Refugio
A lo largo de los siglos
He sido refugio a lo largo de
los siglos…
Les voy a contar una historia: en 2012 hallaron muy cerca de donde corre mi cauce, en el de mi hermana La Sucia, unas vasijas de la cultura quimbaya, ahí donde está el edificio de Idiomas EAFIT. ¿Sabés qué significa eso? Que este sector, el de La Aguacatala, ha estado habitado por diferentes grupos poblacionales a lo largo de los siglos. La cercanía de las quebradas y establecerse en lugares altos pueden ser la razón de esta presencia permanente. ¡Imaginate pues!
Las civilizaciones siempre han solido asentarse en los lugares en donde acceder a los recursos haya sido más fácil. Esto es lo que ha ocurrido en el Valle de Aburrá, pues desde hace más de 1000 años, distintos asentamientos indígenas se distribuyeron por el territorio, en zonas como el cerro El Volador, la parte alta de Guayabal, Envigado y El Poblado.
Precisamente este último lugar, en el sur de Medellín, ha sido una zona que, a lo largo de los siglos, ha estado rodeada de agua y de otras manifestaciones de vida, albergando tesoros escondidos que narran una historia que trasciende los tiempos actuales.
Según el libro El valle de los olvidados: el Aburrá ancestral de Pablo Aristizabal, los Aburráes se conocen como el grupo de antiguos pobladores que vivieron en lo que actualmente es Medellín y su área metropolitana, ellos eran grandes agricultores y supieron aprovechar la fertilidad del Valle, se han encontrado restos paleobotánicos de cultivos como batata, ñame, aguacate, yuca, ahuyama, frijol y palma. Los cronistas relatan que pasando las cordilleras desde Murgia (Helicornia) se llegaba al Valle donde hacían intercambios de sal por mantas de algodón con las poblaciones asentadas en las cuencas del Rio Cauca (Macizo colombiano).
Así, el 12 de mayo de 2012, un grupo de investigadores, liderado por el arqueólogo Pablo Aristizábal, halló en un lote de la Universidad EAFIT que antes era conocido como Los Guayabos, —contiguo al puente de la calle 4 Sur, y en cercanías a la quebrada La Sucia—, unas vasijas de corte fúnebre que, según los investigadores, datan de hace 1.200 años.
Esto marcó un hito en la serie de hallazgos que se han hecho en toda la región por su ubicación y por su antigüedad, lo que trae consigo una carga histórica colmada de significado para aquellas personas que han habitado en esta zona.
En lo que hoy se conoce como el edificio de Idiomas EAFIT, el equipo de arqueólogos, después de una búsqueda exhaustiva, dio con un objeto con forma de vientre de mujer: un par de vasijas fúnebres que, en opinión de estos mismos investigadores, son oriundas de la cultura Quimbaya, que solía asentarse en los territorios que van desde lo que hoy es Cali (Valle del Cauca) hasta Antioquia. Este hallazgo reposa hasta el día de hoy en las instalaciones de Idiomas de EAFIT. Curiosamente cerca de este lote ya se habían hallado objetos parecidos en el puente que conecta el sector de Guayabal (occidente) con El Poblado (oriente).
Este descubrimiento, en palabras de Pablo, es todo un milagro del presente que nos conecta con lo que significa el pasado. Un milagro, así como suena, teniendo en cuenta que un par de vasijas, con más de un milenio de antigüedad, haya sobrevivido a una serie de construcciones, y más en una zona tan concurrida como lo es La Aguacatala (sector de El Poblado).
La exigencia de un respeto hacia lo que desconocemos y ha estado ahí primero que nosotros es lo que proclama aquel equipo que encontró estas piezas artísticas: comprender que dimos, con este hallazgo, con la historia de años del Valle de Aburrá.
Dagas, cuchillos, dijes, entre otros elementos de otros siglos, también halló el grupo de arqueólogos, lo que nos permite dar con la realidad del pasado de este territorio: “Pudimos recuperar varios objetos de los períodos colonial (1540-1810) y republicano (1810-1910), como cuellos de botijas o tinajas, que eran los recipientes en cerámica que utilizaban los españoles para almacenar y transportar el vino y el aceite de oliva. También encontramos una acumulación de fragmentos de vasijas cerámicas más burdas, tipo cazuelas, y con evidencias de exposición al fuego, utilizadas para cocinar; y otros fragmentos de elegantes vajillas para el servicio en la mesa. De estas lozas, algunas provenían de Inglaterra, lo que supimos gracias a que en sus bases tenían los sellos de fábricas como “Johnson Bros – England” y “Thomas Hughes & Son – England”.
Así lo afirma Pablo Aristizabal en el catálogo Tejer Territorio de la universidad EAFIT. Pablo Aristizábal / Arqueólogo PhD, I. A. (2020). Los guayabos, un vientre para volver a nacer. Tejer Territorio, 92.
El cierre de un ciclo entre nuestro desconocimiento por aquello que desconocíamos y eso que descubrimos; el final de algo es lo que presagian estas vasijas, por esta razón las hacían de tal forma que tuviesen vientre de mujer, por lo que semiológicamente suponen el regreso al vientre de la madre. El regreso de lo que somos hoy hacia lo que una vez fuimos.