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El apóstol de la cultura en la radio colombiana

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El apóstol de la cultura en la radio colombiana
María José Gaviria

En 1950, Álvaro Castaño Castillo se embarcó en su peregrinación por la radio y la comunicación y, cual evangelizador, promulgó a través de la emisora HJCK la riqueza de la música, las artes y las letras. Perfil de este pionero de la radio cultural en Colombia.

Entre las calles empedradas, angostas y llenas de vida del centro de Bogotá se encontraba, en la 22 con 9ª, la casa del general Joaquín Castaño, doña Ana Rosa Castillo y sus 13 hijos. El menor de ellos, Alvarito, nació el 9 de junio de 1920, en aquella época cuando todo era provinciano, machista y su padre ya pintaba más como su abuelo.

Una vez Álvaro llegaba del Instituto de La Salle se rodeaba, en el patio interior de su casa, de cuernos y rosas, sus favoritas, para recitar versos de Los camellos, del payanés Guillermo Valencia, que repetía una y otra vez hasta perfeccionarlo mientras sus dos pastores alemanes ladraban con locura.

En lo profundo de su corazón soñaba con ser un gran poeta, escritor e historiador, soñaba con dedicarle su vida al arte. Cabizbajo, ingresó a la Universidad Nacional y sin saber porqué se encaminó en el mundo de las leyes, aborrecido por él mismo.

Como todo optimista, les sacó provecho a sus grandes maestros, Jorge Eliécer Gaitán y Carlos Lleras Restrepo, no para memorizar a rajatabla la Constitución, sino para que lo guiaran en la verdadera esencia de su ser: la vocación de trascender en las minorías con la cultura.

Desde joven se rodeó de los personajes más emblemáticos del país, quienes luego se convirtieron en sus entrañables amigos y grandes impulsores de su labor.

Álvaro Castaño Castillo, izquierda en la foto de portada de su libro, junto al escritor Álvaro Mutis.
Álvaro Castaño Castillo, izquierda en la foto de portada de su libro, junto al escritor Álvaro Mutis.
La tolimense

Era un romántico de los grandes, de aquellos que percibían el amor como otro arte y de los que ya hay pocos. “Ojalá sea bruta”, fue lo primero que pensó Álvaro al ver por primera vez a una tolimense de ojos azules, Gloria Valencia, en el desfile semestral de la banda del Liceo Nacional cuando ya estaba por graduarse.

Aún con la esperanza de que la señorita no cumpliera con sus expectativas, se acercó a ella un día y la encontró leyendo Estudios sobre el amor de José Ortega y Gasset, el mismo libro que él cargaba en su portafolio. ¿Quién pensaría que un libro fuera el significado más grande de amor? De ahí en adelante supo que era la mujer de su vida.

“¿Cómo resistirse?”, se preguntaba Gloria al ver la tez canela y ojos verdes acompañados de elegancia y olor a Vetiver, tabaco seco. La muchacha de 20 años, quien se había convertido en su anhelo más grande, no se pudo resistir a sus interesantes conversaciones y apasionante sentido del humor.

Llorando al verla vestida de negro la vio caminar al altar, la miró a los ojos y escuchó eso que para él significaba el mundo: “Sí, acepto”. Palabras que no solo eran un simple sacramento católico, sino también la perfecta compañía para materializar sus proyectos.

Los años venideros fueron lo mejores, esos en los que un hombre cumple con su propósito. Según Castaño, los años en los que se sintió realizado, tanto como padre, esposo y, por supuesto, pionero de la radio cultural colombiana.

El Principito, radioteatro producido por la emisora HJCK en el año 1954

La HJCK

“Los sueños no mueren a menos que uno quiere que mueran”, dice un refrán. Tenía 30 años cuando ya había concebido a sus tesoros, Rodrigo y Pilar, y estaba a punto de comenzar una vida llena de aventuras con la Divina, como le decía a su esposa, en la que se abrirían paso a un mundo de libros, autores, arte y música.

Amando más que nunca la cultura, la pareja de intelectuales volvió, junto a cinco amigos, en septiembre de 1950, a las coloridas calles del mismo centro que lo vio crecer para cortar la cinta en la puerta de su nueva emisora, la primera privada en Colombia: la emisora de la minoría, la del lema El mundo en Bogotá, la HJCK.

