“Sentí un dolor atroz. La mujer decía: «Deje de gritar, pequeña» y «Tengo que hacer mi trabajo», o quizá fueron otras palabras distintas que solo significaban una cosa, la obligación de ir hasta el final” (p. 45).
Habitación 17, Universidad de Ruan, Francia. Desnuda, expuesta, rebelde, así vivió aquella noche del 20 al 21 de enero de 1964 la por entonces estudiante de filología Annie Ernaux a sus 23 años cuando, en medio de la soledad y la desesperación, dio a luz una muerte que la mantuvo sumergida en la oscuridad por tres meses y de la que no podría emerger —o intentar hacerlo— sino hasta más de tres décadas después. Y exactamente así es la prosa con la que la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2022 describió, a sus 60 años, El acontecimiento que marcó su vida.
El relato de Ernaux es la historia de una vida muerta y de una muerte en vida. Es la historia de un aborto clandestino ocurrido en la Francia de 1964, donde la interrupción del embarazo era aún un delito. Pero es también la historia de una sociedad de clases, de un amor pasajero convertido en obsesión y abandono, de una soledad, un desamparo, una desesperanza, una desesperación.
La narración inicia con Annie en una sala de espera de un hospital, impaciente por escuchar los resultados no de un embarazo, sino de lo que, para ella, representaba otro mal cuanto no peor, equiparable: el sida. “La doctora dijo mi número en voz alta […]. Al cerrar la puerta me dijo enseguida: «Ha dado negativo». Me eché a reír […]. Me dije que, una vez más, estaba a salvo” (p. 7).
“Una vez más” porque, entre octubre de 1963 y enero de 1964, pasó por una situación similar. En esa ocasión, sin embargo, Annie no contó con la misma suerte, y es en torno a lo que ocurrió después de ese inesperado resultado que El acontecimiento tiene lugar:
“Nada más bajarme de la camilla, con mi gran jersey cubriéndome los muslos, el ginecólogo me dijo que seguramente estaba embarazada. […] Ya en el umbral de la puerta, me dijo sonriendo jovialmente: «Los hijos del amor son siempre los más guapos». Me pareció una frase espantosa” (p. 10).
En un viaje entre el presente y el pasado, con un “yo” sostenido, con no más insumos que una agenda, una libreta y los recuerdos —difusos, como son todos los recuerdos — que la autora conserva de aquella época de su vida es que El acontecimiento, publicado originalmente en el año 2000 por la editorial Gallimard y traducido al español por Tusquets Editores, con 128 páginas en su edición física y 75 en su edición electrónica (edición consultada en este caso), logra transportarnos a esa Francia del siglo pasado.
En los cinco capítulos en los que se distribuye la obra, la autora procede a narrar, con tantos detalles como su memoria y sus fuentes documentales le permiten, cómo transcurrieron sus meses como embarazada hasta culminar con aquel aborto practicado con ayuda de una abortera.
Más que una novela autobiográfica, como está catalogada, El acontecimiento es un relato fragmentado que se ubica en las fronteras entre una novela, una autobiografía y un diario. Por cómo está escrito, este libro permite una lectura veloz, pero cuenta con algunas pausas en el camino. Una serie de paréntesis dispuestos a lo largo de todo el relato hacen las veces de sobresaltos en carretera: obligan al lector a disminuir la velocidad y, en ocasiones, a detenerse. Allí la autora se da la libertad de escribir las citas textuales encontradas en su agenda para aportarle soporte al relato, reflexionar sobre sus propias vivencias y lo más curioso: dudar sobre su propio testimonio, invitar al lector a que dude de lo que está leyendo.
“(Siempre que escribo me planteo la cuestión de las pruebas: aparte del diario y de la agenda que escribía en aquella época, no dispongo de ninguna otra certeza en lo que se refiere a mis sentimientos y a mis pensamientos de entonces […]. La única y auténtica memoria es material.)” (p. 39).
Más allá de la narración de un aborto, El acontecimiento es también una radiografía de la Francia de los años sesenta, de esa sociedad del siglo pasado con clases sociales bien diferenciadas. Para la autora, el simple acontecer de este hecho, de encontrarse frente a un embarazo inesperado que amenazaba con dilapidar todas sus aspiraciones era la prueba de que no había conseguido escapar del historial de pobreza de su familia. De que, por más que estudiara e intentara escalar hasta llegar a ser parte de “los de arriba”, no dejaría de pertenecer siempre a “los de abajo”.

“Yo era la primera persona de mi familia que estudiaba una carrera […]. Pero ni la reválida ni la licenciatura en letras habían conseguido alejar la fatalidad de una pobreza heredada […]. Lo que estaba creciendo dentro de mí era, en cierto sentido, el fracaso social” (p. 17).
Sin ningún sentimiento de culpa. Así expresa haber pasado todas estas décadas posteriores a aquel breve embarazo que no pudo culminar. Solo una cosa, una sola cosa, la que justifica este libro y toda su obra, es la que no la deja estar tranquila: la culpa de vivir todo aquello, y no contarlo.
“Por encima de todas las razones sociales y psicológicas que pueda encontrar a lo que viví, hay una de la cual estoy totalmente segura: esas cosas me ocurrieron para que diera cuenta de ellas. Y quizás el verdadero objetivo de mi vida sea este: que mi cuerpo, mis sensaciones y mis pensamientos se conviertan en escritura” (p. 66).
Una sospecha de sida, un embarazo inesperado, un aborto y más de tres décadas más tarde, Ernaux cierra este libro y con él, este capítulo de su vida con la reconstrucción material de un pasado que no quiere que vuelva, pero que no puede, no quiere olvidar. Aquella casa del pasaje Cardinet donde, en una cocina, una vieja enfermera le practicó el aborto, aquel café donde esperó impacientemente que llegara la hora de la cita, aquella iglesia donde imploró no sentir dolor durante el procedimiento, Ernaux intenta buscar los lugares, recorrer las calles, reconstruir los momentos donde vivió aquel “acontecimiento inolvidable”:
“En el andén de la estación de Malesherbes me dije que había vuelto al pasaje Cardinet creyendo que iba a ocurrirme algo” (p. 68).
A Annie Ernaux le tomó más de tres décadas decidirse por escribir este libro. A mí no me tomó más de unos minutos decidirme por comenzarlo, y no más de una tarde en terminar de consumirlo. Con un lenguaje ágil y directo, este texto de Ernaux está al alcance de la mayoría de lectores aficionados que deseen zambullirse en su obra. Si le teme a los libros densos y extensos y, al igual que yo, está buscando un título para conocer a la nueva Nobel de Literatura, El acontecimiento es, sin duda, un buen aperitivo.