En conexión con la Madre, siempre
Celene —Gunnarawin, en lengua Ikun— Pérez tiene 18 años. Llegó a inicios de este año a Medellín y ahora está terminando su segundo semestre de Geología en la Universidad EAFIT. Vino desde la Sierra Nevada, donde vive su familia, miembros de la comunidad Arhuaca. Aunque vino en busca de otra visión del mundo, no piensa abandonar ni su tierra ni su cultura: quiere juntarlas para volver y aportar al cuidado de la Tierra.
Por: Santiago Nieto Aristizábal
«La Madre Tierra es vital para todos. Uno nace de ella y ahí mismo estamos todos los días. Si yo cuido y yo quiero a mi madre, entonces yo la protejo, yo la respeto. Siguiendo esa lógica, yo me reconozco como hija de la Madre Tierra. Ella hace parte de mí tanto como yo de ella. Las otras cosas que hay alrededor, los animales, las plantas; todos son hermanos míos y estamos en contacto a diario.
El agua es como las venas de la Madre Tierra. Para que haya vida se necesita agua. Si no cultivamos la intención de cuidarla, muy pronto no vamos a tener nada.
Ya no vamos a retroceder en el tiempo para ver cómo estaban las cosas décadas atrás, es imposible, pero yo creo que sí podemos hacer esfuerzos colectivos para reducir la contaminación y mejorar las condiciones actuales. El tiempo sigue y tampoco vamos a parar las problemáticas ambientales del todo, pero es posible hacer algo para reducir un poco el ritmo del caos.
Podemos ser realistas y darnos cuenta de que ya hemos dañado mucho. Pero también hay que pensar en que si queremos tener hijos, como creo que la mayoría quiere, ¿qué les vamos a dejar a nuestros hijos? Y no hablo de dejarlos con carro, con casa. Hay que pensar siempre un poco más allá: ¿qué sostiene esa casa? La Madre Tierra.
Hemos recibido todo de ella: el alimento, el agua, el espacio donde vivimos o donde caminamos. Ella nos habla y, como cualquier madre, merece que el cuidado sea recíproco.
Si seguimos cómodos causando más daño, va a llegar el día que nos vamos a morir y los realmente afectados van a ser nuestros hijos.
Pero no está todo perdido. Todavía tenemos por donde caminar, todavía tenemos unos árboles que nos ofrecen frutos, todavía tenemos aguas limpias. Yo creo que lo poco que tenemos es lo que debemos cuidar».
«Esta es mi primera vez siendo foránea en otra ciudad del país. La idea de venir a estudiar a la Universidad surgió porque como indígena uno crece con una perspectiva en la que ser humano y naturaleza están siempre conectados».
Juntar la cosmovisión arhuaca y la mirada científica
«Para mi familia fue muy duro que yo viniera, pero lo hice para buscar un camino para mí, independiente de los lugares a los que ya pertenecía. Apartarme de lo que ya conocía para buscar otra visión fue una decisión difícil de asimilar para mis allegados, pero es algo que siempre he hecho con el máximo respeto por mi cultura.
Si bien la cosmovisión arhuaca y la visión científica son muy diferentes, tienen sus similitudes, sus formas de complementarse. Por ejemplo, los vacíos que deja la ciencia se pueden llenar desde los conocimientos de la cultura arhuaca, o viceversa.
Siento que dentro de la Sierra todavía no se ha explorado a profundidad la geología, porque para hacerlo hay que tener las dos visiones: para conocer lo que hay dentro de mi cultura tengo que respetarla.
Más adelante quisiera aportar para cuidar esos recursos de agua que hay adentro de la Sierra, para que no los acabemos tan pronto. Si yo quiero aplicar los conocimientos de la carrera en la Sierra Nevada, a priori eso es algo muy complejo. Sin embargo, vine a estudiar visualizándolo de esa manera, enfocándome en las aguas subterráneas, que es otro campo de la geología.
Tengo claro que quiero volver, después de hacer la carrera, y hacer lo posible por implementar medidas de acuerdo con lo que voy a aprender, que sean un apoyo a la comunidad para que esa riqueza natural, esos espacios de agua limpia que tenemos, nos perdure por mucho más tiempo.
La idea es tener como guía la visión indígena de mi cultura, conservarla a la vez que implementamos otros mecanismos para cuidar la Tierra. No se ha visto que antes alguien de la propia comunidad salga al mundo académico y vuelva, y creo que es mejor esta opción a que alguien externo al territorio y la cultura llegue de repente a imponer condiciones y visiones distintas. Eso sí que se ha visto, y creo que hay que tener mucho cuidado con eso. La Sierra Nevada es un lugar sagrado.
