Por Valeria Jaramillo Giraldo
La travesía de un migrante está colmada de desafíos físicos y mentales, que lo ponen en un estado de idas y venidas sin sosiego.
El lunes 12 de diciembre de 2022 conversé con Joel a través de una llamada. Llevaba casi diez días instalado en Panamá con el grupo de migrantes que lo acompañaban desde Nicaragua. Me contaba más detalles de la tragedia en la que se había convertido su viaje. Aprovechando la posibilidad de las llamadas compartidas por WhatsApp, su tío William se nos unió un rato para ponernos al tanto de su situación actual.
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William
La experiencia cruzando el Darién fue terrible, eso no se lo deseo a nadie. En Panamá nos perdimos, yo no supe más nada de Joel ni él supo más nada de mí. Pero ahí seguimos pa’ adelante, gracias a Dios acá estamos, él viviendo por allá y yo por aquí. Estoy en Costa Rica, en la playa Dominical, trabajando duro.
Trabajo en construcción. Acá me estoy quedando en la calle. Reuniendo poquito a poquito gracias a Dios compré mi teléfono, pero no es fácil. Estoy tratando de hacer una platica pa’ ver si el año que viene me voy para Venezuela. Ya no quiero ir a Estados Unidos. No. No. Estoy viendo cuánto cuesta irme de aquí. En Venezuela tengo a mi familia, a mi mamá y a mis hijos, y eso me duele mucho.
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Su conversación finalizó pronto porque debía trabajar. Para ese momento no estaba enterado sobre los vuelos humanitarios. Joel le explicó que el siguiente vuelo salía a finales de enero, información que William consideró. A pesar de la nostalgia que le traía la añoranza de volver a casa, su voz denotaba tranquilidad.
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Joel
Me estoy quedando en Colón, Panamá. Aquí es fuerte porque toca pagar hotel. Con mis compañeros pagamos una habitación a diario. Lo único que me llevo para Venezuela es un Smart TV de 32 pulgadas. Lo compré barato, en 50 dólares. De Daniel no sé nada. La familia también está preocupada porque no se ha conectado a su Facebook. Acá tengo que ofrecer mis caramelos para poder sobrevivir. No es fácil.
Hay personas que me apoyan y otras que no, porque me ven y piensan que soy un vicioso o que tengo algún tipo de droga. Y bueno, todos los días pongo la alarma del celular y me levanto a las 6:00 de la mañana hasta las 9:00 de la noche, dándole duro. A veces le pido a Dios: Dios mío ayúdame. Él es el que me acompaña siempre en todo momento. El día que no pague el hotel me toca dormir en la calle, y no tengo ni una carpa, ni un camping, nada de eso. Mami esto es muy fuerte, no se lo deseo a nadie.
La selva del Darién la cerraron. Eso está militarizado, porque había muchos muertos. Después de cruzar el Darién ya no hay vuelta atrás. Uno quiere regresar, pero ya no puede. Me voy a devolver solo. El grupo con el que estoy quiere irse a Estados Unidos, pero yo me desmoralicé. Ya lo superé y cuando uno supera algo no hay nada que hacer. Voy a esperar el vuelo para irme a Venezuela. Tengo que ir primero allá porque no tengo pasaporte. También está mi mamá y mi papá.
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Cuando tocamos el tema de su estadía por dos semanas en Estados Unidos, la primera vez que pudo entrar al país con la ayuda de los coyotes, me confesó la realidad de los sucesos relatados anteriormente.
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Joel
Yo llegué hasta Georgia, pero a nosotros nos deportaron. Duramos como 20 días en Estados Unidos, pero detenidos, porque estaban buscando a ver si tenía un familiar o una persona que se hiciera responsable de mí, pero nada. Yo nunca me quedé donde una novia ni compré un carro. Lo que pasaba era que me daba pena decir que estaba detenido. Es fuerte que a uno lo deporten.
Imaginate que voy a pasar el 24 de diciembre aquí solo. Únicamente Dios sabe por lo que estoy pasando. Mi mujer no quiere que regrese. Ella quiere que yo me vaya para Estados Unidos, ¿pero cómo hago? Esto es una experiencia, una lección de vida, sabes. Yo vendí muchas cosas para sobrevivir cuando estaba en México. Es muy triste, al final me quedé sin nada. Perdí mi buen trabajo que tenía en Chile. Ganaba 2.000 dólares al mes.
Mi historia es fuerte porque yo quedé endeudado. Ahorita me están escribiendo esas personas que me prestaron: “mira, ¿cuándo me vas a pagar?”. Por ahí me amenazaron también, y no tengo ni cómo pagar. Me prestaron 100 dólares. Por más que uno diga que no es mucho, imaginate uno aquí que a duras penas sobrevive.
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El desánimo era más notorio esta vez. Ahora parecía desistir definitivamente al sueño que persiguió en el transcurso de meses, cuyo resultado no había hecho más que separarlo de su familia y quitarle lo que tardó años en conseguir. Incluso, su frustración opacaba cualquier emoción que pudiera producirle el reencuentro con sus seres queridos, y más al ser consciente de la negativa de su esposa por la decisión que tomó de rendirse. Realmente, se engañaba a sí mismo: en el fondo no quería regresar. De hecho, se jugaría más intentos antes de que esta fuera una posibilidad real.
Fue cuestión de semanas para que Joel tomara la decisión de embarcarse nuevamente hacia Estados Unidos. Aunque si fuera por su voluntad, hubiera emprendido el viaje de una vez, debía sortear sus circunstancias antes de tomar riesgos. Prefirió recolectar durante el mes de diciembre el dinero previsto para saldar las insuficiencias del camino.
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Joel
Voy a regresar otra vez a Estados Unidos, porque no quiero perder las esperanzas. Sigo pa’ adelante. Daniel está en México, en un refugio. Él quiere volver a entrar.
Joel cumplió su palabra. A mediados de enero ofertaba en 100 dólares el Smart TV que compró en Panamá. Para el 29 del mismo mes estaba en Guatemala, a dos países de su cometido, con la certeza del “ya casi”. En adelante, su historia se sigue escribiendo sobre los trazos de los mapas que separan a las naciones en fronteras intangibles, por las que irónicamente se muere a diario.