Del mundo a Colombia. La primera experiencia de un músico con la electrónica
Santiago Gordon
Juan López, músico de sesión desde joven, bajista y guitarrista –si se quiere ser específicos–, sirvió de apoyo en proyectos musicales como Jet Nebula y Rosa Rosso, también de la orquesta de música tradicional México luz y color.
Es amante del jazz y del blues, de Miles Davis, John Coltrane, Charles Mingus y Jaco Pastorius. Ha estudiado cada uno de los referentes clásicos, escuchado cada uno de los álbumes que construyeron la escena y leído cada biografía y libro histórico que se ha cruzado. Considera que el jazz le permite expresarse de formas que otros géneros y medios jamás le hubieran permitido.
Para él lo hermoso de la música está en su variedad, siempre hay algo para alguien, no importa de dónde venga, ni qué haga o cómo se sienta. Siempre hay algo nuevo por descubrir, un constante aprendizaje.
Tal vez por eso cuando le propuse hacer un recorrido por el género se sintió intrigado. Juan jamás ha escuchado electrónica de forma activa, de hecho, si mucho, lo que conoce de ella viene de bares y clubes donde se utiliza para ambientar el lugar. Considera este un buen ejercicio, para reconocer sonidos, instrumentos y técnicas utilizados de formas distintas a las que está acostumbrado.
Nos reunimos en su casa a las 9 de la noche, su cuarto estaba lleno de vinilos, tocadiscos, amplificadores e instrumentos. Era el lugar perfecto para sentir la música. Consideré que lo más importante era darle una idea de la electrónica mundial y una muestra de la escena medellinense.
Conecté el amplificador al computador y empecé a reproducir una de las playlist que preparé para él.
Siempre, durante todo el ejercicio, mantuvo la concentración en el amplificador, era como si lo estuviese estudiando, no solo con el oído, sino también con la vista. Sus comentarios y observaciones no se hicieron esperar.
Primero habló de la canción Suspiria, producida en 1977 para la película de terror del mismo nombre por la banda Goblin. Sintió que le hizo ir de un estado de calma a uno de desesperación y ansiedad en cuestión de minutos, producto de un muy serio y profesional trabajo de orquestación. Admiró también el nivel de experimentación de la canción, que utiliza instrumentos poco convencionales en Occidente, especialmente para la época, tales como timbres, un sitar (instrumento de cuerda hindú) y el koto japonés.
Su siguiente parada llegó con la canción Cars de Gary Numan, reconoció lo que considera vendría a ser la estética sonora de los 80s, el uso del synth bass, el trabajo con osciladores y los envolventes acústicos (los cuales permiten modificar la duración de una onda de sonido dentro de la canción), elementos que serían comunes en bandas de talla mundial como Depeche Mode. Notó, tempranamente, la clara importancia del género para lo que considera una de las épocas más importantes en la historia musical.
Pero fue gracias a la artista de italodisco Clio y la banda inglesa de new wave, New Order, cuando identificó el claro perfil comercial de la electrónica. Es un sonido que se ha escuchado miles de veces en miles de lugares. Bares, clubes y estaciones de radio y es claro el por qué. Es imposible escuchar esta música sin mover una parte de tu cuerpo, evocan una reacción física de la cual no se puede escapar.
Con la siguiente tanda de artistas, algo más modernos, Moby, LCD Soundsystem y Fatboy Slim, sintió un cambio muy palpable. Los consideró, tal vez, su parte favorita de lo escuchado hasta el momento, pues reconoció el nivel de exploración y creatividad que contienen sus producciones a la hora de utilizar sonidos que no se encuentran en instrumentos convencionales. Admitió que no logra reconocer su origen y que podrían venir de cualquier cosa, desde una caneca de basura hasta una botella de vidrio. Admiró el hecho de que son producciones, a su parecer, mucho más complejas, en especial en el aspecto compositivo, donde los artistas le dan una mayor importancia a la melodía.
Al terminar la primera parte del ejercicio, habiendo escuchado, lo que considero, es una clara muestra de lo que el género tiene para ofrecer, sin ser todo lo que existe de él, claro está, le pregunté sobre su reflexión final, su respuesta fue bastante humilde y apreciativa.
“Una vez te tomas el tiempo de escuchar detenidamente estos artistas, te das cuenta de que son sonidos y conceptos que ya has visto antes de alguna forma, sientes que siempre estuvieron allí, pero escuchar a quienes los hicieron posibles trae una nueva perspectiva sobre la mesa, llena de respeto y aprecio a sus orígenes”.
Consideré que para ese punto Juan ya tenía una clara idea, un concepto o una base, de lo que ha sido la electrónica en el mundo, desde la cual podría comparar o analizar lo que se realiza en la ciudad. Le pregunté si le gustaría escuchar un poco de la creciente escena de la producción electrónica local, lo que por supuesto le llamó la atención.
Escuchamos a varios artistas. Unos más consolidados que otros. Verraco, DJ Pai, Filmmaker, Bitter Babe, Ela Minus y Rainmaker. Perreo, techno, ambient, minimal synth… fue la primera vez en toda la sesión de escucha que no detuvo ninguna de las canciones para analizarlas o dar su opinión, solo escuchaba.
Después de una sesión de escucha en la que participó en cada momento que podía, me preocupé un poco el sentir que tal vez no obtuvo nada que lo hiciera generar una opinión, gratamente nada más alejado de la realidad, por el contrario, esto demostraba lo serio que se tomaba opinar sobre algo que consideraba tan importante.
Esperó un rato antes de dar su apreciación sobre la última parte del ejercicio.
El motivo por el que basó su carrera en México es debido a que, antes de partir del país, la escena musical colombiana no eran lo suficientemente apoyada para florecer y ser reconocida de manera internacional, como sí lo ha sido en otros países latinoamericanos, como Argentina, Chile y Brasil, por lo que el que artistas colombianos estén mostrando la iniciativa de crear su propia música, basada en sus raíces, apoyándose entre ellos, lo considera de admirar y fue lo primero que le llamó la atención.
En su opinión, si bien aún hace falta mucho trabajo para salir del ámbito underground, pues considera que es un proceso de muchos años, encuentra admirable que se está empezando a madurar la escena musical de la ciudad, teniendo no solo proyectos, sino también comportamientos más profesionales de los que eran apreciables hace unos cinco o seis años atrás.
“Por lo que escucho, hoy en día el ser un artista serio en la música, en Colombia, es cada vez menos la idea loca de una persona joven que quiere buscarse una vía alternativa para poder vivir feliz”.
Aprecia que los músicos de la ciudad, sin dejar de respetar sus orígenes sonoros, como los que ya habíamos escuchado, no estén asustados de explorar nuevas formas de incorporar sonidos propios, sin perder de vista el género al que pertenecen.
Siente que hay una comunidad que está forjándose un carácter y una personalidad clara, producto de su ambiente y de su público, que si bien son underground en el momento, poco conocidos para el público mainstream, el que se estén tomando la responsabilidad que tienen como artistas tan en serio, desarrollando nuevas ideas y constantemente explorando nuevos sonidos y proyectos, es una muestra clara de que hay unos cimientos claros en los que están construyendo algo firme, una escena en Medellín de la cual se puede hablar, de la cual se puede escribir y de la cual podemos sentirnos orgullosos.
Dando fin al ejercicio, hablamos por unas cuantas horas, de estudio, trabajo y amigos, de cosas ajenas al tema por el que nos reunimos. Cuando llegó el momento de despedirnos, Juan lanzó una pregunta que me sorprendió y, que, incluso, me hizo sentir alegre: ¿Cuándo es el próximo toque?