Me han tocado muchos casos de abuso sexual

Entrevista a Trabajadora social Catalina González

Por Martín Uribe

Catalina González es una trabajadora social con experiencia el sector público y privado, durante su vida ha visto de cerca el flagelo del abuso sexual infantil, en esta entrevista, entre historias y reflexiones, nos permitirá entender que es un asunto que está más cerca de lo que pensamos y es mayor de lo que creemos por su impacto en todos los ámbitos de la sociedad. “Me han tocado muchos casos”, una respuesta que tomó sentido a lo largo de la entrevista no solo por el número sino por el impacto emocional de cada historia.

Catalina González es una trabajadora social con experiencia el sector público y privado, durante su vida ha visto de cerca el flagelo del abuso sexual infantil, en esta entrevista, entre historias y reflexiones, nos permitirá entender que es un asunto que está más cerca de lo que pensamos y es mayor de lo que creemos por su impacto en todos los ámbitos de la sociedad. “Me han tocado muchos casos”,  una respuesta que tomó sentido a lo largo de la entrevista no solo por el número sino por el impacto emocional de cada historia.

 

¿Cómo llegaron las historias de abuso sexual infantil a tu vida?

Yo hace como unos siete años trabajé en comisarías de familia en la ciudad de Medellín, conocí las historias desde la Comuna 1 (el Popular 1 y Santo Domingo, la comuna 10 (el centro, Niquitao), la comuna 14 (El Poblado) y la comuna 16 (Santa Elena).

En las comisarías uno encuentra muchas situaciones de violencia y llegaban casos de todo tipo, abusos de menores de edad que habían sido abusados por sus padrastros o por su papá.

 

¿Cómo llegaban los casos?

Normalmente quien los lleva es un externo a la familia a quien el niño le cuenta la historia. El niño en una conversación cuenta “me tocaron los genitales”, a veces los casos son reportados por un profesor o alguien del barrio o del vecindario.

 

¿Por qué normalmente un externo?

Muchos papás y muchas mamás no han creído cuando el menor les ha dicho, es algo muy particular, o cuando hay una mamá muy ausente, que no está pendiente de las cosas del menor, de darle amor, de darle respeto, de darle confianza, hay un patrón muy importante y es que el niño opta por no decir nada, “Yo para qué digo, si mi mamá no me va a creer o no me va a prestar atención”, entonces el menor guarda silencio. De pronto se le zafa algo con un profesor, con un amiguito, o con otro adulto.

Cuando un menor reporta un abuso, el menor no está diciendo mentiras, se debe creer en él porque muchas veces le cuentan a los papás piensan  que están inventando.

 

¿Hay algún caso que recuerdes en especial?

Hubo un caso que me conmovió mucho, un niño de 7 años, que se llamaba Santiago. El niño llegó con su papá y su mamá, y él me decía: “A mí me duele la boca, y no puedo comer chocolate por la mañana”, yo le preguntaba que porqué, él me respondía “Porque tengo muchas ampollas”.  Cuando le abrí la boquita, le pregunté que qué sentía, y me dijo “Fue que los señores me metieron muchos muchos penes grandes como el mío, y eso se me fue llenando de esas ampollas”.

La mamá empezó a llorar, el papá era un reciclador del barrio y, cuándo le preguntamos, nos contó que le estaban cobrando unas vacunas, y le cobraron abusando de su hijo. El niño me dice, “Mi colita me duele, pregúntale a mi mamá”, la colita le estaba sangrando, le chorreaba por la sudadera, nunca se me va a olvidar, porque esa imagen se me quedó grabada en la memoria.

Se hizo el reporte a medicina legal, y todo el proceso, pero él presenció que a su mamá le metían unos palos, mientras a él lo abusaban, abusaban de su mamá también.

 

¿Qué se hace en un caso como esos?

Ahí tocó un trabajo muy fuerte, porque tuvimos que sacarlos del barrio con Derechos Humanos. Empieza un proceso para reestablecerle los derechos a la víctima y a reestablecer la confianza del niño frente al otro, porque el niño no entendía.

Lo que yo he encontrado en este tiempo de trabajo, es que el menor no entiende, porque él está en medio de una fantasía, él a esa edad no entiende que está siendo abusado, porque más grandecitos ya tienen un conocimiento distinto, pero a esa edad para ellos es como un juego; las personas que son abusadoras ejercen sobre el menor una conquista, como si estuvieran conquistando a una mujer, entonces le empiezan a llevar dulces, pero con Santiago ocurrió todo lo contrario, fue una venganza, como el papá  no había pagado, le hicieron un cobro de este tamaño.

 

En este caso la familia pudo salir del barrio pero, ¿qué hacer cuando el abusador está en el hogar?

Se debe sacar al menor de ese espacio que lo pone en riesgo. Por ejemplo, si está siendo abusado por su primo o por alguien cercano, y la mamá dice “Yo no creo”… se debe llevar a un hogar de paso o donde una abuela o una tía, o un familiar que tenga condiciones de legitimidad para entregar la custodia, para que puedan cuidarlo.

Si la mamá y el papá no creen, no están en capacidad de cuidar y de atender a su hijo. Se deben activar todas las redes cercanas para cuidarlos, darle un factor protector y cuidar los derechos del menor.

 

Las cifras muestran que la mayoría de los abusadores son personas cercanas al hogar, ya sea familiares, o amigos cercanos, ¿por qué?

