Te entrego todo, pero ya no te quiero como a mi vieja
Autores: María Camila Vergara y Daniel Botero Vélez
La noche que antecedió a la mañana en la que falleció su madre, Andrés Felipe Muñoz, el futbolero, fanático de Atlético Nacional, líder de la barra popular Los Del Sur y baterista de la banda de punk rock Tr3sdeCorazón, estaba rodeado de sus ídolos deportivos.
Hernán Darío El Bolillo Gómez, Francisco Maturana, Luis Fernando Suárez y Juan Carlos Osorio eran algunos de los personajes invitados a uno de los congresos deportivos organizados por el club de sus amores. Felipe, añorando una pequeña charla personal con Pacho, Bolillo y el Míster, perdió la noción del tiempo.
Su madre, internada en un hospital, esperaba su visita, que finalmente no se dio por un taco que le impidió a Felipe llegar hasta dónde ella.
La vida, así de misteriosa, luego de compartir unos minutos con personajes que él mismo reconoce como “papás”, le dio el golpe más mortal que recuerda.
“Cuando mi mamá falleció, fue un golpe letal para mí, que obviamente todavía me duele y me perturba, que me agobia, pero que lo vuelve a uno un poco más fuerte para afrontarlo, precisamente gracias a ella misma y al aprendizaje de su ausencia”, dice Felipe.
Ahora, unos años después de aquel golpe, que aún le causa emotividad, recuerda la relación con su mamá como una muy poco usual entre un hijo y una madre. Una mujer ejecutiva, muy profesional, cargada de valores que poco o nada se encargaba de las labores domésticas.
“Tengo muchos recuerdos de mi mamá dándome gusto en todas las cosas que me empezaban a gustar como un niño y luego como un preadolescente que empezaba a soñar con el fútbol y la música. Mi mamá me regaló mi primera batería, mi primera camiseta de Nacional”.
Desde marzo de 1992, cuando su madre le regaló esa primera camiseta, Felipe, año tras año, comenzó a coleccionar todas las prendas oficiales del club que ama. Su colección, con el pasar de las décadas, fue creciendo y diversificándose. Hasta que un día su closet no solo protegía las playeras de su Atlético Nacional, sino que, además, conservaba más de dos mil camisetas y objetos de clubes de diferentes partes del mundo.

Un buen número de camisetas de la Selección Colombia, otro de la Selección Antioquia, de jugadores históricos que hicieron parte de un mundial de fútbol, de camisetas verde y blanca de distintos equipos en el mundo, entre tantas otras que convertirían su armario en un campo de admiración para cada futbolero y coleccionista.
Con apenas dos años, y en los brazos de su padre, fue por primera vez a un partido de Nacional. Ese día el Club Verdolaga ganó su cuarta estrella y a estas alturas del partido, Felipe aún no se explica cómo fue posible que dejaran ingresar a un bebé a ese juego.
Desde ese momento quedó encantado por el verde y blanco, y durante los años 80 hasta 1991 iba con su papá a las tribunas de Oriental y Preferencia. Ese año, Felipe comenzó a ir solo a Oriental para sumarse a la primera barra organizada del equipo, que por ese tiempo se hacía llamar El Escándalo Verde y que en 1997 pasó a conocerse como Los Del Sur.

En enero de 1998 se sumó a la barra popular con un sinnúmero de ideas sociales, musicales y culturales para transformar la convención errática que la sociedad, llena de prejuicios, tenía acerca del barrismo.
Desde entonces Los Del Sur comenzó a crecer de manera exponencial, no solo en volumen, sino también en responsabilidad social, transformando la realidad de miles de jóvenes. Andrés Felipe fue uno de los principales pioneros y se convirtió así en una de las caras visibles de la barra.

