La noche en la que hablamos por última vez fue la más dura, expresabas sentirte atrapado en tus propias garras, sin poderte defender de aquel bosque oscuro en el que te “encontrabas”. Decías que te envolvía y, cada vez, te introducía más y más, sin nadie a tu alrededor a quien pudieras preguntar por dónde era la salida, por dónde comenzabas a escuchar el río, ese sonido que seguramente te llevaría a puerto seguro.
Ese bosque, en el que te encuentras luchando con lo que tu alma siente, pero que no puedo recocer. Y lo más delicado, no me ayudas a entender cómo puedo ayudarte a salir, solo me dices: “Estoy bien”, aunque pensándolo bien, no eras tú quien me tenía que ayudar a entender por la condición que atravesabas, era yo quien debería saber que ese bosque se estaba llenando cada vez más de animales salvajes, que con sus garras te herían cada vez más. Lamento que tu entorno sea tan desesperanzador y que te estés sintiendo solo en medio de tanto acecho.
En medio de la noche oscura, tu carácter ocultó muy bien tus frustraciones y pérdidas y logró por un momento encontrar en aquel bosque un lugar alumbrado por un fragmento de luna, y retumbaron en ti los consejos que alguna vez te di:
Y así fue, esa noche hiciste tu simulacro emocional, fingir lo que no eras, mientras yo me sentía feliz pensando que te estaba ayudando a salir de tu bosque y que haciendo lo que nos gustaba en el pasado, todo volvería a la normalidad.
La fiesta comenzó, parecía que en aquel bosque que describías dentro de ti hubieses encontrado el castillo en donde el rey estaba ofreciendo una fiesta a los más desdichados de la provincia y tú, siendo un simple pastor de ovejas, lucías la mejor pinta para disfrutar de lo que usualmente no tenías.
Justo aquella noche, antes de que saliéramos, cavilaba qué era lo que estaba pasando contigo, dónde estaba aquel amigo, alegre, charlatán, que disfrutaba salir y que se reía de lo más mínimo. Por un momento, giré mi cabeza y de manera rápida y leí el título de un libro que estaba sobre tu mesa de noche: La depresión NO existe, de Juan Carlos Rincón, y me dije: “¡Bingo! ya somos dos los que creemos que la depresión no existe… Así que, a divertirnos, ¡carajo!”
Llegando al bar, comenzó tu simulacro y aunque creías que lo estabas haciendo bien, recuerdo verte tocando la guitarra con los ojos más abajo de lo habitual, tus hombros caídos y tu característica sonrisa poco espléndida, los acordes que interpretabas no sonaban igual y lo más triste fue ver tus ojos cerrándose poco a poco, al parecer, para abandonar el ruido.
Y justo en ese momento me di cuenta de lo que realmente pasaba contigo: ¿acaso sería demasiado tarde para preguntarte? Quería saber qué había dentro de ti más allá de la fiesta.
Cuando llegamos a tu casa, intenté hacerlo, lo primero que vi fue el libro y me dije: “¡Qué bruta soy!”, realmente el libro hace alusión a que la depresión sí existe y justo abro una página que hablaba sobre cuan grave es decirle a alguien deprimido que lo que le hace falta es sexo, salir y amigos.
Ahora soy yo quien sabe lo que tienes, aunque tú no lo veas tan claramente. Pero no te sientas solo, existen entidades y personas expertas que te pueden acompañar, ¿recuerdas a Jacobo Ríos el que estudió Psicología, con el que hacíamos todos los trabajos y que cantaba siempre en los festivales de la canción universitaria?
Él me explicó que la persona que sufre depresión ha dejado de desear, tal vez por sentirse indigno, no tiene motivos para despertar, para levantarse de la cama, para comer y lavarse los dientes. El mundo ya no le devuelve aquello que ha sacrificado en cada elección. En ocasiones, personas como yo, nos convertimos en enemigos de su condición, verdugos de su culpa.
Cuando le pedí un consejo sobre tu condición, me dijo: “Hay que darle un sitio en el mundo, alivianar su carga, no pretendiendo cargar el peso de la depresión que el otro lleva encima, sino dejando que él mismo vaya despojándose de sus razones”.
La persona que sufre depresión ha dejado de desear, tal vez por sentirse indigno, no tiene motivos para despertar, para levantarse de la cama, para comer y lavarse los dientes. El mundo ya no le devuelve aquello que ha sacrificado en cada elección.
Jorge, quiero acompañárte en silencio e intentar que no hagas parte del crecimiento de las cifras en cuanto a salud mental. La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que aproximadamente 280 millones de personas en el mundo tienen depresión
Amigo, quiero que juntos y en silencio podamos encontrar el sonido del río en aquel bosque en el que te encuentras. Creo que es necesario transformar tu sufrimiento sin olvidarlo y que, más allá de la fiesta, entiendas que siempre encuentras en mí el apoyo para hallar el norte.
¿Cuáles son las características de tu bosque?, ¿te sientes perdido en medio de él?
Recuerda que nunca hay noche de 24 horas, por más oscuro que sea, siempre saldrá el sol.
Un proyecto transmedia para hablar de la depresión como una epidemia invisible.
Estudiante de comunicación social, mamá, esposa y amante de la música gospel cuando los momentos oscuros quieren apagar mi luz.
¿Quiénes somos?
Atenta-mente es un proyecto periodístico transmedia, hace parte del énfasis en Periodismo Digital de la Universidad EAFIT.
Creado por un grupo de 13 estudiantes con intereses en el área de la salud mental, con el apoyo de algunos estudiantes y profesores del pregrado en psicología.