No es el escándalo, es el sistema
Texto por Camila Bettin
Ilustración por Jossi Barbosa
“Alguien tiene que alzar la voz”, dijo Gretchen Carlson al ser cuestionada por denunciar un acoso sexual por parte de su superior.
Esta es una de las situaciones más dicientes que nos deja la película El escándalo (2019), dirigida por Jay Roach. La película tiene su argumento basado en un hecho real; la demanda de Carlson por acoso sexual contra el magnate y ex-CEO de Fox News, Roger Ailes, que causó un efecto dominó (#metoo) y motivó a otras mujeres a denunciar dentro de la industria televisiva.
Fox News es un claro ejemplo de una cultura corporativa que se sirve del odio y las humillaciones. No es simplemente el hecho del acoso puntual de Ailes, sino también de los estereotipos misóginos y sexistas que pueden llegar a habitar un entorno corporativo y que la película reencarna en este personaje: “ponte un vestido más corto”, “nadie quiere ver a una señora mayor con los sudores de la menopausia y menos en la absurda televisión nacional”, “la intimidación no es una maldad, la intimidación es la gente con más poder que golpea a los que menos”, “para avanzar tienes que arrodillarte”.
Fox News no es un caso aislado, ya conocemos los revuelos de Hollywood e incluso hablando nacionalmente con el caso del director de cine Ciro Guerra, reconocido tras haber dirigido películas exitosas como El Abrazo de la Serpiente (2015), nominada a los premios Óscar en la categoría Mejor Película en Idioma Extranjero en 2016. Hasta la fecha suman ocho los testimonios recogidos de denuncia por acoso sexual, uno de ellos llegando al abuso sexual, sin embargo, Guerra ha negado y tachado de falsas toda acusación en su contra.
Los victimarios se aprovechan de su autoridad y de las aspiraciones profesionales de muchas mujeres; estos son quienes las han invisibilizado y subyugado poniéndoles barreras y exigiéndoles que para avanzar tienen que hacer lo que se les diga. Esta cultura de la cosificación, humillación e intimidación no se queda simplemente en el entorno corporativo, sino que es un potencial corrosivo en otros; se traslada a las calles, universidades —como en la Universidad Eafit, donde se han denunciado muchos casos de acoso sexual—, colegios e incluso hogares, donde afecta personalmente a muchas niñas y mujeres.
Esto es pan de cada día, he llegado a escuchar frases populares como “si no te operas no saldrás en televisión nacional” o “con quién se habrá acostado esa vieja para estar donde está”. Pero lo más preocupante es la resistencia en las organizaciones para generar conversaciones necesarias sobre temas trascendentales que no se pueden quedar por fuera, como identidad de género, feminismo, acoso y abuso sexual, entre otras.
En la película El escándalo podemos ver que la línea de ayuda, donde se debe comunicar y denunciar casos de acoso, estaba controlada y regulada por el mismo Ailes; entonces, ¿cómo se le puede comunicar a tu jefe que estás siendo acosada por él mismo? ¿qué nos queda sin el espacio en donde debemos denunciar estos casos dentro de las organizaciones, si con la mínima información sobre ello somos despedidas?, ¿quién nos va a creer cuando recibimos el rechazo de las organizaciones o cuando nuestros mismos compañeros de trabajo se hacen los de la vista gorda o normalizan el hecho? El sistema corporativo está tan corrupto que hay quienes practican toda una cultura del silencio; y si usted es de esas personas déjeme decirle que también es responsable, es victimario por omisión.
En muchas ocasiones, las organizaciones se limitan a dar comunicados impersonales o simplemente no se pronuncian. Con el transcurrir de la película, tenía la esperanza de que una vez fuese despedido Ailes, el entorno cambiara. Esa esperanza se esfumó en la escena donde Rupert Murdoch, principal accionista de la compañía, en vez de pronunciarse sobre el caso y dar su apoyo a las víctimas, se mostró agradecido con el recorrido de Ailes en Fox News. Keyla (Margot Robbie) me representa cuando tuvo la misma esperanza, pero al ver lo ocurrido recogió sus cosas y se marchó. Esa escena tiene un fuerte componente simbólico: no es el escándalo, es el sistema y la cultura corporativa.
Como futura profesional de las comunicaciones, pienso que debemos ser quienes llevemos la vanguardia creando entornos que se basen en la seguridad y la confianza. Somos responsables en gran medida de que estos casos sigan impunes o que no se les ponga un alto oportunamente. No respondemos ante el poder, sino ante las personas, por lo tanto, para con ellas debe ser nuestra solidaridad. Nuestro papel es evitar que la coerción y la “cultura de la humillación”, como le llama el historiador Nicolaus Mills, sigan haciendo de las suyas a diestra y siniestra.
Si algo es claro, es que las actuales generaciones ya no están tolerando estas situaciones; “ya no tolerarán una cultura corporativa que ve el odio y el acoso como parte del funcionamiento de un negocio de noticias exitoso” (Mónica Lewinsky, 2017). Cada vez más se exige que los entornos de trabajo vayan en sintonía con valores cosmopolitas, que busquen la igualdad y la justicia, donde haya espacio para el diálogo y solidaridad.