Dos periodistas colombianos caminando por la Madre Rusia

María Victoria Avendaño

Entonces el hincha colombiano estaba en el metro y empezaba a gritar y tal, y para los rusos eso era novedoso, pues pensaban: ‘esta fiesta nunca la vemos acá’. Creo que ellos lo agradecieron mucho porque miraban a Colombia como ‘necesitamos eso acá, somos una sociedad muy fría y el colombiano vale ya como ese calor y esa emoción’”.

Jhon Eric Gómez, periodista deportivo de El Colombiano que cubrió el Mundial de Rusia 2018.

Cuando el periodista Mauricio Builes viajó con su familia desde Colombia hasta Rusia para presenciar el Mundial de 2018 tenía claros dos asuntos: el primero, que gritaría a todo pulmón los goles de la Selección; y el segundo, que el verdadero espectáculo lo viviría al presenciar a todo el planeta eufórico en un solo país. Para él, estas serían una de las combinaciones culturales más grandes de las que iba a participar.

Dice que no es patriota, de hecho, asegura que su único síntoma de amor a la patria es añorar la carne con arepa de su mamá, más aún, durante el momento en que veía esa mancha amarilla en el estadio y sonaba el Himno Nacional, no podía evitar sentir algo que lo unía al resto, algo que lo hacía pararse de su silla y entonar como el resto, el gran canto.

 

“Nunca lo había sentido. Y solo es eso. Independiente de si tu selección era última, esa sensación vale la pena”, dijo Builes.

A su vez, luego de unos días de haber aterrizado en Rusia, el periodista colombiano Jhon Eric Gómez, enviado especial del periódico El Colombiano a esta cita orbital, ya había sacado sus propias conclusiones sobre el país en el que se encontraba. La idea de lugar autoritario se cambió por acogedor e importante. A su lista de pensamientos también llegaron los detalles de los apartamentos que aún conservan el ambiente de la Segunda Guerra Mundial por su estilo de búnker, cerrojos grandes, contenedores y materiales metálicos viejos.

Con el idioma no le fue tan mal, gracias a que el traductor virtual ya existía y porque bastaba con un clic para convertir una frase del español al ruso y no complicarse con señas, muecas o sonidos.

Pero la estrella de su viaje no se la lleva la infraestructura rusa, ni mucho menos la cultura japonesa al recoger la basura del estadio luego de un partido (el 2-1 que los nipones le propinaron a Colombia en la primera fecha de la fase de grupos). La estrella —que simboliza asombro, felicidad y orgullo— le corresponde al aprecio y el valor que le dieron los anfitriones del Mundial a los colombianos.

“Cuando eliminan a Colombia, los rusos y muchos titulares de los periódicos y medios de comunicación estaban tipo: acá como se nos va a ir el sabor, se nos va a ir la fiesta porque Colombia ya no está”, afirmó Jhon Eric.
¿Y qué vieron en la Madre Rusia?

Para Mauricio, hablar sobre el sistema ferroviario ruso es de los temas más interesantes, no solo por lo perfecto que le parece al brindar la facilidad de llegar en tren a cualquier parte del país, sino además por el flashback que llega de inmediato a su cabeza sobre la vez en la que casi, pero casi casi, se quedan él y su familia sin ver un partido de la Selección y con las boletas compradas.

Todo sucedió cuando se preparaban para asistir al día siguiente al partido de Colombia en Samara (ante Senegal en el tercer juego de la fase de grupos). Se encontraban en Moscú y pese a ser una ciudad muy concurrida y activa, especialmente durante el Mundial, no había rastro de tren que los pudiera llevar a su destino; probaron buscando buses y nada, taxi, tampoco; y Uber, mucho menos. Ni siquiera encontraban una persona que anduviera en carro por las calles para ponerle la mano y pedirle el chance de que los acercara hasta la sede del juego.

Fue el poder de las redes sociales y los grupos de chats de colombianos en Rusia que se habían armado los que lograron que Mauricio y su familia dieran con el último bus que saldría de la ciudad… y entonces llegó el “Coonatra”. Se miraron extrañados, pues en sus mentes rondaba la idea de ir en “Rápido Ochoa” o algo como “Flota Magdalena”, pero se encontraron con que les tocaría viajar en el chiquito sin aire acondicionado que salía de la terminal más refundida de todas, dudosos se subieron a él con la esperanza de no estar cometiendo un error.

Esa noche no durmieron, no solo por la incertidumbre de si llegarían o no a Samara, sino también por los ronquidos exagerados del papá de Mauricio. No iban solos, los acompañaban otros colombianos que buscaban llegar al partido y entre todos trataban de descifrar las palabras rusas del conductor cada que hablaba. Fue un viaje largo y de corrido, no hubo paradas para el baño, ni para comer algo o estirar las piernas; a las tres o cuatro de la mañana empezaron a creer que se habían equivocado de bus y ese los llevaría a otra parte, pero finalmente a las siete de la mañana llegaron a su destino.

Alex Livesey para Mundo Deportivo
¿Y qué más te gustó, John Eric?

Cuando empezó el Mundial iba a iniciar el verano, así que los jugadores colombianos no tenían que luchar con el frío invierno. La Selección se concentró en una base a las afueras de Kazán.

Jhon Erick asegura que este encuentro futbolero era el momento para que la Selección llegara más lejos, no solo por la experiencia que habían tenido en el Mundial de 2014, sino por la preparación y las recomendaciones que el DT José Pekerman le debió haber dado al conjunto nacional.

No obstante, Mauricio recuerda los partidos con emoción y euforia, como el gol de Jerry Mina durante el juego contra Inglaterra (octavos de final) y, así mismo, la alegría de abrazar a desconocidos luego de una buena jugada, llorar juntos y hasta tomar cerveza con ellos.

“Si uno se emociona en la televisión, si uno se emociona viéndolo, viendo los partidos, yo me emociono viendo un gol del Medellín, ahora imagínate la Selección Colombia en el Mundial de Fútbol empatando o ganando”, comenta Mauricio.

De igual manera, asegura que vivir el Mundial es celebrar el deporte, independiente de si se gana o se pierde. Por las noches se veían las calles llenas, la gente pintada y vestida con sus indumentarias, y banderas de muchos países por todas partes. Ir a un Mundial es ir a celebrar la humanidad.

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