Texto y fotos Juan Gonzalo Betancur B.
Las playas de Necoclí tienen un movimiento de 24 horas: en el día son enormes los tumultos que forman quienes va a tomar una embarcación y en la noche están quienes deben dormir en carpas o al aire libre por falta de dinero para pagar un hotel.
Hasta el anochecer llegan buses a la zona central del municipio de Necoclí llevando migrantes que vienen de diferentes sitios de Colombia o del continente. Los que acaban de llegar se van a buscar dónde pasarán las próximas horas.
Los recién llegados que no tienen para pagar un hospedaje se dirigen a las playas en las que pasarán la noche y, tal vez, los próximos días.
En improvisados fogones, luchando contra el fuerte viento costero, muchas familias tratan de hacer los pocos alimentos que tienen.
En su viaje, gran cantidad de migrantes se enfrentan por primera vez a muchas cosas, por ejemplo, a prender una fogata para hacer la comida.
Bajo esta edificación en la que está el muelle de Necoclí, desde hace meses pasan la noche cientos de personas que no tienen recursos para pagar un hotel.
Los aleros de muchas casas y negocios del pueblo se convierten en las habitaciones improvisadas donde cientos de personas pasan las noches.
La playa prácticamente no duerme: mientras unos descansan, otros están pendientes de cuidar las pertenencias y que nada les pase a los demás.