Si uno no tiene por ejemplo ese respeto con las plantas, uno está tirando todo por el suelo. Es una forma de irrespetar a los ancestros, que han cuidado durante tanto tiempo nuestros árboles, el agua… Cada espacio, cada roca que hay en la Tierra ha sido cuidada por ellos. Que llegue alguien que desconoce la tradición a imponer es como borrar todo eso, como si nunca nadie hubiera puesto ese orden de respeto frente a lo que hay adentro de la Sierra».
«Y desde muy pequeña sentí una curiosidad por conocer qué era la Tierra. Por ir más allá. Tenía una cosmovisión desde el aspecto cultural, ligada a muchos saberes sobre la tierra, pero tenía un deseo persistente de investigar y profundizar más sobre ella, desde otros enfoques, para conocerla mejor».
Trabajar en equipo por la Tierra
«De Medellín me gustan los árboles. La cantidad de árboles. Ellos son un suministro que había anteriormente y que habíamos ido acabando, pero que estamos retomando. Creo que cada vez que hacemos algo negativo tenemos que buscar la manera de retribuirlo. Si yo corto un árbol ya sé que tengo que sembrar dos, si yo genero residuos o basura sé que tengo que recogerlos y disponerlos de la manera adecuada.
Se habla mucho de “pensar en conjunto”. La Madre Tierra no es de nadie y es de todos a la vez. Además, es una sola. No tenemos otra. Si todos la disfrutamos y a todos nos corresponde, todos, independientemente de ideologías políticas o económicas, debemos trabajar por cuidarla.
El Sol no sale para unos pocos. Si unimos saberes desde el respeto y valoramos lo que tenemos, lo que nos queda, quizás podamos encontrar una forma de vivir todos en armonía con el mundo».
El Sol no sale para unos pocos.
Un milagro que atraviesa la Universidad
«Visitar la quebrada La Volcana me tomó por sorpresa y fue una experiencia muy bonita. Llegó en un momento en el que me estaba aburriendo de la ciudad y fue como volver a caminar la tierra, volver a sentirla en cada paso.
Creo que la quebrada es un espacio armonioso que debemos cuidar. Me impresionó la diferencia entre el caudal que pasa por la Universidad y las ínfimas gotas que bajaban del nacimiento. Eso me hizo pensar que es paradójico que una ciudad tan hermosa descuide tanto sus espacios de agua viva. Esperaba algo totalmente diferente, pero después de visitar el nacimiento creo que tenerla aquí en el campus de la Universidad, tan sana, es como un milagro».
Mónica, Angélica y Katherine (de izquierda a derecha); ingenieras de saneamiento de EPM, junto a estudiantes de Comunicación de la Universidad EAFIT.
Las guardianas que cuidan la salud de las quebradas de Medellín
¿Cuántas quebradas tiene Medellín? ¿Veinte, cuarenta, trescientas? ¿Cuántas vemos en nuestro día a día? ¿Por encima de cuantas caminamos y no nos damos cuenta, ya sea porque pasamos por un puente ensimismados a una pantalla o porque sistemas subterráneos las esconden debajo de nuestras universidades, colegios, centros comerciales? ¿Cuántas permanecen tras las rejas, como privadas de la libertad, al costado de nuestras casas, ocultas detrás de los arbustos? Cuatro mil doscientas diecisiete.
Por: Santiago Nieto Aristizábal
Sí. ¡4217!
Por suerte para nosotros, las guardianas de las quebradas de Medellín existen, y trabajan para EPM. Estas guardianas son herederas de conocimientos sobre el saneamiento del agua que se remontan hasta cincuenta años atrás, cuando un grupo de ingenieros de la empresa vio la necesidad de trabajar por un cambio en el río Medellín, que entonces mostraba condiciones preocupantes.
Herederas del cuidado
Hace treinta y tres años llegó a EPM la ingeniera civil Mónica Restrepo, y hace treinta hace parte del área de Saneamiento. Ahora, que está a punto de jubilarse como líder del proyecto, le pasa la antorcha a las demás ingenieras del equipo, que solo cuenta con un hombre.
Durante todos esos años, Mónica y su equipo se han caminado todas las quebradas que van al río Medellín, desde Caldas hasta Barbosa. Lo han hecho para diseñar y desplegar toda la infraestructura de saneamiento, que se divide en tres partes: las redes de colectores y de interceptores, y las plantas de tratamiento de aguas residuales. Sin el trabajo de este equipo, las quebradas, vitales para el desarrollo de la vida en la ciudad y para la salud de la fauna y la flora que nos acompaña a diario, tendrían un sinfín de vertimientos de aguas públicas contaminantes.
