Natalia Penagos Mesa
Alejandro Bravo Martínez
Los psicólogos tenían la costumbre de ofrecer el producto: la salud mental. Pero la evolución tecnológica, las redes sociales y la misma posibilidad de inmersión que han traído consigo, han causado que ellos, los psicólogos, se convirtieran en el producto. Y que hoy dudemos entre el mejor postor y el impostor.
Es común que cada generación hasta ahora haya caído en un distractor, como ataris, tamagotchis, pirinolas y otros. Esta generación ha sucumbido ante unas redes distintas, más atrapantes, distractoras y problemáticas como lo son las redes sociales. Sin embargo, mientras más se expanden, más se digitalizan los mercados, como es el caso de la atención médica y la salud mental.
Abro mi inicio en YouTube, hay un video nuevo. Lleva siete horas publicado y cuenta con casi medio millón de vistas. Se titula “10 motivos para sospechar que eres esquizofrénico”. ¿Y si soy esquizofrénico y no lo sabía?
Los videos, tweets y publicaciones que suelen tener esa índole cuentan con un gran enganche en redes, por lo que suelen ser compartidos con facilidad, tienen miles de vistas, visitas, likes y comentarios. Así que cualquier persona que tenga la aplicación, con un simple clic puede enchufarse a la cadena, deslizando puede encontrar esa clase de información o “desinformación” sobre la salud mental. Pero ¿qué mal generan?, ¿qué me quita o me da un post menos o un post más?
Voy deslizando por el feed de Instagram, veo un post con un fondo entero y sutil, una letra clara y unas banderitas caricaturizadas verdes y rojas: “RED and GREEN flags en una relación”. Deslizo a la izquierda, leo con cuidado, ¿mi pareja y yo hacemos eso? ¿o no?
En principio entendemos que la salud mental no es simplemente la ausencia o presencia de enfermedades mentales o trastornos, realmente es todo lo que acoge nuestro bienestar emocional, psicológico y social, ya que afecta la forma en que pensamos, sentimos y actuamos frente a las circunstancias de la vida. En segunda instancia, tenemos a las redes sociales que son el BOOM digital del siglo XXI. Mismas que hasta ahora han impulsado y complementado muchas áreas como la moda, el entretenimiento o el comercio en general. Estas, han llevado a otro nivel herramientas comerciales como el marketing, han transformado la idea de comercializar y recibir servicios, y sin duda, han posicionado la necesidad de una identidad visual en cada marca o empresa desde la búsqueda de representación.
No obstante, en esa bolsa de las nuevas plataformas y modos de comercio también ha caído la salud mental, que ahora está siendo “revaluada”. Y es que las redes sociales ahora funcionan como canal para que tanto expertos como inexpertos tomen las riendas de los temas del momento, como lo es el caso de la terapia y ayuda psicológica, que desde el paso de la pandemia se han convertido en un tema que está en la boca y el bolsillo de todos. Porque si bien algunos hablan desde la experiencia y la experticia, hay otros muchos casos en los que se realiza contenido desde la intención de monetizar. Para ello, se debe ir con la tendencia, por lo que, si la tendencia es hablar de salud mental, desde la “profesión” de influencers, se genera la necesidad de adherirse a ella. Si observamos minuciosamente entre lindos post de frases, check list y consejos de autoayuda, puede que estemos siendo más que consumidores, podemos estar siendo víctimas de la mercantilización de la salud mental en redes sociales.
Deslizo hacia arriba en TikTok, aparece un video que dice “señales de que tu salud mental está al borde del colapso, baja un dedo por cada cosa que te pase”. Si lloras por todo, baja un dedo; si ya no te reconoces, baja un dedo; si tienes mal humor, baja un dedo; si estás descuidado físicamente, baja un dedo; si se te dificulta dormir… Cuando miro mi mano derecha, todos mis dedos están abajo. ¿Estoy mal?
Esta situación la podemos analizar desde dos perspectivas, en primera instancia, lo podemos ver desde el lado “técnico”, cuando personas inexpertas comienzan a generar contenido sobre salud mental, están promoviendo no solo la desinformación sino también la deshumanización de la salud mental como nos lo contó la psicóloga e “instagramer” Daniela Díaz.
Cuando empezamos como influenciadores de salud mental a realizar contenido con comportamientos y actitudes generalizadas como los típicos encuadres de “diez señales de que puedes estar sufriendo depresión” podemos incidir en un autodiagnóstico por parte de nuestros seguidores y la mayoría luego de eso no visita un psicólogo por sus altos costos y termina tratando de mejorar desde un positivismo excesivo.
