“Un mundial te tensiona mucho, y en esa época más”: Juan José Peláez
Santiago Palomino Ochoa
Un mundial de fútbol no es precisamente el evento más relajado en el que se puede estar, especialmente si participas en él y si encima vienes de un país como Colombia, sobre todo en 1998, cuando se atravesaba una difícil situación en lo económico, social y político. Claro, además de tener el antecedente, en 1994, del asesinato de Andrés Escobar. Juan José Peláez, asistente técnico de la Selección Colombia en ese certamen, habla de estas vivencias y de algunos momentos que vivió en el fútbol y en su vida.
Es de la misma tierra del expresidente de la Federación Colombiana de Fútbol, León Londoño Tamayo, el dirigente que le cambió el semblante a un balompié que si bien era de calidad, carecía de un asunto clave en este deporte y en todos: la mentalidad. Hablamos del extécnico y hoy comentarista de fútbol Juan José Peláez Naranjo, oriundo del municipio antioqueño de Jericó (Suroeste) y quien nació el primero de noviembre de 1958. ¿De qué vamos a hablar? Pues de fútbol, principalmente de sus vivencias en el Mundial de Francia 1998, al que asistió como asistente técnico de Hernán Darío “Bolillo” Gómez. Ah, sí, del 98, lo que no significa que también exploremos sus recuerdos más posteriores, incluso unos que se remontan a la década del 60 en ese país rural de entonces.
“En el Mundial de 1962, en un pueblo como Jericó, donde hay una sola carretera y se demoraba uno como seis horas en llegar a Medellín y donde casi no existían radios ni cosas de esas, se sabía poquito de eso. Lo del 62 lo vine a saber mucho después porque a mí me trajeron como en el año 67 a Medellín, y me enamoré del fútbol en la calle, en mi barrio, La América, y allá en la calle, en un peladero, jugábamos fútbol. Y después, apareció el Mundial del 70 (México) en blanco y negro. Eso fue lo que a mí me enamoró del fútbol y me enteré de lo que había pasado antes”.
Oiga, profe. ¿Pero de qué se dio cuenta? “Uno ve esas imágenes de ese gol olímpico (el de Marcos Coll en el 62), y el regaño que le pegan al jugador que está en el primer palo, esos rusos y ese arquero ‘militar’ que camina como el jefe, ‘La Araña Negra’, y que casi le pega al que está precisamente en el primer palo, porque es un gol que se hace accidental, él no tira. Es el síntoma que se veía en esa época: las señales, los estímulos, hacemos un gol y lo celebramos. El tema de nosotros es que tenemos una capacidad de expansión enorme, pero no medimos los equilibrios y el trabajo en equipo no es nuestra fortaleza y debe serla”.
Hoy en día es tradición llenar los álbumes del mundial, buscar el caramelo escaso de cada copa del mundo, intercambiarlo con los amigos o, incluso, desconocidos. Pero, ¿usted llenaba álbumes? ¿cúal era la lámina más díficil?
“En esa época sí, y hasta era hincha. En el Mundial del 70 las más escasas no eran ni las de Pelé. Recuerdo a Boobie Charton, Boobie Moore, ellos pasaron por Colombia y a uno de ellos lo acusaron de robarse una joya, lo detuvieron. Creo que Boobie Moore era de las escasas, pero había otros jugadores muy fuertes en aquella época”.
Aparte de sus estudios en Filosofía y de ese gusto ya mencionado por el fútbol (se graduó de economista), decidió entrenar e intentar ser un jugador profesional, aunque claro, su familia no estuvo de acuerdo con eso. No se pagaban las cifras que se dan por estas fechas y, en general, el ambiente era muy diferente: Colombia no era un país tan futbolero, solo había clasificado al Mundial de Chile 62.
“A ellos no les gustó, pero ahí es donde las ‘ovejas negras’ sacamos la cara e impulsamos este mundo porque somos las que pensamos distinto, las que nos atrevemos a ir más allá y no seguimos con la monotonía, con la repetidera, entonces me rebelé y me puse a estudiar cosas distintas a lo que quería mi familia. El fútbol era de vagos y de bebedores, pero yo al final me metí en él y en lo que yo pensaba en ese momento a pesar de que era muy niño, pensar qué era lo que yo quería”.
Empezando como jugador en las inferiores de Atlético Nacional, se dio cuenta antes de llegar al fútbol profesional que no tenía que seguir por ese camino por las circunstancias que se le presentaron.
“Yo jugué fútbol, pero no profesional, cuando iba a jugar fútbol profesional llegó (Osvaldo Juan) Zubeldía y yo no iba correr detrás de un jugador toda la cancha, iba a marcar a un jugador por toda la cancha, yo no servía para eso, a mí me gustaba la pelota. Me salí de esa corriente de perseguir, de marcar, marcar y marcar y no jugar. Jugué de volante derecho de ida y vuelta, pero era más de ida que de vuelta. Era más vago, jugaba más con la pelota”.
Fracasó como jugador, triunfó cómo técnico
Al darse cuenta de que con el juego no le iba a ir tan bien, decidió irse por la dirección técnica empezando en Atlético Nacional, equipo en el que estuvo en más de una ocasión. Eso sí, llegó a trabajar con el mismo entrenador al que no le quería correr: Osvaldo Zubeldía, uno de los precursores del crecimiento del fútbol en Colombia.
