Varios autores hablan sobre mí, los profesionales me temen y la población en general evita acercarse a todo aquello que los pueda hacer mis prisioneros. Mientras tanto, yo busco a las personas que puedan caer en mis redes con mayor facilidad. Como explica la psiquiatra María de la Villa Moral en su artículo académico Depresión y adicción, publicado en la revista Psiquiatría.com: “Un sujeto depresivo puede recurrir al consumo de sustancias como medio paliativo” y es habitual, de igual forma, encontrar “que sujetos con trastorno por uso de sustancias padezcan depresión como patología asociada”, por eso mi atención se posó en él.
Era un blanco fácil, una persona solitaria que buscaba atención y estabilidad mental. A sus 17 años ya había tenido múltiples pensamientos depresivos y, en muchas ocasiones, había considerado su vida como vacía y esto lo hacía más vulnerable.
Desde los ojos de sus amigos, lo vi crecer, temerme cada vez menos. Al chico lo llamaremos aquí Daniel Tamayo, porque por cuestiones de identidad no desea que se revele su verdadero nombre.
Desde el primer momento que Daniel probó la marihuana, veía que se iba acercando cada vez más a mí, la adicción. Más adelante probó el éxtasis y el 2C-B o cocaína rosa, como lo llaman comúnmente, y ahí se definió el momento donde no iba a poder deshacerse fácilmente de mí. Para los que no saben, el 2C-B es una droga que produce efectos de alteración de los sentidos, reducción de la fatiga, mejora el estado anímico y puede llegar hasta a producir alucinaciones, por esto se ha convertido en uno de mis mejores aliados.
Ahora que ya les conté un resumen de mi historia con Daniel, me parece ideal narrarles los hechos completos para que juzguen por ustedes mismos y me expliquen cómo perdí a mi “amigo”.
Primer semestre
Era tan inocente, con tan solo 17 años entró a estudiar la carrera de sus sueños y en la universidad de sus sueños: Medicina en la Universidad de Antioquia, posicionada por la Revista Dinero como la tercera mejor universidad de Colombia para estudiar esta carrera (2020). Estaba lejos de ser mi esclavo, o bueno, más cerca que muchas personas, pero seguía estando lejos. Daniel solamente consumía marihuana y algunas “pepas” en ocasiones, cuando se veía muy acompañado y con un ambiente “lo suficientemente parchado” para hacerlo.
Estaba lejos de estar atrapado en mí, sin embargo, Daniel ya tenía su historia con obsesionarse con algo hasta tal punto de no poder parar. Eso había sucedido con el ejercicio aquel semestre, pues él solo quería ser delgado y dejar atrás su pasado obeso. Se obsesionó y se convirtió en una persona muy saludable. Incluso llegó a ser Selección Colombia de tenis de mesa, lo cual lo alejó de las drogas por unos meses y creí que lo iba a perder.
Segundo semestre
Después de empezar, como todo primíparo, muy bien su carrera universitaria con un promedio de 4,8 y siendo un ejemplo para sus compañeros de semestre, Daniel decidió darse unas vacaciones con su mejor amigo de la época en Cartagena. Lo que no sabía era que yo era muy consciente de su soledad, de sus ganas repentinas de morirse y de su poco amor propio por su pasado obeso, y tampoco sospechaba que yo iba a estar ahí esperando para acercarlo mucho más a mí en ese viaje.
En la Ciudad Amurallada conoció a quienes por mucho tiempo llamó sus amigos, pues le brindaron de forma gratuita e ilimitada la entrada a nuevas drogas, en especial el éxtasis y el 2C-B. En una lancha, medio borracho, probó por primera vez la cocaína rosada. Cuando vi la felicidad tan inmensa que sintió, pensé que ya estaba logrando mi objetivo, que no había vuelta atrás para él.
