“Se debe luchar no solo contra la desaparición forzada de personas, sino contra la impunidad y contra el olvido: si los olvidan, si los olvidamos, mueren”
Centro Nacional de Memoria Histórica
La crueldad de la guerra no determina edades y no le importa arrancar la inocencia de los infantes. Pone al descubierto la faceta más despiadada del ser humano y deja rompecabezas difíciles de armar. Iván Fernando tenía tan solo 7 años cuando le tocó vivir en carne propia la cruda realidad del conflicto armado de nuestro país. Él y sus hermanos: Oziel de 5 años y su hermana mayor de 11 años, la cual el menciona como ´La mona´, quedaron huérfanos.
Fue en agosto de 1982, “no recuerdo si fue un 4 o 6 de agosto” agregó Iván. El corregimiento El tigre en el municipio de Amalfi, Antioquia fue golpeado por una masacre que se llevó a cabo en el caserío Lagartos, donde él y su familia vivían en ese entonces. Ese día empezó normal y terminó con 8 muertos.
Entre ellos, Erasmo y Olga, los padres de Iván y como si no fuera suficiente su hermano mayor Jaime también les fue arrebatado ese mismo día. “Jaime tenía tan solo 16 años, apenas estaba empezando a vivir” comentó Iván mientras miraba al piso.
Muchas veces no se logra comprender como podían asesinar a un hijo que probablemente no tiene nada que ver con lo que hagan sus padres. El testigo de Jesús Abad Colorado da una visión y una posible respuesta a esa interrogante. Allí Colorado menciona que los grupos armados toman esta decisión para neutralizar un enemigo potencial cuando aún es ´fácil´ hacerlo. Sin importar sus motivos, eso demuestra la sangre fría que corría por sus venas.
Lo que pasó
Ese día del mes de agosto nadie de la familia Osorio-García estaba preparada para lo que iba a suceder. Iván y sus hermanos estaban acostumbrados que por su casa pasaran hombre uniformados y armados, sin embargo, los hombres que llegaron ese día cambiarían todo.
Entraron por la fuerza a su casa, él y su hermano menor Oziel se escondieron bajo su cama donde siempre acomodaba a su oso café grisáceo, con ojos rojizos llamado Cari, “fue un regalo de navidad” dijo entre una sonrisa algo tímida.
Fue lo único que conservó de su vieja vida en el Lagarto, lo único que pudo sacar el día que sus familiares fueron por él y sus hermanos a sacarlos de su casa que ahora estaba llena de sangre y cadáveres. Cari, había sido un regalo de sus padres, probablemente lo llevo consigo para tener un lindo recuerdo que borrara todos los horrores que a tan corta edad había tenido que vivir, aunque fuese por un momento.
Mientras él estaba escondido, escuchó varios disparos, “ya ni si quiera me acuerdo si oí gritos” agregó Iván. Él no sabe a ciencia cierta si es porque estaba muy pequeño que olvidó ciertos detalles o porque su mente decidió bloquear esos recuerdos para auto protegerse.
Cuando el ruido cesó, los hombres procedieron a revisar la casa, al verlo a él y a sus dos hermanos no hicieron nada y se fueron. ´La mona´ al ser la mayor decidió hacerse cargo de sus hermanitos, ella era más consciente de lo que había sucedido.
Los cadáveres de sus padres y de su hermano mayor yacían en el piso de su propia casa, los niños por miedo a salir decidieron quedarse encerrados. “La mona nos cocinaba y nos llevaba la comida al cuarto” cuenta Iván. Estuvieron encerrados durante 8 días, 8 días conviviendo con los cadáveres de su familia y sin ningún adulto responsable que velara por ellos.
Luego de esa semana, Hernando, el primo hermano de su madre Olga, le pareció raro que ellos no hubiesen ido al pueblo así que decidió visitarlos. “Hernando me contó que cuando llegó nos vio mirando por las rejas de las ventanas” recordó Iván, estaban tan asustados que en esos 8 días no salieron ni abrieron la puerta.