“Yo empecé en Nacional en el año 80 como técnico de divisiones menores hasta el año 84. Trabajé con Osvaldo Zubeldía, con Luis Cubilla, el ‘Maño’ Ruíz; después, en el 85, me fui a trabajar a selecciones Antioquia, ahí también dirigí una Selección Colombia juvenil en el año 88 que fui subcampeón a nivel suramericano, y que también fue al Mundial de Arabia en el año 89 con otro tipo de jugadores que no jugaban fútbol profesional como ahora. En ese mundial fuimos octavos, que eso para una selección meramente aficionada con jugadores aficionados con base en la selección Antioquia era muy meritorio en la época”.
Y sigue la historia de su consolidación como entrenador: “en el 89 ya pasé a Nacional y empecé a trabajar en el fútbol profesional en el 90, cuando la Selección Colombia pasó al Mundial y yo estaba aquí con los que se quedaban. En el 94 pasó lo mismo: yo era asistente de Hernán Darío (Gómez) en el año 91 cuando fuimos campeones. Cuando Hernán se va para la selección en el año 93 yo quedo con el equipo profesional y somos campeones en el 94, subcampeón de Copa Libertadores en el 95 hasta que Bolillo, estando en la Selección, me llama y tengo que dejar a Nacional porque yo intercalaba las dos posiciones: técnico de Nacional y asistente en Selección Colombia”.
Bienvenue en France
Profe, ya entrándonos en el Mundial del 98, el último aliento de esa generación dorada que nos dio tantas alegrías, ¿puede hablarse de fracaso? “Fracaso cuando tienes todos los recursos, fracaso es cuando tienes toda la cultura y los medios a tu favor, cuando te dan todas las posibilidades, ¿fracaso cuando trabajas con las uñas y cuando logras ir a un Mundial, a una clasificación por encima de países desarrollados, uno lo puede considerar como fracaso?” Lo dice Juan José refiriéndose a lo vivido por la Selección en esa Copa del Mundo, en la que se clasificó tercera en la eliminatoria de la Conmebol.
Una vez en como asistente técnico de Hernán “Bolillo” Gómez, la Selección se preparó para asistir a un Mundial por tercera vez consecutiva ya sin Francisco “Pacho” Maturana en el equipo. “Esa es una generación muy especial porque fue la que sirvió para mostrarnos al mundo y generar la credibilidad y la confianza de la gente. Valderrama, Rincón, Redín, Higuita, Perea, Andrés (Escobar), Fajardo… A mediados de los 80 eran jugadores importantes a nivel local, a nivel de país, pero ni siquiera a nivel de Libertadores porque los equipos profesionales no salían”.
¿Y qué podríamos decir de ese origen? “Aquí un señor, Arturo Bustamante, que fue el gerente de la Liga Antioqueña de Fútbol, que era la mano derecha de León Londoño Tamayo, lo convenció —después de tanto fracaso y de tantos experimentos fallidos —de coger equipos como base de selecciones Colombia. Ahí apareció el profe Silva hace muchos años, y el profe Bernal en unos Juegos Odesur con una base del Tolima y fue mostrando avances. Después apareció Maturana con una base en unos preolímpicos en Bolivia, en el año 87, con Nacional. Y apareció una idea, cosas nuevas, esa después fue la base de una Copa América”.
Sí, esa idea se fue consolidando. “Antes del 87, poco antes, fue el preolímpico en Bolivia y esa misma selección fue a la Copa América en la que Colombia hizo una muy buena presentación y que dio pie para que fuera la base de la Selección Colombia en la eliminatoria al 90. Esos jugadores con otra mentalidad, con una idea táctica bien clarita, ya tuvieron la seguridad suficiente, la autoestima para trabajar con otros objetivos, no solamente participar sino clasificar. Fue la generación del antes y del después, del escepticismo, del poder hacer las cosas y lograrlo porque se alcanzó la clasificación al Mundial del 90. Para mí es una de las generaciones más bravas porque es la que rompe, ya las otras que viene después tienen un colchón, una pequeña historia sobre la cual respaldarse”.
Y ya, en 1998, se cierra un ciclo… “Lo del 98 es lo mismo que le pasa a España y no ha podido salir de ahí, es lo mismo que le pasó a Brasil con Parreira, es lo mismo en Argentina desde hace mucho rato, eso es parte de un tema generacional porque a pesar de que los procesos en los países a nivel futbolístico sean buenos, siempre se va a depender de jugadores que lleven sobre sus hombros los equipos; y no era fácil para Colombia, un país tan limitado en jugadores en el abastecimiento de los recursos, no era fácil decirle a Valderrama ‘váyase’ y que alguien lo reemplace”.
Colombia en aquella Copa del Mundo terminó con tres puntos, fruto de una victoria ante Túnez (1-0) y de dos derrotas ante Rumania (0-1 e Inglaterra 0-2). Pasarían 16 años hasta volver a otro Mundial, al de Brasil (2014). Ni a Corea y Japón (2002), Alemania (2006) y Sudáfrica (2010) clasificamos, lo que habla de la gran falta que hizo esta generación comandada por Valderrama. Por eso, cuando se hablaba entonces de fracaso, se tenía que mirar para adelante, cuando sí hizo falta jerarquía y resultados para volver a un Mundial.
Después de ese Mundial, el del 98, “El Cabezón”, como le dicen a Peláez, pasó por diferentes equipos como Atlético Junior, Independiente Santa Fe y Medellín. En este último, en 2017, se retiró como director técnico y pasó a ser comentarista deportivo, en el que ahora experimenta una vida más relajada y, como en otra época, en Jericó.