De ahí en adelante su feliz vida fue un constante “3… 2…1… al aire”. Mientras su esposa narraba historias e instruía a los oyentes sobre su aclamada naturaleza, Álvaro se reunía en el set de grabación con los personajes que, al igual que él, serían recordados por la eternidad, algunos por sus poemas, otros por sus retratos o, como él, por su voz.

Gracias a su empatía, conocimiento y elocuencia al hablar, las entrevistas de Álvaro Castaño jamás se quedaban solo en eso, iban más allá. Era cuestión de días para que sus entrevistados se convirtieran en sus amigos, aquellos de los que habló, con cariño entre carcajadas, hasta en sus últimas entrevistas.

A pesar de que era uno de los hombres más poderosos y ambiciosos en el mundo de los medios colombianos, siempre prefirió mantenerse al margen de las cámaras y de ser el foco de atención, disfrutaba la vida sencilla y tomar las onces con sus amigos en los cafés cercanos a la emisora.

“Qué linda tarde está haciendo”, le dijo su amigo Jorge Luis Borges aquel día que estrenaron transmisores y grabarían juntos parte de la Colección Literaria de HJCK, una de las más grandes y ricas que perdura. En ella participó también su amigo del alma, el grande del realismo mágico, Gabriel García Márquez.

Álvaro Castaño habla de su gran amigo Gabriel García Márquez. / Video tomado del canal de Youtube Producciones Rodar.

Castaño agradeció hasta el día de su muerte –el 9 de agosto de 2016– haberse rodeado de personajes de tan alto nivel intelectual y personal. Decía que, sin ellos, el Álvaro que todos conocen no hubiese existido, aquel que decidió vivir la existencia que unos pocos osados se atrevían: la del placer enriquecedor del arte.

Ese hombre que un día decidió “ir en contra de la tendencia de programar masivamente y tratar de difundir aquello que no es ni lo obvio ni lo más conocido en un momento dado”, se convirtió en un apóstol de la cultura.

Aspecto del sitio web actual de la emisora HJCK https://hjck.com/
Aspecto del sitio web actual de la emisora HJCK https://hjck.com/
El fin de la luz

Así como su vida laboral fue prospera y exitosa, la familiar no estuvo para nada mal, hasta que llegó aquello que está escrito y no tiene vuelta atrás: la muerte.

Mientras él cumplía 91 años y los micrófonos de la HJCK seguían encendidos, adaptados al mundo de internet, la vida de su amada Divina, la vida de la voz de su emisora y de la Primera Dama de las Comunicaciones en Colombia, se debilitaba de forma lenta.

Habían sido 64 años de loco amor y sueños cumplidos cuando Álvaro se despidió de su esposa y le dijo que lo esperara en el cielo, que él planeaba cumplir su centenar y la acompañaría de nuevo para volverla a enamorar en el más allá.

Estampilla conmemorativa del aniversario 60 de la emisora HJCK en el año 2011.
Estampilla conmemorativa del aniversario 60 de la emisora HJCK en el año 2011.

Para su consuelo, le quedaban sus dos hijos, quienes ya se habían incursionado en el mundo que su padre creó: Pilar, en el periodismo de reinas y diseñadores; y Rodrigo, en el cine y el entretenimiento. Se sentía cada día más orgulloso de sus hijos por ver su mundo como les había enseñado.

Sin más por cumplir, Álvaro Castaño Castillo vivía tranquilo, meditaba y sabía que ya solo le quedaba gozar unos cuantos años para el reencuentro que con ansias esperaba. Pero como si la vida no hubiese sido lo suficientemente dura quitándole al amor de su vida, contra viento y marea, cuatro años después, en Ciudad de México, murió Rodrigo, su tesoro mayor, cuando tenía 66 y mucha vida por delante, según su padre.

A Álvaro no le dio un infarto fulminante al corazón como a su hijo, pero sí se le destrozó en mil pedazos. Dicen que las tristezas se van a los pulmones y acaban con ellos, casi como una maldición.

Sin ser la excepción a la regla, con 96 años, el dolor de haber perdido a aquel hombre que complementaba su vida y lo escuchaba, significó, para la larga existencia de Álvaro Castaño Castillo el fin de sus pulmones que, junto a la tristeza y el corazón pequeño, acabó con su vida. Acabó con la vida del héroe de “la inmensa minoría”.

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