El miedo a la muerte realmente es el miedo a lo desconocido e incierto, ese miedo puede paralizarnos en vida, generando límites en nuestra mente que realmente no existen.
Desde pequeños se nos inculca un tabú o un estigma sobre la muerte, no se puede hablar de la muerte, “no hables esas cosas”, “no la menciones porque la atraes” nos decían los mayores, entonces así crecimos con el miedo y la distancia sobre ese tema.
Yo crecí con ese miedo a la muerte, ese miedo que te hace olvidar el presente y pensar en el futuro, cuando te prohíbes de vivir una nueva experiencia o aventura, porque posiblemente te pueda pasar algo. Así pasé muchos años inconscientemente, nunca me senté a pensar o reflexionar sobre la vida y la muerte, simplemente por todos los estigmas y por ese miedo pensaba que era lo opuesto a la vida, fuego – agua, oscuro – claro, vida – muerte.
Hasta que un día la vida misma me enseñó con esa dulce y única manera que tiene la vida de enseñarnos, con un puño en la cara.
En mayo de 2019 la vida me quitó a mi mejor amigo, nos criamos juntos, desde los 5 años hasta los 16 fuimos inseparables, toda la vida con él, estábamos viviendo los últimos años de colegio y ya habíamos pensado incluso en los planes para cuando nos graduáramos, con una hermandad de tantos años jamás se me pasó por la cabeza que íbamos a morir o algo así, nos imaginábamos de viejos recordando anécdotas, hasta que un día en un abrir y cerrar de ojos la muerte me lo arrebató.
Fueron tiempos difíciles. Un día entendí que era algo que jamás iba a superar, sino que tenía que aprender a vivir con eso. En esos tiempos pensé y reflexioné mucho acerca de la vida y la muerte, también cambió totalmente mi perspectiva sobre estos temas y mi manera de vivir.
Lo más importante es practicar la presencia, ahí se deja eso de no aventurar o vivir una nueva experiencia porque posiblemente pase algo, pasamos a hacerlo porque posiblemente el día de mañana ya no esté acá. Me di cuenta que la vida puede ser un segundo y se puede ir en un abrir y cerrar de ojos, que algo tan irreal como que el reloj marque la vida pasar es
a la vez tan real. Así de valioso es el tiempo, cuando estás presente cambia totalmente la percepción del momento, tendrás una mejor relación con todas las cosas de la vida, contigo mismo y en los momentos difíciles vas a crecer a partir de lo que experimentas.
El miedo a la muerte se transforma en miedo a vivir la vida, este miedo se basa en lo desconocido, en no saber a dónde vamos, en no poder controlarlo, pero el tiempo y la vida son efímeros y aún en vida nadie te garantiza nada, esa batalla interna entre lo que se desconoce y la falta de esperanza, contra la naturaleza efímera del tiempo y nuestra vida, nos convierte en unos esclavos de la oscilación del péndulo, el tiempo que se va y no vuelve. Todo en la vida se convierte en recuerdos y es mejor tener los recuerdos de las experiencias y aventuras que tuviste a lo que no hiciste por ese miedo.
Otra cosa de la cual pude reflexionar es que la muerte no es lo opuesto a la vida, en esos momentos me repitieron mucho que no muere quien no se olvida, tres años después de ese suceso, siento muy real esta frase que en su momento parecía cliché o algo que se dice normalmente cuando pierdes un ser querido. Hoy, recordando esta frase, me doy cuenta de que es real y aprendí que la muerte es la falta de amor, el olvido, el que se va realmente no se va, sigue con nosotros en nuestros corazones, pensamientos y ese amor sigue intacto.
Creo que, desde pequeños, en vez de los estigmas y el tabú sobre morir, deberían hacernos conscientes de que a todos nos llega algún día, que no tenemos que huirle ni temerle, que es algo muy natural, que debido a que todo en la vida es un instante, tenemos que enfocarnos en el presente y en vivirlo al máximo sin tener miedo a que algo pase.
Hoy no le tengo miedo a la muerte, porque me privaría de todo lo que puedo hacer antes de que llegue, a eso si le tengo miedo, que pase la vida por mí y dentro de muchos años me pregunte ¿Por qué no lo hice?
Si estamos conscientes y listos sobre la realidad de que algún día posiblemente no muy lejano moriremos, ya no hay nada que temer, solo vivir, amar la vida y ser un fan incondicional de esta misma.