Sin embargo, Daniel siempre me complicó las cosas. A pesar de que cuando probó el 2C-B se sintió como nunca se había sentido antes, seguía muy enfocado en su carrera, él quería seguir siendo el mejor médico de Colombia y una sola fiesta no iba a cambiar eso. Pero ya no existía miedo alguno a las drogas y eso, inevitablemente, lo hacía sentirse más cerca de mí.
Tercer semestre
Con un parcial extremadamente difícil de Anatomía al lunes siguiente, y considerándose una persona heterosexual, Daniel asistió a su primera fiesta de un grupo de jóvenes de la comunidad LGTBIQ+ por influencia de su mejor amigo. Allí descubrió lo que verdaderamente era una fiesta con ambiente pesado. Accedió a ir para despejarse de la fuerte carga que conlleva los primeros semestres de Medicina, y dejó todo previamente estudiado, porque para él su prioridad seguía siendo perseguir el sueño de ser cardiólogo.
La fiesta duró dos días. Como consecuencia de esto, Alejandro faltó por primera vez a un parcial, situación que causó revuelo en la universidad y lo que sin duda lo acercó muchísimo más a ser un adicto.
Cuarto y quinto semestre
El consumo de 2C-B se volvió una rutina, una acción necesaria para conseguir la felicidad que sentía que siempre le había faltado, se sintió tan absorbido por el mundo gay y por las drogas que cada fin de semana debía salir a una fiesta distinta a consumir para sentir que era alguien verdaderamente. Los días que se quedaba en casa se sentía vacío por dentro, que la vida no tenía sentido alguno y que estaba solo; pero solo no estaba, yo estaba ahí respirándole de cerca y haciéndole saber que cada vez que consumiera se iba a sentir mejor.
Además, para atraerlo aún más, contaba con unos aliados exitosos que le daban acceso ilimitado a todas las drogas que Daniel quisiera, pues todos morían por probar ese “hetero negrito” y la única forma de atraerlo era impresionándolo con cosas lujosas y, por supuesto, muchas drogas. Y es que, para los que no conocen mi mundo, un gramo de 2CB puede costar hasta 90 mil pesos, por lo que en una sola noche las fiestas alcanzaban los 500 mil pesos solamente en drogas y alcohol.
Sexto semestre
Daniel empezó a verse todos los días con sus “amigos”, iban al gimnasio, pero antes de ir debían “soplar”, y lo mismo sucedía en otros entornos, aunque fuera un encuentro tranquilo para cocinar y ver una película.
El 2C-B de Melamina, que era el apodo que tenía el dealer de Daniel y sus amigos, lo hacía sentir con la euforia del éxtasis, pero con el efecto relajante y divertido de otras drogas, como la marihuana. Daniel creía que podía hacer todo lo que quisiera, que era capaz con cualquier cosa que se le atravesara por la mente y sentía que la vida era más bonita, porque no existía espacio en su cabeza para las preocupaciones. Sentía que al estar drogado no tenía vacíos, que era el rey.
Sexto semestre fue la perdición de Daniel, porque fue allí donde ya no tuvo como devolverse a estar limpio, ya era preso de mí, ya era un adicto. La relación con los amigos que había hecho en las fiestas pasó del plano de la rumba a convertirse en algo mucho más profundo.
Séptimo, octavo y noveno semestres
De los siete días de la semana, Daniel estaba por fuera cuatro o cinco días en fiestas, eventos o simplemente reunido con sus amigos consumiendo. Lo curioso es que yo quería acabar con su buena reputación en la universidad, y solamente lograba que su promedio disminuyera, pasando en ese semestre de 4,9 a 4,0.
En mi camino por “descarrilarlo”, como él lo llama, me encontré con varios enemigos, comenzando por su mamá, sus profesores de universidad y algunos de sus compañeros más cercanos. El decano de la Universidad también intervino, ante la situación grave en la que se encontraba Daniel, y desde la institución comenzaron a ayudarlo para que evitara consumir.
