La depresión debería ser considerada y tratada como una enfermedad real, no como una falta de agradecimiento, actitud o pensamientos positivos. Hoy le escribo a todas esas personas que no lo entendieron en el momento en el que más necesitaba que lo hicieran.
Esta carta la escribí principalmente para mi mamá y mi expareja, porque detrás del apoyo que me mostraron en mi momento de crisis, siempre hubo críticas, palabras llenas de desconocimiento y frases que, aunque con todo el amor salían de sus bocas, me hirieron mucho. De igual forma, les escribo a todas esas personas que nunca entendieron que estar deprimido no era cuestión de actitud ni de pensamientos positivos, sino que se trataba y se sigue tratando de una enfermedad mental, que ataca despacio y en profundo silencio.
Esto es algo que hace muchos años quería escribir, porque sé lo difícil que es ser una de las 280 millones personas en el mundo que sufren de depresión, según la Organización Mundial de la Salud, porque muchas veces intenté ponerle “buena cara” a mis episodios y porque comprendo profundamente lo importante de decir lo que se tiene en el alma y de que muchas más personas entiendan que esto es algo mucho más profundo que simplemente cuestión de actitud.
Según el informe de Estadísticas Vitales del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE, 2021), alrededor de 2 mil personas se suicidan cada año en Colombia y, teniendo en cuenta lo que plantea la Organización Mundial de la Salud (OMS), que dice que por cada muerte por suicidio se registran 20 intentos, se puede llegar a deducir que muchas personas consideran el suicidio como una salida. Yo no fui la excepción, y para ustedes esto no es un secreto.
Sin embargo, sí es un secreto la cantidad de pensamientos que siempre he llamado “oscuros”, que surgieron después de los comentarios que recibí cuando ocurrieron los dos intentos fallidos por quitarme la vida, uno en 2017 y otro en 2018. Palabras que estoy segura que me dijeron con todo el amor del mundo, me hicieron sentir extremadamente culpable e hicieron que en mi volviera a nacer el sentimiento de querer morirme. “Eso es querer llamar la atención”, “Solo las personas cobardes se quitan la vida y tú no eres cobarde, no sé qué pasó”, “Tienes que empezar a refugiarte en Dios cuando te sientas mal”, “La vida es cuestión de actitud y no se la estás poniendo”.
Pero esta carta no es para victimizarme, ni para contar en detalle lo doloroso que fue. Es más para ayudarlos a que entiendan cómo funcionan más o menos los pensamientos de una persona deprimida, porque siento que no se va a poder sentir nunca de igual forma si no lo viven.
Estando en el hospital, con 15 pastillas de Ibuprofeno en el organismo después de un intento de suicidio, lo último que uno quiere escuchar son frases como las que ya mencioné anteriormente. Recuerdo perfectamente cuando ustedes me decían: “Tienes que acercarte más a Dios”, “Esto te pasa por no refugiarte en Dios”; creo que esa es la frase que más me ha disgustado en la vida, y que aún me persigue muchas veces cuando tengo episodios y recaídas, porque en un país donde según la Encuesta Nacional de Diversidad Religiosa del año 2019 (ENDR) donde alrededor del 80 % de la población es creyente en Dios, o practican alguna religión relacionada con el cristianismo, estar deprimido es todo un reto.
Como dice Juan Carlos Rincón en su libro La depresión (no) existe pedirle a una persona deprimida que piense positivo es un imposible, ya que uno de los principales síntomas de la enfermedad es ese mismo círculo de pensamientos que apuntan a la idea de que no se es valioso y que no se es merecedor de seguir viviendo.
Utilizando la metáfora que usa Juan Carlos, es como si yo dijera que mi brazo roto es debido a que no fui a misa el domingo, o a que no he orado lo suficiente, para mí eso no tiene sentido. De igual forma, comprendo si para ustedes sí lo tiene, pero cuando se ve a la depresión como una enfermedad verdadera, como una falta de químicos en el cerebro y como algo que no se elige tener, es ahí que se comprende que es una cuestión más allá de la religión.
El tema de la religión es muy complicado para explicarlo en esta carta; sin embargo, habiendo vivido toda mi vida en una familia católica y recibiendo esos comentarios de parte de ustedes, comencé a cuestionarme si mi problema era causado por falta de agradecimiento, y no voy a mentir, aún lo hago. Porque mis creencias están demasiado arraigadas en mí, y separarme de ellas siempre va a ser complicado; no obstante, reconozco que es algo, como ya mencioné, mucho más profundo que poner actitud positiva o agradecer por todo lo que tengo.
