“Ñamérica”, así llama el cronista argentino Martín Caparrós a Hispanoamérica, región del mundo que se construyó gracias a cinco grandes migraciones. El autor afirma que la última se vive hoy, la única en la que los migrantes no llegan, sino que se van.
El continente inquieto es un capítulo de Ñamérica, un libro en el que Martín Caparrós explora esa parte del continente americano que se identifica por el uso de la letra Ñ: la América hispana.
En este capítulo, Caparrós reflexiona acerca de las migraciones que han moldeado la región; cinco, según él.
Primera migración: los llegados de Asia
Fue la ola “lenta y azarosa” de los siberianos que cruzaron el estrecho de Bering sin saber que llegaban a otro mundo.
Fueron los primeros humanos que migraron a esta parte del planeta; la última gran masa de tierra, aparte de la Antártida, ignorada por Caparrós, a la que llegó nuestra especie.
Aquí, sin saberlo, quedaron aislados del resto de la humanidad como consecuencia del cambio climático y la subida del nivel del mar.
Segunda migración: la española
Tuvieron que pasar milenios para que Cristóbal Colón y su tripulación, sin saber adónde estaban llegando —igual que los migrantes de la primera ola—, volvieran a poner en contacto al nuevo mundo con el viejo.
En el momento en que esto sucedió, vino la segunda ola, “violenta y creadora”. Los colonos europeos llegaron a dominar los territorios que antes solo conocían los indígenas.
Lo hicieron de una manera no más brutal que los imperios nativos; tampoco más civilizada; sí más letal. Con los migrantes llegaron enfermedades que diezmaron a la población autóctona.
Tercera migración: las personas esclavizadas
La tercera ola, “siniestra y rentable”, llegó en cadenas. Fue la de aquellos africanos vendidos en su continente como esclavos a los comerciantes europeos.Hacinados en “barcos negreros”, los que sobrevivieron el viaje llegaron a trabajar en las plantaciones y minas de todo el continente, Ñamérica incluida.
Cuarta migración: nueva llegada de europeos
Después vino el tiempo de las guerras independentistas y la creación de nuevos estados. Todo seguía por construirse en el continente. De una Europa empobrecida llegó una nueva ola, “ilusionada y laboriosa”, de migrantes que buscaban oportunidades lejos de sus cunas.La mayoría se asentó en Estados Unidos o en el Cono Sur, pero no fueron pocos los que se establecieron en los demás países.
Quinta migración: la actual
Es la primera en la que la región no es importadora, sino exportadora de migrantes.
Todas estas migraciones no son eventos puntuales que pasan y desaparecen. Al contrario, dejan huella. El autor de Ñamérica no solo se basa en fuentes históricas, sino que busca las huellas que han quedado. La identidad ñamericana solo se puede entender en función de los movimientos humanos que le han dado origen. Ñamérica no es sus indígenas ni sus blancos ni sus negros.
Es el resultado de su mezcla, no solo genética, sino también cultural. ¿Cómo comprender nuestra música si no es pensando a la vez en África y Europa?Caparrós habla en este capítulo acerca de varios lugares en los que se puede ver el impacto de las migraciones. Empieza con los achuar del Amazonas, un pueblo indígena que hasta hace pocas décadas estuvo prácticamente aislado del resto de la sociedad peruana y ecuatoriana, los países donde viven. Para hablar de la migración que llegó de África, visitó el municipio de Andagoya, Chocó, de mayoría negra, y un puerto del que solían partir los africanos recién vendidos en el actual Senegal.
Si bien las migraciones que dieron origen a la población indígena, negra, blanca y, por añadidura, mestiza ya no están activas, todavía se pueden rastrear los descendientes de sus protagonistas. Solo una migración, la quinta, puede ser mirada a los ojos.En Guatemala, Caparrós visitó la Casa del Migrante de Tecún Umán, en un paso fronterizo que comunica Centroamérica con México. Ahí pudo entrevistar a migrantes que no hablaban de sus ancestros, sino de sí mismos.
