A lo largo de sus años como periodista, Jorge Eusebio Medina ha informado sobre numerosos hechos históricos. El más recordado, quizá, fue haber dado la “chiva” de la muerte del famoso jefe del narcotráfico.
Su propósito cuando se pone el reto de hacer una nota periodística siempre ha sido ser lo más riguroso y ético posible, dice, porque “sé de mi responsabilidad y de lo exigente que debo ser cuando digo algo”.
Jorge Eusebio Medina es comunicador social–periodista egresado de la Universidad de Antioquia y tiene una maestría en Gobierno de la Universidad de Medellín. Trabajó como director de noticias de las cadenas RCN Radio y BLU Radio.
Además, laboró en el ITM (Instituto Tecnológico Metropolitano) donde creó la emisora virtual. También fue jefe de comunicaciones de Plaza Mayor y posteriormente del Área Metropolitana.
Hoy, Medina hace un programa en Múnera Eastman Radio para “no perder la goma” y graba un podcast diario de lunes a viernes.
Nació en el municipio de Heliconia, en el Occidente antioqueño. Se expresa con amor y seguridad. Sus palabras retumban con la particular entonación y pronunciación del acento paisa. El movimiento de sus manos demuestra lo mucho que disfruta hablar sobre su experiencia en el periodismo.
Es un hombre con unos ojos y una sonrisa que reflejan su pasión, pero que frecuentemente se nublan al recordar las atrocidades que ha tenido que presenciar por la hermosa pero difícil labor que escogió.
Cuando hablamos de la época de las bombas en Medellín, ¿de qué período estamos hablando?
Yo comencé en el año 1987 y a mí me llaman ese mismo año para que haga la práctica en el Radioperiódico Clarín. Estaban buscando un periodista y entonces yo me voy en julio para allá.
Creo que esa época de las bombas comenzó a principios del 88 cuando explotó el primer carro bomba en Medellín que se lo pusieron al edificio Mónaco. Yo ese atentado no lo cubrí porque el director me dijo que no, entonces yo nunca estuve, pero lo cubrí desde la distancia.
Eso fue muy teso porque el edificio Mónaco era la casa de habitación o la casa de la familia de Pablo Escobar Gaviria.
¿Cómo fue su experiencia personal como periodista durante la época de Pablo Escobar en Medellín?
Yo comienzo en RCN Radio en el 88. Todavía no había terminado la universidad. Ese año se fue un periodista y me llamaron a mí para que estuviera en el noticiero popular. Ahí comenzó una experiencia muy dura porque mi primera fuente fue precisamente cubrir orden público.
¿En qué ocasión siente que como periodista se dejó invadir por el miedo?
En muchas. Y parte del miedo era porque yo salía poco de la casa. Era como un ejercicio de autocuidado. Yo iba a trabajar a RCN y regresaba a la casa, pero a veces pensaba que no iba a llegar vivo.
Digamos que mi ejercicio de autocuidado era salir poco o nada a disfrutar la ciudad como lo puedo hacer ahora. Sentía miedo e impotencia. Por ejemplo, sentí demasiada impotencia cuando cubrí la muerte del futbolista Andrés Escobar en el año 1994.
A mí me llaman a informarme de ese crimen alrededor de las cuatro y media o cinco de la mañana. El periodista que estaba de turno me cuenta el hecho y yo dije: “¡No, no puede ser!” Yo lloré.
¿Cómo era la vida cotidiana en la ciudad durante esos años?
La ciudad vivió sus momentos más horrorosos en esos últimos años de la década de los ochenta y más o menos los primeros tres, cuatro o cinco años de la década de los noventa.
El miedo era permanente en la ciudad, la impotencia ni se diga y éramos todos vulnerables frente a un atentado. Por ejemplo, un día yo estuve en la transmisión de mando de la Policía de Antioquia.
Cuando regresamos, ya para hacer el noticiero en la cadena, estábamos cruzando el puente de la calle San Juan, como a 200 metros de RCN, cuando hubo una explosión súper-tesa.
El carro que venía derecho terminó ocupando dos carriles porque se volteó. Entonces nosotros nos preguntamos qué pasó. Logramos ver hacia la izquierda y vimos que había explotado un carro bomba al frente de lo que entonces era una estación de policía del grupo de Servicios Especializados, que queda ahí yendo hacia la plaza Minorista, al lado de la estación de bomberos.
Ahí murió, por ejemplo, Miriam Naza, que era una locutora de la cadena radial Caracol. Entonces uno dice: “Juepucha… salimos vivos, pero casi no llegamos ni tan siquiera a la oficina”.
Así era la impotencia con la que vivíamos todos en Medellín. Tú permanentemente vivías en un estado de zozobra impresionante.
“Yo creo y le pido mucho a Dios que nunca más ni esta ciudad ni este país vuelva a vivir una cosa parecida”.
¿Cuál es su mayor recuerdo sobre la violencia y el narcotráfico durante esa época?
Es que recuerdos… ¡Ufff, son muchos! Pero, por ejemplo, haber vivido la bomba del Parque de San Antonio fue muy teso porque yo estuve muy temprano, pero también luego volví al lugar.
Ver la escultura del pájaro del maestro Botero destruida por la dinamita fue teso. Y ver rastros o evidencias de las personas que fueron víctimas. Así fueran miniaturas, pero se trataba de restos humanos.
También recuerdo el carro bomba que explotó un 16 de febrero del año 1991 en la plaza de toros La Macarena. Fue alrededor de las 6:17 de la tarde porque ese día estaba yo de turno. Ya tenía la nota que íbamos a emitir ese día en la noche, pero esa información se murió completica porque la nueva noticia era la explosión de esa bomba y los desastres que dejó.
¿Cuál fue la noticia más importante que le tocó cubrir?
Es muy difícil calificarse y tal vez es la primera vez que lo voy a decir. Yo creo que yo vibro demasiado con el reporterismo y eso me hace muy persistente en la búsqueda de una noticia.
Yo tengo una fortaleza y es que pese a lo difícil que sea una situación, yo no ceso. Entonces, si es la búsqueda de un teléfono, yo busco todas las maneras de llegar a eso.
Si es una noticia, yo siempre busco muchas opciones. Nunca me alegraré por la muerte de alguien, así sea un bandido, pero creo que es el haberle dado al mundo la primicia de la muerte de Pablo Escobar, en la tarde del 2 de diciembre de 1993.
¿Qué lecciones o impacto personal sacó como periodista de vivir en una ciudad tan marcada por el narcotráfico y la violencia?
Actualmente, hay un ejercicio de polarización, de debate constante y de enfrentamientos verbales que también pueden generar violencia, pero es que en aquella ocasión todo era a punta de bala.
Para mí es preferible todo lo que estamos viviendo hoy a lo que nos tocó vivir en esa época de los noventa porque creo que la guerra y la violencia nunca serán las armas para solucionar las grandes dificultades de una sociedad. ¡Jamás!