Fotos de Simón Felipe Barrera Cardona y Andrés Gómez Loaiza
Escrito por Simón Felipe Barrera y María José Escobar
La Carretera al Mar, entre Medellín y Urabá, es el escenario del continuo trasegar de migrantes, la mayoría haitianos y venezolanos, que vienen incluso de países tan lejanos como Chile y Perú.
Hay quienes dicen que llevan tres meses caminando, mientras piden “aventones” a los transportadores para hacer su travesía más llevadera.
Es muy común que los migrantes hagan distintas paradas en su caminata por la vía al mar. La primera es Santa Fe de Antioquia. Muchos de ellos logran conseguir el pasaje desde Medellín para recorrer esos primeros 57 kilómetros hasta ese municipio del Occidente antioqueño.
Para los migrantes que van a pie, uno de los trayectos más difíciles por la topografía y donde más peligros hay en la vía es entre los municipios de Dabeiba (a 170 kilómetros de Medellín) y Mutatá (a 222, ya en el ingreso al Urabá antioqueño).
Los migrantes suelen descansar a la orilla del río y bajo la sombra de los árboles que hay en la entrada de Chigorodó, en el Eje Bananero de Urabá. En este punto ya llevan 286 kilómetros desde la capital del departamento de Antioquia.
Apartadó, ubicado a unos 314 kilómetros de Medellín, es el principal centro comercial de la región de Urabá. Los migrantes también se detienen allí para comprar o pedir alimentos y buscar ayuda del gobierno municipal y de la población.
El largo recorrido de 384 kilómetros para llegar a Necoclí es una meta difícil de lograr pero, a su vez, es el inicio de una nueva travesía por el mar y la selva que será tan dura como la que han tenido hasta ese momento en su viaje a pie.