Además del fútbol y el barrismo, a Felipe también lo cautivó desde muy joven el amor por la música y el rock. Mientras veía a Nacional convertirse en el primer equipo colombiano campeón de la Copa Libertadores de América, ya seguía muy de cerca a Kraken, Ekhymosis e incluso Metallica.
De tantos instrumentos posibles, la batería se convirtió en una de sus mayores pasiones, acompañándolo durante largas horas de su vida, en su habitación y más tarde en distintos escenarios y tarimas.
Esa descarga de golpes sonoros con algo de empirismo y poco profesional, como él mismo reconoce, lo llevó a incursionar en la música y definir otro de sus grandes sueños: conformar una banda.
Tr3sdeCorazón, desde el 2002, es la materialización del amor por la música de Felipe y tres amigos más, entre esos Sebastián Mejía. Ambos se conocieron en el kinder del Colegio Calasanz, hace 35 años. Desde entonces, su relación, más que de amigos, la identifican como la de dos hermanos que tienen casi prohibido hacerse bromas futboleras.
“Cuando el que pierde es Medellín, que es casi siempre, no se dice nada. Más bien hablamos del contexto, se habla de fútbol, pero no se discute”, cuenta Sebastián, quien contrario a su gran amigo, es hincha del Independiente Medellín, rival de patio del equipo de Felipe.
Muñoz, como baterista, se define como “un lateralsito cumplidor, que hace lo que tiene que hacer” y reconoce que no es el mejor en su instrumento. Razón tenía Sebastián al decir que su hermano no es un tipo de medias tintas y que va por la vida diciendo las cosas como las va sintiendo.
Pero, además de ser un tipo que cumple con su instrumento y reconoce que el talento musical lo tienen sus compañeros, hay algo que sí defiende con certeza: su liderazgo estratégico para mover fichas y darle un rumbo a su banda.
“Eso soy yo, un man que no tiene muchísimo talento en la batería, pero que sí soy rendidor, que sí soy cumplidor, y eso sí, soy líder del grupo, soy el que lo empuja y el que lo jala”.
Así, en condición de líder calculador, no solo aplica su empuje para alcanzar sus sueños musicales, sino también sus metas sociales, junto a la barra, y alguno que otro reto institucional con el equipo que ama.
Desde muy joven, esa numerosa colección de camisetas siempre ha tenido un significado. Es otro de los anhelos más grandes de Felipe y, quizá, de cualquier hincha de un equipo de fútbol: ver alzar las paredes del museo de su club.
Ese sueño está cerca. Muchas veces ignorado, trabajó por él de forma silenciosa. Persistente y estratégico, Muñoz un día creó unas redes sociales de carácter oficial y se acercó al presidente de Atlético Nacional del momento para decirle: “Presidente, voy a crear estas redes sociales, que yo sé que algún día tienen que ser las redes del museo”.

Solo unos años más tarde, Nacional anunció –el pasado 3 de septiembre– la fase cero del primer museo de un equipo de fútbol en Colombia. Desde entonces, Felipe, el tipo terco y estratega, que dice las cosas como las piensa, viene trabajando junto a su equipo en la activación de las redes oficiales de ese museo que tanto soñó.
Él, que siempre tuvo claro que algún día tendría que donar una buena parte de su colección a su equipo, por eso de sentirse atado y comprometido a su historia, se prepara para hacer la entrega oficial de la mayoría de sus implementos, que durante tanto tiempo permanecieron atesorados en uno de sus armarios.
A estas alturas de su vida, Felipe ya tiene más claro qué es lo indispensable, y en medio de una pandemia que llegó para encerrarnos y desafiarnos cara a cara, luce más desprendido de algunas cosas que ya no siente tan importantes.
La pérdida de su madre marcó su vida, y desde entonces, justo cuando conoció de frente una derrota verdadera, lejos de un campo de fútbol y de los 90 minutos, comenzó a resignificar lo que para él era más importante.
Por eso, pese a extrañar a Nacional y los domingos futboleros, sabe que la vida sigue con o sin fútbol. Se desprendió de algunas de las colecciones de camisetas que ya no representaban tanto para él. Su armario perdió volumen y, después de la derrota, llegó su hija.

“Perder es ganar un poco”, dijo algún día Pacho Maturana en un contexto deportivo que es aplicable para la vida y, a pesar de que nunca más podrá ver a su madre, las enseñanzas y aprendizajes de un tipo más curtido y maduro espera aplicarlas en su nuevo rol de padre.
“Lo que sí ha ocurrido con mi vida es que si mi hija está en el hospital y Nacional juega una final, yo me quedo en el hospital con mi hija. De hecho, eso ocurrió el 10 de enero de este año cuando ella nació. Ese día se despedía un gran ídolo de mi vida, que es Alexis Henríquez. Yo me tuve que quedar con mi hija y no ir a la despedida”.
Lo cierto, como Felipe lo afirma, es que sus otras pasiones no han disminuido su intensidad, solo que “llegó algo que es lo número uno en mi vida, que es mi hija, para entender que hay una cosa que es mucho más importante”.
Y, por supuesto, la letra de la canción de Los Del Sur que dice: “Mi verde / sos todo lo que yo quiero / sos mi alegría / te quiero como a mi vieja / vos sos mi vida”, tal vez identifique a miles de hinchas de Nacional, pero ya no identificará más a Felipe Muñoz.
El día que la muerte cobró la vida de su madre, Francisco Maturana llamó a Felipe. En esa sentida conversación, Pacho le dijo una frase que él no olvida: “Felipe, las mamás son tan tesas que uno toda la vida tuvo la frustración de no estar con ellas todo el tiempo y ellas se encargaron, con su muerte, de estar siempre con nosotros”.
Especial realizado por los estudiantes del Énfasis en periodismo digital del pregrado en Comunicación Social.
2020 / 2