Físicamente, Daniel ya no podía parar. El 2C-B produce, según la Clínica y centro de desintoxicación Española CCAdicciones (uno de mis mayores rivales), ataques de ansiedad, trastornos psicóticos y más grave aún: depresión, enfermedad de la cual Daniel ya había mostrado indicios desde antes de empezar a consumir. Con un tratamiento semanal con psiquiatra y toxicólogo y dos veces a la semana con un psicólogo, todo propiciado por la Universidad, Daniel comenzó su lucha por deshacerse de mí.
Estuvo tres meses limpio, pero llegó un punto en que su depresión fue tan fuerte, que recayó y compraba tres o cuatro gramos y se los soplaba solo en su habitación. Yo me estaba encargando de hacerlo sentir que sin consumir nunca iba a ser feliz. Estaba alejado de la universidad, solo, la única solución era acabar con su vida o volver a drogarse. Sus pensamientos recurrentes de querer morirse, sus ataques de pánico constantes y un profundo sentimiento de tristeza lo acompañaron en cada momento de recaída que tuvo durante el 2018 y una parte del 2019.
Décimo semestre
Daniel, vencido, deprimido, lleno de pensamientos intrusos de muerte y pocas ganas de vivir, le contaba a su círculo de apoyo: “Yo sentía que si no consumía la vida no iba a volver a tener sentido nunca”. Yo escuchaba estas frases entre las sombras y celebraba mi triunfo, me sentía dueño de su vida. Lo que no esperaba era la decisión que tomó Daniel, quien se internó en el Centro Terapéutico Semillas de Fe, ubicado en Guarne, Antioquia, buscando huir de mí.
Dormía todos los días hábiles en el centro y de ahí salía para la universidad. “Se daba cuenta de que uno podía ser muy inteligente, ser uno de los mejores promedios en Medicina, en una de las mejores universidades del país, y aún así seguir siendo igual a todas las personas adictas, con el mismo sufrimiento, pocas ganas de vivir, con las mismas frustraciones”, contaba Daniel, mientras yo lo escuchaba cada vez más lejos.
Después de dos meses exitosos y lograr salir del Centro, Daniel comenzó a ir a Narcóticos Anónimos por decisión propia, debido al enorme miedo que le causaba volver a ser un adicto. Le cambió la mentalidad, lo vi lejos de mí, lo estaba perdiendo. A pesar de que él dice que además de la medicina no ha encontrado nunca nada que lo haga sentir tan bien como estar drogado, pensaba muy distinto, había “cambiado el chip”.
Su depresión y falta de estabilidad mental la siguió tratando con mucho estudio, ejercicio y tiempo con su novia, que consiguió después de salir de rehabilitación. Recuperó el tiempo y la confianza de su familia, y se dedicó a ser el mejor médico de la Universidad de Antioquia. Gracias a este proceso, en sus grados obtuvo mención de honor por su buen promedio académico.
Ya lo había perdido, estaba sano, mental y físicamente limpio. Daniel no siente vergüenza por haber estado atrapado en mí, en su mente aún viven algunos deseos de volver a consumir, pero lastimosamente él ha demostrado ser lo suficientemente fuerte e inteligente para no caer en ellos otra vez, para no volver a ser mi prisionero.
Un proyecto transmedia para hablar de la depresión como una epidemia invisible.
Mi nombre completo es Mariana Rodríguez Segura, soy una apasionada por la música y las artes. Me encanta escribir cosas que le muevan el alma a las personas y cambiar un poquito la forma de ver el mundo.
Periodista, apasionada por la escritura, los libros románticos, la historia y el fútbol. Me gusta aprender cosas nuevas y actualmente estoy incursionando en el mundo de la F1. Mis lugares felices son el estadio y cualquier sitio en el que esté acompañada por mis amigas.
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Atenta-mente es un proyecto periodístico transmedia, hace parte del énfasis en Periodismo Digital de la Universidad EAFIT.
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