Recuerdo también una vez que recibí un comentario de alguien de la familia que insistía en que “si me quedaba en la cama todo el día no iba nunca a estar mejor”, hoy quisiera que esa persona pudiera haber vivido por un día cómo es un momento de crisis, lo pesado que se pone el cuerpo, lo doloroso físicamente que es levantarse de la cama, así sea para ir al baño, lo débil que está el organismo por la falta de comida ligada a la pérdida de apetito y todas esas cosas que se sienten cuando uno no quiere levantarse de allí. También quiero decirle que muchas veces me obligué a mí misma a hacerlo, me levantaba, me bañaba y salía a hacer mi día común y corriente. Pero nunca iba a ser común y corriente, pues la vida pesa en esos momentos, cada paso es difícil, cada palabra que se dice sale lento y sin fuerza y definitivamente esos días son oscuros y sin sentido.
Allie Brosh, una bloguera estadounidense, explica este fenómeno de no querer pararse de la cama extremadamente bien en su cómic Adventures in depression. Ella lo describe como el momento en el que uno dice “me voy a acostar por un segundo”, y ese segundo se vuelve una hora y esa hora un día, hasta que ya es imposible pararse de la cama, donde existe una motivación nula por hacer algo distinto a simplemente sentir la tristeza que se tiene en el interior y atacarse constantemente con palabras de odio se vuelve parte inevitable de la rutina. Eso suena terrible, yo sé, pero se siente terrible también, y se siente frustrante no poder explicarlo y no lograr estar mejor, incluso con el tratamiento es complicado llegar a pensar que hay que repetirse a uno mismo, como dice Rincón, que “lo que te está diciendo tu cabeza de ti no es verdad”.
Hoy, que me he detenido a pensar en todo eso que alguna vez me dijeron ustedes, me doy cuenta de que yo también llegué a pensarlo, que también llegué a obligarme a ponerle buena actitud a la vida, y aún así no logré sentirme mejor. Esto no lo saben ustedes, pero todos los días me levantaba y me hablaba en el espejo y me decía: “Hoy va a ser un gran día” y luego de dos horas estaba devastada, pensando las cosas más oscuras que alguien se pueda imaginar. También pensaba que era cuestión de actitud, también pensé que estaba alejada de Dios, hasta incluso pensé que estaba llamando la atención, y después de mi tratamiento y del proceso terapéutico por el que he pasado, entiendo que estaba enferma y que aún lo estoy. Comprendí también que la vida sí es hermosa, pero a veces no es que uno no quiera verlo, es que simplemente no puede, es que la depresión se vuelve una barrera que impide ver eso, sobre todo cuando se manifiesta como una preocupación constante, como es mi caso.
Mi invitación no es más que a ponerse en los zapatos del otro, suena cliché, pero es algo que se debería practicar siempre, que antes de hablar hay que entender por lo que realmente está viviendo la otra persona, hay que tratar de entender, así sea difícil, la situación en la que se encuentra.
De igual forma, para todo el que esté leyendo lo invito a que le escriba a alguien al que alguna vez le dijo alguna de estás expresiones, y si usted no lo ha hecho y simplemente quiere escribir y desahogarse, también lo invito a que lo haga, aquí estamos dispuestos a leerlo y tratar de ayudarlo. No se quede con eso adentro, que como dije al principio de la carta es importante sacar lo que se tiene en el alma y en la cabeza.
Si desea también puede enviarla al correo atentamenteeafit@gmail.com y aquí estaremos más que dispuestos a intentar hacer un cambio.
Con un enorme cariño, que siempre voy a tener sin importar las circunstancias, para ustedes que nunca entendieron.
Un proyecto transmedia para hablar de la depresión como una epidemia invisible.
Mi nombre completo es Mariana Rodríguez Segura, soy una apasionada por la música y las artes. Me encanta escribir cosas que le muevan el alma a las personas y cambiar un poquito la forma de ver el mundo.
Luisa Martínez, estudiante de psicología apasionada por el trabajo social y por ayudar al otro. Ama las artes con sentido, defender causas sociales que considera importantes y apoyar a sus personas cercanas en su proceso personal.
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Atenta-mente es un proyecto periodístico transmedia, hace parte del énfasis en Periodismo Digital de la Universidad EAFIT.
Creado por un grupo de 13 estudiantes con intereses en el área de la salud mental, con el apoyo de algunos estudiantes y profesores del pregrado en psicología.