El camino a la felicidad
Texto por María Alejandra Villegas Botero
Ilustración por Jossi Barbosa
Ahora me doy cuenta de que en la vida no se trata de perseguir una pasión, sino más bien, de que tus pasiones le den un ritmo más ligero a la vida. Pero, ¿qué es una pasión?
“¿Y tú que quieres ser cuando seas grande?” Me pregunta cualquier adulto con curiosidad y una leve risa en su voz ya que espera una respuesta tierna y escasa de realismo. Cierro con fuerza mis ojos, empiezo a mirar a mi alrededor en busca de pistas, de respuestas, o al menos de una pequeña dosis de imaginación que me ayude a contestar esa pregunta que me ha atormentado desde que tenía más o menos cinco años y que hasta el día de hoy sigue dando vueltas en mi cabeza.
Los adultos no hacen esta pregunta con mala intención, simplemente admiran la forma que tienen los niños de soñar. Es allí cuando me pregunto a qué edad dejamos de anhelar aquellas cosas que parecían tan posibles, y todo se vuelve un torbellino de confusiones, una imagen borrosa de un futuro incierto cargado de ansiedad.
Todo este dilema sobre el propósito de vida empezó cuando estaba muy pequeña y solía compararme con mi hermano. Él siempre ha tenido una destreza con las artes plásticas, dibujaba muy bien y hasta el día de hoy lo sigue haciendo; mientras tanto, yo hacía mi mayor intento por sobresalir en cualquier cosa. Estuve en clases de volibol, ballet, danza árabe, patinaje, natación, canto, muay thai y muchas cosas más que no vale la pena mencionar. No entiendo de dónde venían esas ansias de apasionarme por algo; solo sabía que “tenía” que ser buena en alguna actividad y punto. Con esto el conflicto empezó a crecer en mi cabeza. ¿pasión? ¿cuál pasión? ¿qué es? ¿debería tener una?
A los 17 años estas preguntas empezaron a ser cada vez más constantes y aterradoras, porque ahora venían cargadas de decisiones. En ese momento no solo se trataba de decidir una carrera, sino de decidir tu futuro, o por lo menos así te lo venden. Cuando estas en esa edad, lo único que sabes es que quieres hacer el fin de semana y que atuendo te vas a poner para el cumpleaños de tu mejor amiga; tienes muchas ganas de crecer, pero a la vez te dan miedo los caminos erróneos que puedas tomar. En mi caso, me encontraba bastante confundida. En mi colegio la mayoría de mis compañeras querían ser médicas o abogadas, y yo, por el contrario, no me veía estudiando ninguna de esas carreras, me alarmaba no sentir pasión por la bilogía ni por las leyes, sentía que mi ausencia de pasión terminaría llevándome al fracaso.
En algún momento de mi vida, afortunadamente desarrollé el gusto por la lectura, lo cual me marcó para siempre. Mis papás me decían que ser una buena lectora era un talento, sin embargo, yo sentía que solo me decían eso para hacerme sentir mejor. Con el tiempo me di cuenta de que sí era verdad y descubrí el amor que le tengo a la expresión en todas sus formas; empecé a buscar diversas maneras de comunicar lo que pienso. Entendí que gracias a esto que estoy haciendo en este preciso momento escribiendo este texto, le estoy dando sentido a mi vida.
Ahora me doy cuenta de que en la vida no se trata de perseguir una pasión, sino más bien, de que tus pasiones le den un ritmo más ligero a la vida. Pero, ¿qué es una pasión?; no tengo la definición exacta, pero por lo menos ya entiendo que NO es. Una pasión es aquello que te nace hacer y no que se te impone; una pasión es aquello que conecta lo que quieres aprender para ese momento de tu vida y no algo que supuestamente tienes que amar para siempre; una pasión es simplemente el reflejo de lo que eres y de cómo lo transmites al mundo, no lo que debes hacer para tener un trabajo o un plan de vida.
Siempre se nos ha dicho que debemos tener todo seguro, que nos debemos conocer, que debemos saber si nos queremos casar, si queremos tener hijos, en qué vamos trabajar, entre mil cosas más. Se nos metió en la cabeza la idea de que solo existe una pasión en la vida y, que en este largo camino de existencia solo seremos exitosos si seguimos ese propósito que se supone que debemos conocer desde que nacemos. Hoy en día las nuevas generaciones son aquellas con los mayores índices de depresión y ansiedad. Todo eso viene de la mano del mundo tan acelerado al que nos enfrentamos en la actualidad. La tecnología, la globalización y, ahora sumándole todo el tiempo que pasamos en la casa para darle vueltas y vueltas a estos pensamientos.
Me encuentro en mis veintes, explorándome, conociéndome y desaprendiendo muchas cosas que me fueron mal explicadas en la infancia y, lo único que tengo claro es que no necesito tener nada claro y mucho menos un plan de vida cuando a duras penas puedo controlar el presente. Me dedicaré a eso, a explorar mis diferentes sueños de los que se burlaron cuando tenía cinco años y, a despertar nuevas pasiones que a lo mejor tenía dormidas por la presión de volverlas mi camino al éxito y no a la felicidad.