide poco a poco la vida urbana.
Desde la carretera que conecta con la vereda Perico, se empiezan a divisar los colores vibrantes de algunas hortalizas y el aire se inunda del dulce olor de algunas frutas de temporada. El paisaje se va nutriendo y armonizando de forma natural con el sonido de las aves que desde muy temprano llenan con sus cantos los campos de cultivo hasta el punto de generar la sensación de un abrazo que adormece el clima frío. Esa es la bienvenida que nos ofrece la llegada a la finca y mercado de Juan Camilo y su familia.
Para Juan Camilo, cada día es una nueva aventura con horarios muy distintos que avivan y despiertan el asombro que es el trabajo de la tierra.
En la semana comienza su día desde las 06:00, las 10:00 de la mañana, o, en casos extremos, a la 01:00 de la madrugada. Todo depende de la recolección o cosecha que esté programada y de la distribución hacia los centros mayoristas de mercado. En estos, la cosecha trata de venderse al mejor postor, aunque se le apueste poco a la calidad y mucho a la puntualidad, ya que los citadinos a las 04:00 a.m necesitan surtidos sus locales.
Gran parte de sus cosechas se ponen en venta al frente de su finca y otra parte la promociona su tía en los puestos de diferentes ferias de mercado saludable en la ciudad. Sus cultivos son frescos y abonados con compuestos orgánicos, lo que le permite vender sus productos a un precio justo y proporcional a su calidad.
Día a día la familia de Juan camina por los cultivos: supervisan su estado y apelan a la memoria para determinar el cronograma del sembrado, desde el cultivo que tarda seis meses, el que tarda sólo tres, o el que debe sembrarse ya para proveer alimentos en los próximos cuatro.
El afán y la inmediatez en la que actualmente se vive, nos obliga a ver ordinario el proceso de mercar o alimentarse, nos hace separarnos de lo sagrado que es comer en tranquilidad y disfrutar cada sabor, olor y textura de los alimentos en nuestra boca; el objetivo de estas fotografías es realizar una evocación a la memoria, imaginar el campo y reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza.
El Día Internacional de la Tierra surge con la necesidad de reimaginarnos el planeta desde una utopía natural, orgánica, saludable y viva, donde animales, plantas, océanos y seres humanos podamos coexistir sin invadir la tranquilidad del otro. En la actualidad, existen diferentes soluciones que se han divulgado, incluso algunas se han declarado como ley, muchos son los países que se comprometen con el cuidado del medio ambiente y muchas, también, son las campañas que se realizan con estrategias medioambientes, pero ¿Qué importancia le damos realmente en nuestra cotidianidad?
Entre la tierra fértil de las montañas de esta región de arrieros y silleteros, aún crece y se evoca la vida. Esta es una invitación de Bitácora a honrar el planeta que todo nos provee, antes que sea muy tarde.