Entre la pandemia ella renació en la virtualidad

Autor: Beatriz Botero 

 
 
 
 
 
 

Puede decirse que la vida de la profesora Erika ha estado enmarcada en el universo académico, no solo porque hace parte de una familia de vocación y tradición docente, sino también porque desde muy niña se sintió apasionada, de manera particular, por las matemáticas. De hecho, su gran interés por esta disciplina nació en tercero de primaria, precisamente de la mano de su profesor de matemáticas. Este no se limitaba exclusivamente a la trasmisión de conocimientos, sino que lo hacía de una forma tan lúdica y motivadora que era casi imposible que sus alumnos no se sintieran jugando mientras aprendían.

Hoy en día, la profesora Erika es, en buena medida, el resultado de aquellas experiencias sensacionales y de la influencia de su profesor, pues ahora en su ejercicio como docente su objetivo es que las matemáticas no causen susto y aterroricen a los estudiantes, sino que sean una interacción entre el conocimiento y actividades didácticas y de acompañamiento. Esto se ve reflejado en la forma innovadora que ella dirige sus clases  y los métodos, reemplazó las típicas cátedras donde ella impartía el conocimiento y sus estudiantes simplemente tomaban nota por aprendizaje basado en proyectos, los obsoletos y tediosos cuestionarios por problemas fundamentados en situaciones reales para que no solo adquirieran el conocimiento necesario, sino que desarrollaran su capacidad de análisis y ver alternativas de solución; con estas herramientas de enseñanza se ha ganado la admiración de sus colegas y de sus estudiantes, primero por su gran versatilidad y  segundo porque ella ha procurado que los demás reconozcan su materia como una herramienta fundamental del día a día.

Así como Erika se divertía aprendiendo en su infancia y adolescencia, sus clases una vez en la vida profesional, eran un espacio de estudio y de interacción mediada por otros temas que no estaban necesariamente relacionados con la materia. El aula de clase era en ocasiones intermediada por una buena charla sobre temas cotidianos entre la profesora y sus alumnos, tales como la situación política y social del país, costumbres y filosofías infundadas al interior de sus hogares, esto daba tanto a la profesora como a sus compañeros parámetros para iniciar debates y tertulias. Esa era una de las razones por las cuales en el aula de clase se sentía plena como profesional y, por qué no, como ser humano integral. Hasta ahí ella había logrado el balance perfecto.

 

Sin embargo, todo cambió de la noche a la mañana. Ya no estaba en ese momento en el que se sentía plenamente satisfecha. Erika y sus colegas se preguntaban qué iba a ocurrir con su vida y su familia, además de su empleo. El COVID – 19 había llegado para transformar drásticamente la estructura académica típica. Como docente, su mayor interés era saber cómo se iban desarrollando las estrategias y eventos relacionados con la pandemia y con la cuarentena. Erika y todos en el colegio se cuestionaban: “¿Cómo va a afectar el escenario actual a los procesos educativos en curso?” “¿Perderemos nuestros empleos?”. Por obvias razones, la cuarentena y el distanciamiento social también aplicaban en el contexto de la educación, de manera que la afectación sobre los procesos de los estudiantes se haría evidente.

La virtualidad se planteaba como la alternativa viable, quizás única, para que el sistema educativo colombiano no se desmoronara y tuviera que cancelarse el año escolar. La posibilidad de hacerlo virtual no sería un mayor inconveniente para quienes contaran con la infraestructura necesaria para adaptarse a esta transición casi forzosa desde lo físico hacia lo virtual, como lo fue su caso y el del colegio en el que ella trabajaba, el Liceo Campestre Jean Piaget, en donde las carcajadas, los abrazos entre alumnos y las travesuras se habían silenciando.

 La profesora Erika no era una nativa digital, y tenía que adaptarse a esta nueva realidad de la educación virtual. Por supuesto, no es que el contacto de Erika con las TIC haya sido nulo, pero en comparación con sus alumnos, realmente estaba muchos años por detrás en cuanto al manejo de los recursos tecnológicos actuales en los que los más jóvenes se destacan por una mayor versatilidad en el uso y alcance. Erika, como en muchas otras circunstancias, ha sido capaz de irse adaptando a las nuevas exigencias del contexto actual de la pandemia y el confinamiento, ganándose rápidamente su lugar en esa aula de clase, ahora virtual, en donde surgen nuevas experiencias y aprendizajes. 

 

La pandemia ha traído muchísimos cambios en la vida de la profesora Erika, tales como adecuar parte de su espacio personal en un espacio de trabajo, aumentar el tiempo para preparar sus clases de una hora a casi tres y estos a su vez generan una buena oportunidad para ser una profesora diferente. Ahora, en lugar de manipular el marcador, debe manipular un mouse. Ahora en lugar de dirigirse y crear un contacto físico con su alumno, tiene que mirar a través su pantalla y buscarlos uno a uno para observar su desempeño, eso sin contar una ardua y maratónica búsqueda de nuevos conocimientos en herramientas de la información y telecomunicación, tales como presentaciones multimedia, video tutoriales y aplicaciones interactivas; por otra parte ha dedicado un espacio de su casa para su rol de docente, lejos de las distracciones que se le pueden presentar (aseo, comida, otros habitantes del lugar)

Erika concluye contundentemente que tiene que seguir avanzando en la marcha y aprovechar al máximo el potencial de los recursos tecnológicos que antes de la pandemia, tal vez no le parecían tan pertinentes y vitales como en este momento de su vida como docente de matemáticas.