Cuando Hernando entró los encontró atemorizados, sucios y descuidados. Se encontró con la terrible escena, en más de una ocasión Iván recalcó que él la describía como una casa del terror. Los cuerpos estaban fusilados y además tenían cortadas que parecían ser causadas por machetes. Inmediatamente sacó a los niños de allí, no les dio tiempo de recoger ninguna pertenecía, excepto por ese osito de peluche que Iván tenía entre sus manos y abrazaba para lograr disminuir el estrés.
Lo incierto
Iván nunca supo quienes habían sido los responsables, y tampoco si el motivo que se rumoreaba era cierto. en ese punto del conflicto era muy difícil diferenciar, todos parecían utilizar el mismo uniforme, no se sabía si eran militares, guerrilleros o paramilitares, a no ser que utilizaran algún distintivo con las siglas de su organización. A lo largo de su vida él logró escuchar que algunas personas del pueblo tachaban a su familia como supuestos auxiliadores de la Farc.
Se decía que Lagartos era un corredor de movilidad utilizado por la guerrilla, donde llegaban semanalmente algunos integrantes de estos grupos armados, “allí comían, allí pernoctaban, 4 o 5 guerrilleros” relató Iván lo que algunos conocidos le habían comentado.
Los corredores al igual que los territorios estratégicos eran utilizados para expandir el control y el poder de los grupos armados, desde allí se les facilitaba desplegar sus operaciones militares, económicas y políticas. Según Indepaz durante el conflicto los grupos armados trataban de establecer corredores, para conectar laboratorios de droga, reclutamiento forzado y minería ilegal. Esto les permitía un nivel de autonomía suficiente y seguir alimentando la guerra. En el caso del caserío Lagartos, se dice que era utilizado para movilizarse principalmente a Vegachi, Santa Isabel, Remedios y Amalfi.
Unos decían que habían sido señalados por su vecina, con la cual tuvieron algunos problemas y otros que por un vecino que jamás se metía en nada. Iván siempre creyó más la versión de la vecina, pues era la única que tenía motivos. No obstante, no cree que sus padres ayudaran por gusto a los integrantes de las Farc.
Según documentó el Centro de Memoria Histórica en el informe Silenciar la democracia, un grupo de aproximadamente 30 paramilitares al servicio de Fidel Castaño fueron quienes perpetraron este crimen por las alegaciones de una persona cercana que acudió a ellos para señalarlos como auxiliadores de la guerrilla. Y que con lista en mano asesinaron a ocho personas en el caserío el Lagarto, incluyendo claramente a la familia de Iván.
Sin embargo, Hernando y algunos familiares de Iván creían que los responsables eran dos: el ejército y los paramilitares. María Teresa Ronderos en su libro Guerras Recicladas menciona la cercanía que en varias ocasiones hubo entre el ejército y las autodefensas, lo que hace esta versión verosímil y muy grotesca de asimilar.
Lo que se quiere dejar atrás
A pesar de no tener claridad de quienes fueron los responsables, ni el verdadero motivo. Iván nunca quiso indagar más allá, “solo así he encontrado el camino libre de resentimientos”.
Él cree firmemente que saber ese tipo de cosas no cambiara lo que sucedió, ni como se sintió y se siente por ello. Ha querido dejar ese capítulo atrás y no hablarlo ni siquiera con su esposa. Obviamente recuerda y nunca olvidará, pero tampoco le interesa abrir recurrentemente esa herida que jamás sanará.
Es por ello que, aunque conserva a Cari y lo ha cuidado prefiere tenerlo en un cajón que nunca abre. Lo guarda probablemente como muestra de agradecimiento ya que fue un amigo peludo que estuvo en el momento más difícil de su infancia y que lo reconfortó de cierta forma, cuando más nada puedo hacerlo.
Saber, no hará que se devuelva el tiempo y no evitara que pase, saber quiénes fueron para desearles el mal tampoco hará la diferencia. Solo contar su trágica historia hará que no se mueran por completo.
–Un total de 4.237 masacres se realizaron en Colombia entre 1958 y 2019, de acuerdo con el Centro Nacional de Memoria Histórica, se registraron al menos
–Entre 1998 y 2002 ocurrió el mayor número de estos hechos, con 1.620 masacres.
–Las masacres se han presentado en el 62 % de los municipios del país y han cobrado la vida de 24.600 personas.
Comisión de la Verdad, en su informe final de 2022