La ambición y el terror hoy mueven a millones de ñamericanos a migrar para buscar nuevas oportunidades o huir del sufrimiento.
Ilusiones y decepciones convergen en los pasos fronterizos. Buscadores de fortuna y perseguidos sin elección. No hace falta viajar a Tecún Umán o al norte mexicano para verlos.En Cúcuta, Ipiales, Necoclí o Capurganá también se pueden encontrar personas que se anteponen a cualquier obstáculo para cruzar una frontera porque quedarse en su país no es una opción.Algunos no se van tan lejos, como Julio, un hondureño trabajador del embarcadero en el lado guatemalteco de la frontera con México, entrevistado por Caparrós. “Aquí no vivo mal, estoy tranquilo”, le cuenta. Migró para buscar oportunidades y en Tecún Umán las encontró.
Sin embargo, muchos quieren ir más lejos: llegar a los Estados Unidos. Los que pueden vuelan en avión o cruzan la frontera por carretera. Otros se enfrentan a la selva, los ríos, el desierto y el océano. Quién sabe qué huellas dejará la migración actual en los países hispanos. Las olas anteriores llegaron para construir. En una tierra baldía, los indígenas tuvieron vía libre para colonizar y adaptarse a la naturaleza que encontraron.Los españoles llegaron a conquistar e imponer sus instituciones; los negros del África Subsahariana fueron traídos para trabajar.
En tiempos más recientes, millones de europeos llegaron, junto a algunos árabes y gente del oriente asiático, a seguir construyendo en un continente que aún tenía todo su potencial sin explotar, en el que todo era posible. Hoy parece que para muchos descendientes de los viejos migrantes no hay oportunidades en la tierra que los recibió. La casa quedó mal hecha y huyen antes de su inevitable demolición. Puede que vengan tiempos mejores y que Ñamérica vuelva a ser un destino para vivir y construir. Quién sabe. Para los migrantes de hoy, vale más la pena mudarse que esperar la reparación.
Ilusiones y decepciones convergen en los pasos fronterizos. Buscadores de fortuna y perseguidos sin elección. No hace falta viajar a Tecún Umán o al norte mexicano para verlos.
En Cúcuta, Ipiales, Necoclí o Capurganá también se pueden encontrar personas que se anteponen a cualquier obstáculo para cruzar una frontera porque quedarse en su país no es una opción.
Algunos no se van tan lejos, como Julio, un hondureño trabajador del embarcadero en el lado guatemalteco de la frontera con México, entrevistado por Caparrós. “Aquí no vivo mal, estoy tranquilo”, le cuenta. Migró para buscar oportunidades y en Tecún Umán las encontró.
Sin embargo, muchos quieren ir más lejos: llegar a los Estados Unidos. Los que pueden vuelan en avión o cruzan la frontera por carretera. Otros se enfrentan a la selva, los ríos, el desierto y el océano.
Quién sabe qué huellas dejará la migración actual en los países hispanos. Las olas anteriores llegaron para construir. En una tierra baldía, los indígenas tuvieron vía libre para colonizar y adaptarse a la naturaleza que encontraron.
Los españoles llegaron a conquistar e imponer sus instituciones; los negros del África Subsahariana fueron traídos para trabajar.
En tiempos más recientes, millones de europeos llegaron, junto a algunos árabes y gente del oriente asiático, a seguir construyendo en un continente que aún tenía todo su potencial sin explotar, en el que todo era posible.
Hoy parece que para muchos descendientes de los viejos migrantes no hay oportunidades en la tierra que los recibió. La casa quedó mal hecha y huyen antes de su inevitable demolición.
Puede que vengan tiempos mejores y que Ñamérica vuelva a ser un destino para vivir y construir. Quién sabe. Para los migrantes de hoy, vale más la pena mudarse que esperar la reparación.
Foto principal de Casa de América