Tenemos una realidad como país, mujeres muy sumisas todavía, donde los hombres aparecen como proveedores del hogar o con dependencias afectivas, y a veces cuesta aceptar que se da el abuso de los hijos, en ocasiones por temor a enfrentar a ese abusador.

Antes el abuso era un tema aceptado, apenas desde finales del 90 estamos hablando de estos temas y dejándolos de ver como normal como sociedad. Se requiere romper paradigmas, tener cifras. Hoy en el país tenemos más de 14 mil casos de abuso sexual reportados, sin considerar los otros tipos de abuso, como el psicológico, la negligencia, físico… cuando un niño es víctima de abuso físico, muy posiblemente más adelante siga siendo víctima o sea un victimario, y esto se convierte en un tema letal e inseguro para la vida de otras personas.

He encontrado también que el abuso tiene mucho que ver con los fanatismos,por ejemplo, en iglesias, me pasó con dos pastores que abusan de las niñas, y las niñas concebían el abuso como normal. El caso lo reportó a la Comisaría una señora que estaba congregada en ese mismo culto. Esos fanatismos hacen que los pedófilos puedan actuar, que haya pornografía, a esos pastores les encantaba hacerles videos, tomarles fotos, y las niñas empezaron a contar, a verbalizar.

 

¿Dicen que pasa más en niñas, es así?

Desde la literatura y las cifras todo comprueba que hay un porcentaje mayor en las niñas, por lo general abusadas por el padrastro o por un hombre cercano a la familia. En Latinoamérica hay más reporte de casos de niñas. ¿Qué ocurre con los niños?, normalmente no hablan, y cuando menos pensamos ese niño abusado se volvió un abusador.

Hay estudios que reportan los casos desde la mirada del abusador, cómo seducen, cómo gestan esa llegada a la víctima, cuáles son los perfiles de esos abusadores, que en muchos casos tienen consumo de alcohol, de drogas, no todos, hay unas características comunes, y posiblemente fue un niño abusado.

 

Nombraste varias formas de abuso, ¿consideras que se aborda de manera adecuada desde el sistema judicial?

Muchos casos se quedan en trámite, no se toman medidas fuertes, no se judicializan, los abusadores no van a la cárcel.

 

¿Será que a veces se buscan excusas para justificar al abusador?

Desde la justicia se ha considerado que el tocamiento, que es cuando les tocan el pene, les dan besos, caricias, que no es una categoría de abuso sexual, y eso es abuso sexual, porque aunque no hay penetración, es decir, no le meten los dedos ni un miembro genital, es mucho más fuerte el caso de tocamientos, y pasa mucho en familias extensas, aglutinadas… nos decimos “El tío es muy especial con ella, la quiere mucho”, y de pronto ese tío es el mismo que la toca, que le pide besos y ahí hay abuso sexual.

El abuso se da desde la psiquis del niño, ya el niño tuvo un cambio que no tenía que vivir ni sentir, eso no se puede normalizar, así se argumente que solo fue un beso, o la justicia minimice el hecho. No podemos normalizar el tocamiento o la vejación a los niños.

 

Hoy no ejerces en una comisaría, estás en una empresa privada, ¿allí también te llegan casos?

Uno diría que no pasa, pero resulta que empezamos a escuchar a las personas y llegan casos muy complejos también, es en todos los sectores. Me llegó un caso de una empleada que tiene un hijo de 4 años, lo dejaba en el día con un primito de 13 años, una noche el niño empezó a jugar con el pene del perrito que tienen en la casa, y cuando la mamá le preguntó, el niño le contestó que era lo mismo que el primo hacía con él.

La magnitud del asunto es tal, que esta mamá estaba tranquila porque estaba con su primo de 13 años. Es un caso de abuso, y para el niño era un tema normal, estaba fantaseando con el primo al que quiere. El primo de 13 años también es un menor, y es mucho más complejo cuando el abuso se da entre niños. Se debe retirar al niño, en este caso al de 4 años, del círculo familiar que lo pone en riesgo.

 

Cuándo se crece y se quiere hablar o denunciar, aunque el abusador ya no esté ¿vale la pena hacerlo?

Es muy importante la denuncia pero debe ser acompañada de un tratamiento terapéutico, clínico, donde la persona pueda desahogarse, hablar. Si alguien a los 32 años quiere decir que fue abusado en su infancia por su papá, por su hermano o por su tío, debe empezar un proceso terapéutico, porque está haciendo un proceso físico, emocional, en el que está sacando algo que duele, que le mueve muchas situaciones, pero que también tiene que tener herramientas para afrontar la situación, porque si no puede quedarse en crisis y empezar a asumir comportamientos que no le permiten salir de la victimización.

Si yo me quedo callado y no denunció, estoy siendo cómplice, ese abusador puede estar suelto abusando a otros. Se debe romper con el silencio que se guardó toda la vida. Cuando se habla en procesos terapéuticos, se sana, y van permitiendo soltar y tener en el corazón la posibilidad de amar y dejarse amar.

 

¿Qué hacer entonces?

Hay demasiado por hacer. Se deben romper esas normalidades que hemos aceptado socialmente, se deben tener políticas públicas fuertes que ayuden a erradicar el maltrato infantil, la pornografía, la explotación sexual, todas las formas de abuso.

Nos falta tornar la mirada al menor, restablecer su dignidad, sus derechos, su infancia, porque no los dejamos ser niños, y desde la mirada del adulto, entender la responsabilidad que tiene en el proceso de formación y educación. Los padres son apoyos y deben tener las herramientas para la crianza.