Sin embargo, tanto Maria Antonia Echavarría, community manager de SporTí, como Daniela Díaz, están de acuerdo con que también es importante recordar que una red social nunca va a reemplazar realmente el proceso que se puede llegar a tener con un especialista.
“Siento que una red social o un post de Instagram nunca van a sustituir el rol que juega un psicólogo, un terapeuta o psiquiatra en la vida de uno; creerse todo lo que te venden en las redes puede llegar a ser peligroso para uno mismo.”
No obstante, eso es solo desde el primer ángulo. Si lo vemos desde una segunda perspectiva, este tipo de contenido se ha estado produciendo en masa, tal como nos lo dijo Maria Antonia: la salud mental se está trabajando bajo la oferta y demanda que la pandemia trajo consigo. Por lo que hoy también se presentan los casos en los que personajes particulares pasan de inexpertos a influencers sobre la salud mental, ya que se trabaja bajo lo que te pide el medio. Y si ahora lo más rentable luego de las recetas de cocina es la salud mental, entonces se habla del tema. A hoy, según Perfluence, una página o personaje en Instagram está facturando aproximadamente cien dólares a partir de los 5 mil seguidores, caso no muy distinto al de YouTube Colombia, que paga por cada mil visitas en sus videos 0.48 dólares, lo que en un millón de vistas serían aproximadamente un poco más de 1.7 millones de pesos.
Cuando miramos la capacidad de alcance que tienen algunos creadores de contenido sobre salud mental nos encontramos con una muestra muy variada, creadores de este tema con apenas 2 mil seguidores y otros tantos que alcanzan hasta los 203 mil seguidores nada más en Instagram. Por lo que nos podemos hacer un aproximado de las cifras que se pueden llegar a monetizar a partir de ese contenido. Claramente no está mal que en el ejercicio de tratar de ayudar a las personas o compartir un conocimiento también expandamos nuestro horizonte y este tipo de herramientas nos permitan encontrar un valor para ese esfuerzo extra que se está realizando. Sin embargo, más que decir que debemos evitar la mercantilización de la salud mental o que está mal, ponemos el foco en esas personas que, sin ser éticas al hacerlo, se están haciendo pasar por especialistas, e incluso, más allá de crear contenido sobre salud mental, están promoviendo también otro tipo de actividades remuneradas: citas, terapias, asesoramientos, evaluaciones psicológicas y demás.
Fácilmente podríamos exponer y criticar a este tipo de cuentas y creadores sin ética que hoy juegan al impostor. Esos mismos que se camuflan y respaldan con las estrategias que el maravilloso marketing digital les puede proveer para su economía. Los vemos en TikTok, en YouTube o Instagram, con sus vídeos bien producidos, luces profesionales, trípodes de alto nivel, una música emotiva de fondo -de esas que verdaderamente pueden tocar corazones- y en general, una precisa y elaborada presentación tanto física como conceptual que los disfraza, la misma que nos termina convenciendo que ellos hablan con propiedad, con la misma propiedad que nos hacen dudar.
No puedo dormir, entonces mi salud mental está al borde del colapso, tengo depresión, necesito ayuda.
A pesar de que no apoyamos, ni difundimos, ni mucho menos respaldamos este tipo de acciones, sí nos encontramos muy de acuerdo con algo que María Antonia nos mencionó, y es que “estamos en una sociedad de consumo donde todo es un producto, por lo que el dinero es algo que permea todo”, lo cual termina cambiando la historia. Porque entonces, a pesar de que puede no ser lo más moralmente correcto hablar de un tema como la salud mental sin tener el mínimo conocimiento o capacitación, terminamos aceptando y dando por sentado que sí, no son especialistas, pero son influencers y su carrera mediática parte de la creación de contenido. Obviamente la validez, relevancia e impacto de ese contenido, termina dependiendo de quien les crean.
Probablemente algún día las redes y la salud mental sean completos aliados, quizás, cuando las personas entiendan que deben crear y no solo consumir, o cuando puedan usarlas para vivir experiencias compartidas en vez de quedar encerrados en sus propias pantallas. Incluso tal vez, cuando más que pensar en el dinero como prioridad se vea como un valor agregado del hacer bien nuestro trabajo. Pero de aquí a que eso suceda, podemos sentarnos a tomar un café, nosotros invitamos y por ahí derecho le damos la terapia de su vida, pero eso sí, usted paga.