Angélica Orozco, la ingeniera de operación en redes, lleva quince años en el equipo, y Katherine Álvarez, la ingeniera de mantenimiento preventivo, lleva doce. Además de ellas, son cinco mujeres las que hoy trabajan en el área de Saneamiento de EPM, proyectando un plan de saneamiento para todo el Valle de Aburrá. Ahí es donde ha ocurrido la transferencia de conocimientos, como la llama Mónica: son ellas las herederas del trabajo que se ha venido realizando durante cinco décadas.
«Yo sabía que todo eso tenía que trascender en otras personas y en otros profesionales, para que cuando yo ya me retire, otras personas puedan seguir con esto», dice Mónica.
Monitoreo y saneamiento constante
El equipo de Mónica se ha encargado de diseñar y construir los colectores que recogen las aguas residuales antes de que caigan a las quebradas. Después, estas aguas viajan a través de un interceptor paralelo al río Medellín y arriban a las plantas de tratamiento en San Fernando y en Aguas Claras. Mónica cuenta que, a hoy, han logrado tener una cobertura del 84 % en recolección y transporte de aguas residuales. Es la única empresa de Suramérica que logra un saneamiento tan alto.
En la quebrada La Volcana, que atraviesa el campus de la Universidad EAFIT, por ejemplo, está instalado el sistema de colectores. Y justo antes de que ese sistema se conecte con el interceptor paralelo al río Medellín, hay un sensor que mide el caudal de la quebrada. Ese sensor opera como un diagnóstico del caudal, y tiene un techo de metros cúbicos calibrado para cada quebrada dependiendo de las horas de mayor vertimiento.
En caso de presentarse una anomalía, al equipo de saneamiento le llega una alerta de que hay un vertimiento aguas arriba. Ahí entra el equipo de reparación a revisar si hay un colapso o una obstrucción del sistema. Este mantenimiento y monitoreo constante de las quebradas es lo que permite su salubridad.
Además, a través del Proyecto Brecha se han encargado de desplegar redes no convencionales para recoger los vertimientos de 10.100 viviendas establecidas al borde de las quebradas de la ciudad.
Con otro proyecto que acaba de finalizar su etapa de diseño, llamado Eliminación Descargas, pretenden ocuparse de 312 de las 422 descargas de redes públicas que aún siguen vertiendo directamente a las quebradas y al río Medellín. Una vez que este proyecto se lleve a cabo, EPM llegaría a una cobertura del 94 % de la recolección y el transporte de las aguas residuales de la ciudad.
Sin embargo, no es posible asegurar que todas las quebradas que entran en esa cobertura estén completamente saneadas. Pasa que hay otros actores que convergen en las quebradas y que se escapan de las manos de EPM, como son los casos de los asentamientos subnormales, a los que la empresa no puede entrar a prestar servicio, y las canteras, zonas de actividad minera que se multiplican a lo largo del río Medellín y 98 afluentes directas.
«Por eso es que la gente dice que el río Medellín no está limpio, que mire el color», aclara Mónica. «El río Medellín no se ve claro, pero no huele mal. Si no fuera así, nada de lo que se hace aledaño al río se haría ahí: los alumbrados, los desfiles de silleteros, los edificios de empresas importantes. De eso sí estamos convencidas: recuperamos el oxígeno disuelto y la demanda bioquímica de oxígeno del río. Lo que pasa es que el tema de las canteras genera una afectación en el color de las aguas. Yo personalmente me siento muy orgullosa de cómo tenemos el río actualmente. Y no soy solo yo: muchísimas personas hemos trabajado por esto».
Por qué y cómo cuidar las quebradas
«Que las quebradas estén saludables implica salubridad para quienes viven alrededor de ellas y aprovechan sus recursos hídricos», explica Mónica. «Además, en zonas como El Poblado, ha quedado demostrado que estéticamente y en calidad de vida el medio ambiente se transforma cuando las quebradas se cuidan. El entorno cambia, y la población de fauna y flora crece».
Mónica deja una invitación a apropiarse de las quebradas. A conocerlas, pues muchas se nos hacen invisibles o las ignoramos con facilidad. «Todos tenemos una cerca», dice. En segundo lugar, recomienda evitar arrojar basuras a las quebradas. «Y por encima de todo, que si pueden, siembren árboles aledaños a estas».