Durante las protestas de 2017, en el momento de crisis humanitaria más delicada de Venezuela, la depresión se convirtió en el estado de ánimo corriente de Luis Coronel: “Mataron compañeros de mi universidad, mataron compañeros con los que yo estudié en el colegio, profesores…”.
Luis es un joven psicólogo venezolano de 24 años, egresado de la Universidad Arturo Michelena, ubicada en el estado Carabobo, uno de los más relevantes políticamente en el país, debido a la importancia industrial que tiene. Allí ha vivido la mayor parte de su vida. Lo más llamativo de él es su notable autocuidado, meticuloso y elegante, acompañado de un léxico amplio y la facilidad que tiene para expresarse.
Hoy habla con soltura sobre la salud mental, pero esto le ha costado haber superados periodos difíciles en el pasado, los cuales se caracterizaban por tener tintes evasivos de la realidad, fundados en el miedo. Él, como tantos jóvenes cansados del deterioro social y especialmente de la calidad de vida, participó activamente de las “guarimbas” de 2014 y, posteriormente, las de 2017, las cuales, “de plano (una muletilla que usa muy seguido) fueron las peores de todas”.
Guarimba es una forma coloquial de llamar a la protesta social en Venezuela. “Se dieron situaciones bastante violentas, trancábamos las calles, de repente había contenedores en las avenidas, quema de cauchos, muchas muertes, violaciones. La Fuerza Pública pasó de disparar perdigones a disparar balas”.
Después de admitir que recordar esta etapa de su vida todavía le causa cierta emocionalidad, dice que “la violencia que no cesaba de percibir me envenenó, tenía la idea de que la Guardia Civil se iba a meter a mi casa y me iban a llevar; si salía de mi casa pensaba que tenía que salir y volver rápido, porque me podían coger, no podía salir a la calle si no era con mi mamá, me empecé a dar atracones y atracones de comida”.
Desde su lógica profesional, nos asegura que los pensamientos que se dan durante el aislamiento suelen ser bastante absolutistas: “nadie me quiere”, “no sirvo para nada”. Desde su lógica irracional, la posibilidad de morir podía ser real o imaginaria, pero su mente maximizaba cualquier amenaza.
“Una persona introvertida puede disfrutar su tiempo en soledad y estar aislado por periodos relativamente sanos, esto no representa necesariamente un factor de riesgo. El retraimiento es peligroso cuando está incluido dentro de una sintomatología y hay una relación entre el aislamiento y el pensamiento; es decir, un factor conductual en el cual el individuo se encierra y confirma una y otra vez sus pensamientos autodestructivos”, dice Luis.
El psicólogo, que cursaba su carrera universitaria mientras sucedían las guarimbas, cuenta que siempre tuvo expectativas muy altas respecto a su vida: “No sabía lo que iba a pasar con el país, no sabía si iba a terminar de estudiar, no sabía cómo irme de Venezuela si pasaba algo peor”. La crisis social venía de años anteriores, pero cuando se mezclaron las preocupaciones suyas con las del país, todo fue a peor. “Si las cosas no suceden como a mí me gustaría, esto es catastrófico”, dice parafraseando la cita de un autor, sin poder precisar exactamente la procedencia.
Luis cuenta que todos esos factores fueron los que detonaron su cuadro depresivo. Estar en su cuarto con miedo a salir de su casa; la necesidad de comunicarse y no poder socializar; la sensación de aislamiento; la sobreinformación de los hechos en las redes sociales, que eran un recordatorio constante de la situación; el temor de salir solo. Sentía que todo se iba a la basura.
Una de las características de la memoria es que los recuerdos cambian constantemente, incluso se pueden tener falsas rememoraciones, explica Luis, y continúa: “Todos somos capaces de resignificar las situaciones y en la resignificación hay sanación. En mi transformación existe sanación, pero llega en un punto de calma, cuando el dolor ha cesado, cuando se entiende que hay cosas que sí puedo controlar en lo que hago diariamente, en cómo decido ver las cosas. En esa estabilidad es donde puede cambiar el acontecimiento”.
En la ciudad de Naguanagua, donde se localiza su casa, se oían ruidos de “tiros, bombas, gritos”. En ese proceso de encierro, lo que mantuvo a Luis a flote fue su familia, buscaban cambiar de espacios yendo a casa de su hermana Carla, que vivía en una finca, ubicada en un municipio cercano llamado San Diego, más aislada de la violencia que se vivía en el país, con mucha naturaleza y sin conexión a Internet. Luis pasaba días allí, junto a su madre Mercedes, su padre Luis y la familia de su hermana, lo que le servía como distracción para él y sus pensamientos.
Su pareja también fue de gran apoyo, pues a pesar de no verla casi, estaba en constante comunicación telefónica con ella, lo cual de cierta forma lo hizo sentir más acompañado. Sus primos, que vivían muy cerca, cada vez que lo visitaban le hacían salir de esa realidad por la que Luis estaba pasando y así conseguía evadir su mente.
Luis decidió recibir acompañamiento psicológico después de las manifestaciones de 2017, aproximadamente 6 meses después de que empezaron, cuando retomó las clases y empezó a avanzar en su carrera. Herramientas como las consultas telefónicas y las terapias psicosociales fueron fundamentales para reconocer sus crisis. Volver a estudiar también le permitió tener un objetivo claro, que le gustara y del cual se pudiera aferrar.
El ahora licenciado en Psicología, que para ese momento era un estudiante universitario, después de muchos meses, tuvo la sensación de que recuperó el control y pudo seguir avanzando con su vida. Ese nerviosismo contante que sentía, poco a poco se fue desvaneciendo, por lo que volvió a sus buenos hábitos alimenticios, a salir a la calle sin necesidad de acompañamiento y sobre todo a cumplir sus metas.
Como psicólogo, Luis recomienda construir una de red de apoyo, rodearse de personas que puedan escuchar en los momentos difíciles y a reducir las situaciones de riesgo: “Si llevo dos días sintiéndome mal, guardándome algo, me empiezo a aislar, necesito hablarlo. Con el tiempo se aprende a reaccionar a las situaciones desencadenantes antes de que ‘toquemos fondo’”.
Incluso aunque los recuerdos siguen siendo incómodos, la depresión muestra lo vulnerables que pueden llegar a ser los seres humanos y, en algún punto, es posible aprender a estar bien consigo mismo.
Un proyecto transmedia para hablar de la depresión como una epidemia invisible.
Venezolano. Estudio Comunicación Social, comunicar es un arte pero también una responsabilidad y es algo que me apasiona mucho.
Estudio Comunicación Social. Me apasiona escribir y crear contenidos. Represento a mi Universidad en fútbol sala.
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Atenta-mente es un proyecto periodístico transmedia, hace parte del énfasis en Periodismo Digital de la Universidad EAFIT.
Creado por un grupo de 13 estudiantes con intereses en el área de la salud mental, con el apoyo de algunos estudiantes y profesores del pregrado en psicología.